Opinión Nacional

Coctel molotov o bomba atómica

(%=Image(3476560,»L»)%) El «paquetico» de Chávez anunciado el martes de carnaval es una combinación peligrosa de impuestos y devaluación que, en ausencia de un programa integral de reforma económica, traerá como único resultado el deterioro radical de las condiciones sociales y del ingreso familiar.

El déficit fiscal para el año 2002 supera los 10 mil millones de dólares y las medidas apenas llegan a reducirlo en un 50%. La fuga de capitales no sólo tiene su origen en la sobrevaluación del bolívar sino en la desconfianza generalizada hacia el régimen de Chávez.

¿Cómo creer en el llamado a la disciplina en el gasto público cuando está punto de llegar el nuevo avión presidencial que costó 65 millones de dólares, vale decir 65 mil millones de bolívares al cambio de hoy?

¿Cómo creer en la seriedad de intenciones de Chávez cuando cambia al presidente de Pdvsa, general Guaicaipuro Lameda, por un entusiasta «ideólogo de la revolución», Gastón Parra Luzardo, para garantizar una mayor transferencia de recursos financieros de la corporación al fisco?

¿Cómo darle crédito a unas medidas que fueron decididas en el apuro del último minuto y presentados como sí fueran una panacea a paso de vencedores?

¿Cómo se puede tener confianza en ese trio de genios conformado por Giordani, Merentes y Adina Bastidas, que ahora tienen la responsabilidad de ejecutar el «paquetico»?

Hace un mes, el 15 de enero, el presidente Chávez presentó su memoria y cuenta ante la Asamblea Nacional con motivo del «primer año» de su «segundo gobierno». Allí dijo textualmente que «la economía venezolana era la más sólida de América Latina y una de las más sólidas del mundo».

Ahora tiene el increíble descaro de atribuirle la «turbulencia fiscal y cambiaria» a las dificultades recesivas de los mercados emergentes ocasionadas por el terrorismo islamista y el (%=Link(«http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/business/newsid_1504000/1504769.stm»,»default argentino»)%).

Nada de eso. Son criollitas las razones que han colocado a la economía nacional en la lona. Gracias a tres años de máxima piratería gubernativa, Chávez ha dilapidado la mayor suma de ingresos petroleros que haya recibido el país en un período similar: 70 mil millones de dólares entre 1999 y 2002.

¿Qué nos dejó todo eso? Nada más y nada menos que el aumento exponencial e injustificable de la deuda pública interna: de tres a nueve mil millones de dólares, las reservas internacionales esmirriadas, el crecimiento pasmado, el desempleo en niveles históricos y la buhonería rampante por doquier.

Amén de un descrecimiento casi absoluto de todo lo que diga o haga el dueño de Miraflores. No debemos llamarnos a engaño. Así como la actual «hegemonía patriótica» es incompatible con el respeto democrático y el diálogo político, así también lo es con la racionalidad económica y el desarrollo productivo.

Para salir de ese laberinto, no sólo se necesitan programas de reforma social y económica de largo alcance y aplicación práctica, sino que se requiere un cambio sustancial en los conductores del Estado.

La única manera de que este coctel molotov no se convierta en una bomba atómica es poniéndole fin al desmadre chavista y dándole apertura a un proceso de reconstrucción democrática y nacional.

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