Opinión Internacional

Ahmanidejad

Nuestro Führer se queja de que Ahmanidejad fue objeto de una emboscada en la Universidad de Columbia. ¿Olvida acaso las múltiples emboscadas que él y sus seguidores han lanzado al sector de nuestra sociedad que se le opone? ¿Olvida que las discusiones sobre su reforma Constitucional sólo se dan entre partidarios de ella y que cualquier voz discrepante es acallada con gritos y agresiones? ¿No es una emboscada a la mitad de los venezolanos la apresurada aprobación de la Reforma por la Asamblea Nacional, que recibe a la oposición a puertas cerradas y encadena la radio y la televisión sólo para lanzar loas a la reforma y no para oír objeciones?
Pero eso es lo que mas duele del ejercicio del Poder que nos gobierna: que miente en todas las direcciones. O pronuncia medias verdades para regocijar a su audiencia cautiva y a la vez buscar el apoyo de los que, desde otros países, se complacen en oírlas y aprovechan para absolver al que las pronuncia, ejerciendo así la cara más siniestra de loa hipocresía ideológica, ejercida desde siempre en el mundo de las relaciones internacionales. Una muestra: la visita de Kevin Spacey al Líder, subyugado por esas medias verdades.

No, la Universidad de Columbia no tendió ninguna emboscada. Acogió en su seno a un dictador para oír sus motivos, teniendo a la vez la valentía de decirle, sin hipocresías, lo que los líderes democráticos de la institución pensaban de él y de sus posturas políticas. Lo emplazaron a pronunciarse sobre sus intenciones respecto al Estado Judío, sobre los derechos de las minorías, de las mujeres, de aquellos que se oponen a una mafia clerical que actúa según prácticas inquisitoriales. Y el dictadorzuelo respondió con evasivas hasta llegar a decir la estupidez de que en Irán no hay homosexuales como los que hay en USA. Esa si es estupidez, no la pregunta de un periodista extranjero que quiere que el Führer explique porqué regala nuestro dinero. Los iraníes son entonces de otra especie humana, o, más simplemente, están obligados a quedarse en uno de los múltiples closets que su revolución ha creado.

Y, mientras oía las palabras de este personaje funesto recordaba la imagen de los ahorcados públicamente en Teherán que recientemente recorrió el mundo, pendiendo los cadáveres de modernas grúas telescópicas, mostrando al mundo el derecho a matar sin apelación posible, como escarmiento, como fundamento de una “moral social”. ¿Es eso lo que nos hermana con Irán?

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