El silencio de los inocentes
Se pretenden silenciar las muertes ocurridas en chuquisaca, como hasta el momento se ha acallado el asesinato todavía impune de Christian Urresti; crímenes que han sido perpetradas por militares y turbas enardecidas bajo el mando de miembros del Ejecutivo. Con la intención de seguir silenciando a los ciudadanos que no aceptan acciones antidemocráticas se perpetró el secuestro de Roberto Sánchez, acusándolo de un rosario de supuestos delitos, sin que estos hubieran sido ni siquiera objeto de una demanda judicial.
El gobierno está actuando contra chuquisaca bajo el móvil de la venganza, haciendo a este pueblo blanco de todo tipo de ataques y acciones con las que demuestra que está guiado por una actitud agresiva, rencorosa y nada magnánima.
Si antes ya se podían apuntar algunas conductas que daban muestra de que el actual presidente y sus allegados tienen un temperamento dominante, de ánimos encendidos, propensos a sentirse heridos y con poca capacidad para entender las críticas que sus políticas han provocado en la población, hoy nos alerta la poca capacidad de los miembros del Ejecutivo para entender que los demás no siempre van a pensar como ellos y que por lo tanto no tienen porque obedecer sin más sus órdenes.
Estas actitudes han dado como resultado un estilo de gobernar que en nada favorece a los bolivianos y que muy por el contrario está provocando una avalancha de atropellos.
El presidente desea que lo idolatren, que todo lo que él dice no solo sea aplaudido sino de estricto y obligatorio cumplimiento: En otras palabras esta es la esencia que lo está moviendo a actuar con discrecionalidad, sin contemplar las voluntades ajenas y sin compasión por el pueblo que tiene que padecer el efecto de sus excesos y su omnipotencia.
Los señores del gobierno creen que todos deben padecer sus ataques de ira, que todos deben cuadrarse y caer rendidos a sus pies. Estas actitudes son las que los llevan a acciones destructivas, a que expresen que les estorban las leyes que no están hechas a su medida.
Los poderes totalitarios son arbitrarios y no se inclinan por labrar relaciones duraderas, razón por la que reniegan de la institución del matrimonio y de la familia, a las que como máxime reducen a una referencia obligada sin valorarla adecuadamente.
Bolivia se vapulea y se estremece ante el desgobierno, ante el sino de tiempos en los que se siembran arbitrariedades e injusticias.
Nuestro país está entrando en un proceso marcado por el desconocimiento de las leyes y del respeto a los derechos. El presidente y su gabinete se han quitado la máscara y muestran la cara amenazante de quienes pretenden pasar por sobre todos los valores y las normas.
La manera en la que están tratando hoy el tema de Sucre, es una nueva muestra de imposición e irrespeto por la voluntad de los pueblos que conforman Bolivia. La artillería del gobierno está actuando de modo inmisericorde, sin reparar que está enfrentando a hermanos, a campesinos y citadinos y entre sí, sólo por sed de venganza, sin reparar en los efectos nocivos y el daño que traerá este tipo de inconducta.
El conflicto con Sucre se está pasando de castaño a obscuro, de tal manera que por instigaciones del Ejecutivo El Alto ha convocado a un paro de 24 horas para el lunes 9, rechazando la liberación de Roberto Sandóval López, acusado de ser el cabecilla de las agresiones contra los campesinos en Sucre y ataques a autoridades gubernamentales. El activista antes mencionado fue aprehendido sin orden de detención, sin haberse iniciado un proceso y el ministro Rada fue el primero en desconocer el derecho al debido proceso declarando tras su liberación que lamentaba que un juez hubiera cumplido con su deber de darle libertad.
Recordemos también que el secuestrado tuvo que ser disfrazado para evadir a una turba congregada que pretendía lincharlo amparándose en la práctica de justicia comunitaria a la que ha estado haciendo referencia el gobierno de manera reiterada, exigiendo su inmediata aplicabilidad. Alertamos que esta práctica ha cobrado muchas víctimas como fruto de vendetas políticas o de encubrimientos, o como medida de amedrentamiento, de terrorismo político, o como un método represivo de fácil aplicación en manos de los comandos de inteligencia o de turbas enardecidas por las instigaciones que reciben de parte del mismo gobierno.
Los desmanes y resentimientos de Evo y sus seguidores están destruyendo el tejido y las relaciones sociales en un acelerado proceso marcado por la violencia, el dolor y la falta de respeto a los derechos humanos.
Con estas prácticas pretenden acallar a los inocentes.