Opinión Internacional

La visita de Samper acabó con la gira de Uribe

Mientras el Presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez culminaba en Brasil su gira suramericana para justificar lo injustificable, el Presidente Hugo Chávez Frías era anfitrión del ex Presidente Ernesto Samper Pizano en el Palacio de Miraflores.

Más allá del balance que haya surgido de la tournée de Uribe, la muy oportuna entrevista en Caracas de Chávez y Samper supera con creces esos resultados. La connotación de este último encuentro tiene una dimensión cuya trascendencia se proyecta muy por encima de la situación que atraviesan las relaciones binacionales, para constituirse en un hito en el ámbito político neogranadino que pone en evidencia diversos aspectos cuyos efectos, más temprano que tarde, determinarán el curso del futuro de ese país.

Sería tonto desconocer la presencia de los aspectos económicos en esa entrevista. Los cambios anunciados por nuestro gobierno en el campo comercial, sin lugar a dudas, causarán un impacto inmediato sobre la actividad fronteriza, particularmente, entorno al eje Bucaramanga-San Cristóbal, y es allí donde comienza el juego político. Horacio Serpa, Gobernador del Departamento de Santander y hombre de confianza de Samper, refuerza su posición al lograr que se incorpore en la agenda del Presidente Chávez un encuentro con los gobernadores colombianos de los estados fronterizos, cuyas contrapartes venezolanas pertenecen a partidos opositores afines a grupos desestabilizadores que no participarán en el cónclave. De esta manera, la fracción política del Partido Liberal de Colombia liderada por Samper se refuerza producto de un éxito alcanzado como mediador internacional, en tanto que el Gobierno venezolano vuelve a superar el obstáculo que constituyen los gobernadores fronterizos militantes de la oposición.

La audiencia a Samper, solicitada hace seis meses, es concedida precisamente cuando en simultáneo Uribe intenta convencer a sus colegas suramericanos del apoyo venezolano a las FARC, mientras el Presidente Chávez desmiente a Uribe al demostrar que las armas presuntamente entregadas por su Gobierno a la guerrilla colombiana fueron sustraídas por éstas en 1995 a una base militar venezolana. Ese hecho, al haber acontecido durante el ejercicio de su período presidencial, era del conocimiento de Samper, lo cual reconoce al culminar la entrevista reforzando, así, el desmentido hecho público por Chávez.

Concretar la visita en momentos tan delicados para las relaciones bilaterales demuestra que las autoridades colombianas no han podido convocar a la unidad nacional ante el nuevo conflicto internacional que enfrenta el vecino país. No caben dudas que esa falta de convocatoria está estrechamente vinculada con las implicaciones de las siete bases que serán operadas por militares estadounidenses –efectivos y mercenarios- sobre la soberanía de Colombia y la estabilidad de la región, lo cual constituye una aberración política incalificable. Estos conceptos fueron muy bien sintetizados por la Presidenta de Argentina en ocasión de recibir a Uribe en el marco de su gira: “… en ningún lugar del mundo un general Fernández le da órdenes a un general Johnson…”.

La visita de Samper a Chávez dio al traste con la gira de Uribe. Nunca la dilación en la concesión de una audiencia podía ser más oportuna tanto para el huésped como para el anfitrión quienes, seguramente, nunca podían haber imaginado los múltiples efectos que causaría su encuentro. Todo parece indicar que el precio pagado por Uribe, quien en su afán de cumplir con las imposiciones norteamericanas que hacen destellar su eximio espíritu lacayo sobregira, y en mucho, su disponibilidad de activos políticos. Pobre Colombia.

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