Opinión Nacional

La teoría de la minifalda

Los principales voceros del régimen chavista –sobre todo el vice-Rangel y desde luego el «micrófono mayor»–tienen una manera de lo más «curiosa» para explicar o interpretar los hechos relevantes de nuestra megacrisis. En especial los causados por ellos mismos.

El razonamiento se parece mucho al alegato del violador, quien luego de cometer el crimen sostiene que la culpa no es suya sino de la recién violada: «por haberse puesto una minifalda»….

Así, por ejemplo, si Cadivi sólo entrega el 0,6% de las divisas que normalmente requiere la economía venezolana, la responsabilidad no es de Hernández Behrens ni del presunto «control de cambio» (supresión, más bien), sino de las empresas y las personas que por alguna terquedad sospechosa se niegan a recibir los dólares.

Si la actividad económica se desploma en un 29% (Economist.com/markets), ni Chávez ni su gobierno tienen nada que ver con eso. ¡Cómo se le ocurre! Para Miraflores se trata de una conspiración golpista del único sector privado del planeta tierra cuyo propósito es arruinarse hasta las cenizas.

Si el Conac de Farruco Sesto censura una obra de arte seleccionada para la Bienal de Venecia, lo hace, no faltaba más, porque la «obra» es sinónimo de intolerancia y por tanto contraria a la libertad creativa (…).

Si las manifestaciones opositoras en el Oeste de Caracas o en Petare son atacadas con la violencia procedimental de las bandas oficialistas, de cajón que es por «legítima defensa» ante la provocación fascista de un Henry Ramos o un Enrique Mendoza.

Si la procuradora Plaza y el general Lucas preparan una «ofensiva» legalística para caerle encima a la libertad de manifestación, es «obvio» que lo hacen para honrar los derechos humanos y la doctrina participativa y protagónica de la Constitución.

Y así hasta el infinito en todos los temas habidos y por haber. En la caimanera revolucionaria de Chávez y compañía, la víctima es el victimario, el agredido es el agresor, la carreta va delante de los bueyes y, como alguna vez murmurara el general Gómez: «qué culpa tiene la estaca si el sapo salta y se ensarta».

Lo peor de esta lógica es que envuelve un cinismo tan audaz que no poca gente de buena fe termina si no creyendo, por lo menos dudando. «Como que hay razón de parte y parte», me ha dicho, hamletiano, un compadre, después de escuchar la justificación miraflorina de sus propias tropelías.

La teoría de la minifalda, por fortuna, por cansancio, por absurda o por no sé qué, suele funcionar hasta un cierto y determinado punto. Traspasado el límite sólo convence a los fanáticos. Entonces, mientras más se aplica, más de desacrédita. Quisiera creer que ya estamos allí.

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