Opinión Nacional

Rondón sí peleó

Juan José Rondón fue coronel del Ejército Libertador. Nació en un poblado de lo que hoy es el Estado Guárico, en los alrededores de 1790 y murió en 1822 a consecuencia de una herida leve que le fue infligida en la batalla de Naguanagua, en un pie, que se gangrenó. Sus restos reposan en el Panteón Nacional desde 1896.

La hazaña bélica por la cual se conoce más al coronel Rondón fue su muy oportuna y decisiva intervención en la batalla de Pantano de Vargas, en Colombia, en 1819. Allí, cuando todo parecía estar perdido para las fuerzas bajo el mando del Libertador, éste contaba con la columna de caballería al mando del coronel Rondón. Bolívar había decidido comprometer esa columna en el momento oportuno. Contrariamente a lo que le ocurrió a Napoleón Bonaparte en la batalla de Waterloo, cuando esperaba la intervención de las fuerzas de Grouchy que no llegaron a tiempo y por ello los franceses no pudieron resistir la embestida del prusiano Blücher. Rondón sí llegó a tiempo en Pantano de Vargas. Ante la desesperación frente a une evitable derrota ante unas fuerzas españolas muy superiores en número, se les dijo a los combatientes patriotas: “Rondón no ha peleado”. Cuando peleó Rondón se abrió el camino hacia la derrota de las fuerzas españolas comandadas por el coronel José María Barreiro.

Gllette Saurat, Presidenta de la Sociedad Bolivariana de Francia, en su obra Simón Bolívar Le Libertador, nos dice lo siguiente sobre la batalla de Pantano de Vargas:

“La táctica salvadora improvisada a última hora por Simón Bolívar consistió en primer lugar a colocar en reserva casi toda su caballería, legión británica y llaneros. Se quedarían encerrados en el patio de una hacienda situada al pie de la cota que había convertido en su puesto de observación. Consistía también en enviar al resto de sus tropas por olas sucesivas, con orden de disputar el terreno milímetro por milímetro, a sabiendas claramente que no estaban en capacidad de resistir frente a la presión de los españoles. El resultado era que con cada repliego de los patriotas se incitaba a Barreiro a comprometer parte de sus reservas para lanzarlas contra ellos. La acción se había iniciado a las once de la mañana. A las cinco de la tarde, los republicanos intentaron un nuevo ataque. El jefe realista, para repelerlos y acabar de una vez por todas, utilizó el resto de sus tropas. Los patriotas retrocedieron en desorden y se creyeron perdidos, con un enemigo encarnizado que les pisaba los talones y cuyo ardor se decuplaba ante la perspectiva de un triunfo inminente. Fue el momento que escogió Bolívar para lanzar la masa de sus tropas frescas. La legión británica en primer lugar. Con james Rooke a la cabeza, cargó y se echó en el combate. Desconcertados, con su avance detenido, los españoles, sin embargo, seguían luchando encarnizadamente y era incierta la suerte de la batalla.

Bolívar seguía cuidadosamente, con su catalejo, las fases del combate. Detrás de él, percibía la agitación de algunos llaneros, llegados ante las noticias y que temblaban de impaciencia. Pero todavía no había llegado el momento. Eran las seis de la tarde cuando por fin el Libertador se volteó hacia el jefe llanero.

—Coronel, gritó, ¡a usted le toca salvar a la patria!
Rondón, un negro, hijo de esclavo, electrizado, se desprendió como un resorte largamente comprimido y descendió, a galope tendido y con lanza en punta, por la colina, en dirección de la batalla. Detrás de él, catorce llaneros (1) arrastrados por el ejemplo y la voz: “¡Que los valientes me sigan!” clavaban las espuelas sobre sus monturas. Catorce fieras que surgieron en el medio de las filas enemigas para perforar con sus lanzas a los infantes espantados que rápidamente fueron sumergidos por el resto de la caballería llanera que siguió de cerca la heroica carga de Rondón.

En la Venezuela en crisis cuya destrucción progresiva es una de las mayores causas de angustia conducente a desequilibrio mental de quienes vivimos en estas tierras, no nos encontramos frente a un Simón Bolívar camino a Tunja cuya caída abriría las puertas de Santa Fe de Bogotá. Sí estamos frente a una oposición que ha sabido enervar las fuerzas oficialistas. Tenemos una oposición, mayoritaria por su número pero escuálida frente al oficialismo en lo referente a recursos económicos y de poder, que ha sabido replegarse, como en Pantano de Vargas para forzar el despliegue de las fuerzas del enemigo y, llegado el momento, asestarles el golpe de gracia. Estamos en una gran batalla, la del referéndum revocatorio, que nos abrirá las puertas de la democracia.

Como curiosidad homonímica, en la batalla actual hay un Rondón, que no es militar ni llanero como el coronel de la Independencia. Se trata del diputado Roger Rondón. Este parlamentario, venido de las filas del oficialismo se ha lanzado a la batalla contra la corrupción, asestándole un duro golpe al gobierno del teniente coronel barinés. Lástima que no se hubiera comprometido antes pues su intervención habría evitado muchos males de difícil reparación. No hace falta que, al igual que al coronel en Pantano de Vargas, lo sigan en su embestida catorce valientes. Basta sólo con que tres o cuatro diputados del oficialismo para que se produzca la debacle. Podríamos decir entonces: ¡Rondón sí peleó!

(1): Entre ellos se encontraba el Teniente José María Figueredo Mena, quien perdió la vida en esa batalla. Era hermano del Coronel Fernando Figueredo Mena, tatarabuelo del autor de este artículo.

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