Opinión Nacional

Sobre la virulencia del odio y otros temas

Sin dejar de emitir opinión como de costumbre, quise mantenerme al margen de la virulencia política preelectoral ubicada en bandos militares, pero pasado el momento electoral, creo necesario que se inicie un proceso de racionalidad y ecuanimidad, que permitan vislumbrar, si es que así pudiéramos llamarlo, un clima de equilibrio también racional, para lograr la captura del nunca encontrado sistema democrático, ya bastante deteriorado con la amorfa propuesta revolucionaria que se inició en 1945 y fue revitalizada a partir de 1992.

No es tan simple valorar y menos calificar los hechos como revoluciones, cuando no existen propuestas claras y verdaderas, que delineen cambios paradigmáticos adaptados al presente y a la evolución del mundo, de la política y del género humano. No basta, como en el presente, de fundamentarse en ideologías desfasadas por el tiempo pasado, cuando no se proponen cambios adaptados al presente, tanto nacional como universal, que permitan luchar acompasados con la globalización o mundialización, sin ser arrollados por ella, pero aprovechando sus oportunidades indiscutibles de igualación del ser humano en cuanto a conocimiento, cultura y bienestar social y económico.

Ninguna revolución, y valgan los ejemplos de la bolchevique, la china y la cubana, en un siglo de lucha, han producido nada valorable como positivo ni en lo político ni en lo social, que pueda servirnos de ejemplo para emularlos. A no ser por el atraso y la pérdida del precioso tiempo y la oportunidad cíclica, gastados en puras propuestas románticas, que sin sentido, han emulado a Thomas Moro con su famosa teoría calificada de utópica. Fantasías que han dado pie a muchas novelas, poemas y cantos de sirena, altamente explotadas por el cine moderno.

Pero algo es curioso en todas estas teorías, fundamentadas en la filosofía de la igualdad social. Ellas parten de la idea de generar una igualdad de arriba hacia abajo. Donde la mente del hombre se ubique en lo material, en la riqueza o en los bienes, sin importar el contenido ni el componente intelectual que haya servido o ayudado para obtenerla o producirla. Ellas se fundamentan en la distribución de la riqueza como algo, lógicamente tangible, sin importar su usufructo ni la forma de reproducirla o perennizarla. Es lo lamentable, porque ningún ser racional hace un esfuerzo mental y sacrifica su tiempo en autoformarse y culturizarse, solo para que su esfuerzo sirva para beneficiar al incapaz, al flojo mental, al vago y al fracasado. Otra connotación merecen: el desprotegido, el débil mental y el infortunado, cuya protección debe asumirla el Estado. Una cosa es la acción social comunitaria y otra el comunismo materialista.

Presidente Chávez: No es mi idea servir de crítico político a su gestión, pero si me considero en la obligación, con la autoridad moral e intelectual que me da el ser general de división con muy alta estima en toda la institución militar en todos los tiempos y a la que serví con dedicación y sacrificio sin respaldo partidista por mas de 30 años, hoy ubicado y aceptado como crítico político en los medios de opinión, como abogado con 30 años de experiencia y docente con cincuenta años en el ejercicio profesional tanto civil como militar, magíster scientiarium en seguridad y defensa nacional (Ud., como Presidente de la República me impuso la medalla de actualización en el IAEDEN el pasado 28 de junio), a indicarle, que, así como Ud., asume el rol de gestor militar de un proceso de cambio que llama revolucionario, le conviene entender que la institución militar debe ser marginada del debate y uso político. Ella, sin entrar a valorar las bondades, debilidades y yerros de su conceptualización en la nueva Constitución, tienen como fin esencial el mantener la ilusión incumplida de Bolívar a quien tanto Ud., trata de emular, por lo que sería un sin sentido histórico, que sean utilizadas para fortalecer un clima de odio y de venganza política. Sería lamentable, que Ud., quien dice ostentar con orgullo el grado de teniente coronel de nuestro Ejército, trate de parcializar a toda la institución militar hacia su partido político. Ud., como coautor del 4F, sabe que la situación puede revertírsele, aún con el apoyo de los mandos militares.

Quisiera recordarle en estas líneas, algo que escribí hace algunos años, cuando Ud., aupaba la insurgencia militar, supuestamente a favor de la sociedad civil, mientras que otros lo hacíamos por otra vía; y no quisiera que todo este tiempo fuera perdido en el propósito de lograr una Venezuela en paz y armonía, única fórmula para la convivencia sin distingos de clases, privilegios ni diferencias sociales y mucho menos partidistas.

Decía entonces en mi escrito que: Pareciera que el venezolano estuviera perdiendo el sentido de la humanidad, su filantropía y el espíritu de solidaridad que siempre lo caracterizó. Pareciera en consecuencia, que el lobo como aberración del humano, profundizara sus rasgos entre nosotros, para impregnarnos de un veneno ponzoñoso cual virulencia maligna, que transmite su contagio permanentemente entre hermanos, sin miramientos de ninguna índole, sin respeto al prójimo, sin cautela, sin cortesía, sin afecto, sin mesura, sin amabilidad y sin prudencia.

Pareciera también que el diablo se hubiera apoderado del espíritu del venezolano, al extremo de conducirlo a la ignominia, sin dejarle escape alguno, obligándolo a enfrentarse unos contra otros, disparando cada quien sus fuegos contra un enemigo invisible, personificado en cualquier ser humano que hubiese cometido el error de intentar liderizar.

Es enfermiza la actitud asumida por muchos, a quienes la división del trabajo les ha permitido asumir el rol de comunicador social en un Estado de derecho, impregnado, al menos en principio y con mayor dosis, de régimen autoritario, calificado constitucionalmente de democrático.

La virulencia del odio

Es indudable que, el origen de la virulencia, se encuentra en el sentimiento de burla que tenemos todos. al no poder satisfacer el deseo de lograr una sociedad equilibrada, digna y justa, donde la orientación del líder y del funcionario se dirija primordialmente al servicio público desprendido, donde la utopía del bien común, de la equidad y de la justicia, no luchen por su perfección, sino que persigan en vías de perfectibilidad, un mundo mejor, orientado a la convivencia y al disfrute colectivo sin comunidad, donde cada quien cumpla el rol que le corresponda, sin adueñarse del derecho de los demás y sin perturbar la tranquilidad que es el dogma perseguido por todos los pueblos civilizados.

Presidente Chávez, decía antes y hoy se lo repito como consejo, no por diablo sino por viejo, que no se requiere ser analista social, para percatarse de la desviación que tenemos, en cuanto a la conducta que asume la mayoría en procura de los correctivos necesarios para la perfectibilidad de nuestro sistema democrático y que, no deja de preocupar la cada vez más notoria muestra de iniquidad del pensamiento y de la expresión generalizada del colectivo, al que tanto Ud., ha arengado, que, cada vez con mayor brío se insufla de malignidad, llegando al extremo de transformar a personas normalmente apacibles, en crueles verdugos con palabras y los hechos.

El surgimiento del lobo entre nosotros no es nuevo, pero hoy día se ha impregnando de una gran maledicencia detractora y falaz. Por ello, no importa lo justo o injusto de un testimonio. no importan su certeza ni la solidez que permitan su fiabilidad. Ud., como Presidente, está en la obligación de lograr el equilibrio que antes mencioné. No debe olvidar que, solo con la fuerza férrea puede dominarse la disidencia intelectual cuando no se le da cabida y se le ataca sin salida. Esto sería una dictadura, la que nadie quiere.

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