Opinión Internacional

¡Aislados en el mundo!

Al momento de escribir estas líneas reflexionaba sobre la Cumbre de Cartagena. Recordé entonces que el Presidente de Venezuela había anunciado que no asistiría, pese a que había empeñado su palabra. 

Si la razón de esa decisión de última hora fue su enfermedad y el tratamiento que adelanta en Cuba, nada hay que objetar. Como ser humano tiene el derecho de realizar los mayores esfuerzos por intentar recuperar su salud, aun cuando uno -pensando en su propio bienestar- pudiera discrepar acerca de las razones y el sitio escogido para adelantar su tratamiento. Pero, en fin, esa es su decisión. 

Ahora bien, inventar a última hora la excusa de las Malvinas para justificar su inasistencia es otra cosa. Todos los latinoamericanos entendemos el caso. Sin embargo, nos hubiera gustado a los venezolanos que en tan importante foro, nuestro Presidente hubiese aprovechado la oportunidad para plantear un caso que nos toca mucho más de cerca: la Zona en Reclamación. ¿Por qué tiene siempre que estar rasgándose las vestiduras por otros -por ejemplo la no presencia de Cuba- pero dejando sistemáticamente a un lado aquellas cosas que verdaderamente nos atañen? ¿Por qué tiene que ser cabecilla de causas ajenas mientras ignora las nuestras? ¿Fue para eso que lo elegimos? 

Mientras tanto, en la Cumbre de Cartagena los jefes de Estado presentes aprovecharon para adelantar infinidad de reuniones para tratar casos específicos que interesan a sus respectivos pueblos. Por eso vemos que hay una clara división entre las naciones del continente. Hay algunas prósperas y poderosas, otras que están dispuestas a colocar sobre la mesa la voluntad y la decisión política de concretar acuerdos y compromisos en un esfuerzo común de progreso y hay todavía un tercer grupo que se queda en una pomposa retórica que, de continuar así, las conducirá a 100 años de soledad. 

Lamentablemente nuestro Presidente encabeza este tercer grupo de países. 

Mientras el resto de Latinoamérica enfrentó con conocimientos y experiencia la fuerte crisis económica que padeció el mundo desde el año 2008 -aplicando una exitosa ortodoxia económica-, Venezuela se transformó en una isla de incongruencias. Las políticas macroeconómicas bien aplicadas salvaron al resto de los países de la región de una profunda crisis que lucía inevitable y que amenaza con resurgir. En Venezuela se hizo -y se sigue haciendo- todo lo contrario. Inevitablemente pagaremos las consecuencias. 

Adicionalmente, al revisar la lista de los asistentes al foro de Cartagena, encontramos a los líderes de un grupo de naciones que saben que en un mundo cada vez más globalizado el futuro está en el aprovechamiento de los mecanismos de integración económica. Infinidad de tratados y mecanismos de integración tales como la CAN, Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay), Cafta (Centroamérica y EEUU), TLCAN (México, Canadá y EEUU), TLC (EEUU y Chile), Acuerdo de Promoción Comercial entre Colombia y EEUU, Acuerdo de Integración entre Colombia, Chile, México y Perú, etc., son los que están marcando el futuro de la región. 

Más aún, ahora se está negociando el más ambicioso plan de integración que se haya conocido en el mundo bajo el nombre de Trans Pacific Partnership. Inicialmente la constituyeron Chile, Singapur y Brunei, pero ahora se integrarán Perú, Colombia, México, EEUU, Canadá, Malasia, Australia, Nueva Zelanda, Filipinas, Taiwán, Vietnam y quizás también Japón y algunos países de Centroamérica. 

Y mientras tanto, ¿qué hace Venezuela? Simplemente estamos asociados a un grupo de naciones que nos viven como sanguijuelas conocidos como la ALBA (Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y otras) 

Venezuela no forma parte de ningún acuerdo importante de integración. Por pleitos personales, se nos sacó de la Comunidad Andina de Naciones y del G-3 (Colombia, México y Venezuela). No hemos sido aceptados en Mercosur, porque el Senado del Paraguay sostiene que no cumplimos con las condiciones democráticas exigidas en el Protocolo de Ushuaia. Además no estamos cumpliendo con compromisos internacionales en materia de derechos humanos. 

¡No podemos permitir que nos conviertan en parias! 

La rimbombante retórica del líder nos está transformando en la más aislada de las naciones del continente. Vivimos de un solo producto cuyo precio puede subir o bajar -el petróleo- el cual regalamos a diestra y siniestra. Mientras tanto, nada estamos haciendo para garantizar nuestro futuro. 

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