¿Cuál democracia?
La semana antepasada las agencias internacionales de noticias dieron cuenta de la reanudación de las tareas del Grupo de Trabajo que, en el seno de la Organización de los Estados Americanos, atiende el tema de la “Democracia Participativa”, de acuerdo con una resolución aprobada en la pasada Asamblea General del máximo organismo regional. Desde su instalación, la Presidencia de la instancia en cuestión fue confiada a la representante permanente de Venezuela, decisión cónsona con los antecedentes históricos sobre el asunto, pues bien sabido es que nuestro país dentro de la O.E.A. aparece, desde la etapa fundacional (1948) como uno de los directamente involucrados en la defensa de la democracia (para entonces se la apellidaba “representativa”). Se entiende así tal determinación puesto que, en la comunidad regional, Venezuela, especialmente en los 40 años transcurridos a partir de 1958, asumió el liderazgo democrático e impulsó distintas iniciativas que desembocaron en la ratificación del concepto de la democracia representativa como uno de los principios fundamentales de la naciente organización (“…La solidaridad de los Estados Americanos y los altos fines que con ella se persiguen, requieren la organización política de los mismos sobre la base del ejercicio efectivo de la democracia representativa”). Asimismo, tanto en el Preámbulo como en el capítulo referente a la Naturaleza y Principios del ente regional aparece nítidamente señalada la democracia, siempre representativa, asociándola a la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región y promoviéndose su consolidación dentro del respeto al principio de no intervención.
Lo que no está claro y, por consiguiente, es la razón puntual de este comentario, es lo que pueda ocurrir en el futuro cercano con la democracia representativa como consecuencia de la culminación de las labores del antecitado Grupo de Trabajo, ya que la experiencia venezolana, con motivo de la adopción de la Constitución Bolivariana, se refleja en el texto del Artículo 6 de dicho instrumento fundamental en el cual se establece que: “El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables”. Todo muy bien. Pero, ¿qué pasó con la representatividad? Simplemente desapareció para dar paso al despropósito político que ha cobrado fuerza en los últimos tiempos, gracias al empuje del oficialismo, de que la democracia representativa está íntimamente vinculada a la corrupción, la partidocracia y el puntofijismo. Lo cual, por supuesto, no es cierto.
En 1998, con motivo del 50° aniversario de la organización regional, se efectuó en Valencia un seminario bajo los auspicios de la Universidad de Carabobo, organizado por su Centro de Estudios Internacionales. En ese escenario, adelantándome a la propuesta sobre “Democracia Participativa” que se adoptó en la Asamblea General de la O.E.A. celebrada en Ciudad de Guatemala en 1999, asomé la idea de añadir: “y participativa” a las menciones que en la Carta aparecen referidas a la democracia representativa. Ahora, con ocasión de la información transmitida por las agencias internacionales, a la que alude este comentario, interesado en el desarrollo del tema, estimo conveniente volver a la sugerencia anotada, pues, de llegar a prosperar la tesis de la Constitución Bolivariana, la democracia participativa reemplazaría a la representativa y, a ese respecto, cabría preguntarse: ¿estarán dadas las condiciones en el ámbito regional para que se imponga el sectarismo político y se adelante un proceso de reforma para borrar de la Carta cualquier referencia al carácter representativo de la democracia, tal como ha pasado en Venezuela? Todavía más, de prosperar esa remota pero no imposible iniciativa: ¿la democracia, de ser participativa dejaría por ello de ser representativa?
