Opinión Internacional

La nueva Trinidad

Sir Halford John Mackinder (15 de febrero de 1861 – 6 de marzo de 1947), fue un famoso geógrafo inglés, creador de la teoría de la geopolítica. En 1919 publicó Los ideales democráticos y la sociedad donde se encuentra su frase más repetida: «Quien gobierna a Europa Oriental comanda el corazón de la Isla Mundo (Europa, Asia y África). Quien gobierne ese corazón, comanda la Isla Mundo. Quien gobierne a la Isla Mundo comandará al mundo.”

La tesis del corazón de Europa fue tomada entusiastamente por Karl Haushofer y se esparció entre todos los países que veían en ella la manera de expandir sus propios imperios. Uno de estos acólitos fue el brasileño general Golbery do Couto e Silva. En la época de la última dictadura militar en ese país, propuso que Brasil debía controlar de alguna manera el corazón de Sudamérica, el cual situó en Bolivia. De ahí los regímenes militares impuestos en este país, que finalmente se desmoronarían victimas de su propia corrupción y del tráfico de estupefacientes. Tales ideas, sin embargo, también influenciaron el pensamiento de la izquierda de entonces. Por eso Ernesto Guevara intenta tomar Bolivia como base para una conquista del continente. Fracasó y fue asesinado.

El eje tripartito que hoy vuelve a intentarse parece tener su basamento en dichas ideas. Bolivia se torna fundamental, no sólo por ser un país con una mayoría aborigen irredenta, sino por controlar una de las mayores reservas de gas, además de ser la hija predilecta de Simón Bolívar.

Bolívar y la contrarrevolución mercantilista

Hoy los pueblos imposibilitados por sus culturas de realizar un desarrollo moderno han vuelto sus ojos a los sacerdotes y a los guerreros. Ambos se dan la mano en las tesis mercantilistas y en el Estado darwiniano de Haushofer. “Entre los aztecas y los incas, como entre los mayas, los guerreros y los sacerdotes conformaban el grupo privilegiado y ejercían el gobierno. La mayoría de la población, compuesta por campesinos y trabajadores urbanos, debía entregar fuertes tributos en productos y trabajo. Estas sociedades estaban organizadas y gobernadas por fuertes Estados teocráticos, llamados así porque toda la autoridad residía en los sacerdotes y porque el jefe del Estado era considerado como un dios. Por esto, las primeras ciudades se organizaron alrededor del centro ceremonial o templo. Los templos eran edificios que tenían funciones religiosas y también económicas, dado que almacenaban y distribuían los productos tributados por los campesinos.”

Lo que emprenden Bolívar y todos los mantuanos en 1808 es un movimiento de oposición a la revolución. ¿A cuál revolución? Pues a la francesa que, con Napoleón a la cabeza, había invadido España y destronado a sus monarcas. Porque Napoleón, no lo olvidemos, es un general revolucionario. Es hijo de la Revolución. No quiere, sin embargo, los excesos del Terror ni la debilidad del Directorio. Su Imperio no es un retorno al régimen divino de los reyes. Es emperador de los franceses. Su Imperio es la dictadura de la república. Algo similar a la de Julio César. Y al igual que el emperador romano, Napoleón también instaura un sistema plebiscitario de partido popular. Es, quizás, la primera edición moderna del fascismo, claro sin contar como Mussolini o Hitler con los medios radioeléctricos y de propaganda para controlar a las masas.

Nuestra Independencia es, pues, una contrarrevolución de las derechas en contra de la burguesía, la verdadera izquierda. Pero esa contrarrevolución es derrotada por los seguidores de Boves y Monteverde, que son los revolucionarios sociales de aquella época. ¿Qué hace Bolívar entonces? Se marcha a la Nueva Granada a pedir auxilio a su oligarquía. Con tropas neogranadinas, con Ricaurte y Girardot, emprende la llamada Campaña Admirable. Esa primera guerra de independencia es similar a la emprendida en España en contra de los invasores franceses. Termina con la derrota de Napoleón y con la llagada de Pablo Morillo a Venezuela. Es entonces cuando los venezolanos comienzan una segunda guerra de independencia, esta vez sí, contra España, con la ayuda invalorable de Gran Bretaña.

Bolívar se exilia en esa isla británica y se propone conseguir ayuda para su proyecto. ¿Cuál es este proyecto? ¿Uno revolucionario? No. Quiere una república independiente de España, pero controlada socialmente con un sistema político al estilo inglés. Porque cree que en Gran Bretaña todavía gobiernan los nobles. No sabe que es mera apariencia y que el poder verdadero está en manos de la burguesía. Este error desquiciará el proyecto, pues los ingleses, luego de obtenida la derrota de España, prefieren gobernantes consustanciados con la libertad de mercado.

El triunfo de la República burguesa

Por eso la república constituida en 1830, al separarse de Colombia, es marcadamente liberal. Por eso, acusar a José Antonio Páez de traicionar el proyecto bolivariano es una necedad, porque Páez nunca formó parte de ese proyecto. Cuando Pablo Morillo llega a Venezuela en 1815, Páez se da cuenta que todo volverá a ser como antes de 1810. No puede aceptarlo. Se retira a los llanos y espera tiempos mejores. La caballería llanera será la base de su poder. Ascendido a general en Jefe en Carabobo se hace del gobierno de Venezuela, mientras Bolívar persigue su delirio en el Chimborazo y Ayacucho. Cinco años más tarde los ingleses se han convencido de que Páez no es un español sospechoso de la pérfida Albión y se deciden a educarlo a su imagen y semejanza. Comienza entonces para Venezuela un nuevo tiempo. La llamada IV República constituirá la primera revolución burguesa exitosa de la América hispana. Durará cuarenta años. Lo interesante es que nuestros historiadores han llamado oligarcas a los revolucionarios y revolucionarios a los oligarcas. Mientras en el mundo las tesis económicas revolucionarias son el neoliberalismo y la globalización, en Venezuela el paradigma del gobierno es una especie de neomercantilismo sucesor de Colbert y Luís XIV. Cuando Europa se descentraliza en autonomías, en Venezuela se quiere restaurar el Estado centralista que, dueño de las vastas riquezas del subsuelo, pretende no necesitar a la única fuente de trabajo bien remunerado: la burguesía industrializadora.

Este Pacto tripartito que se intenta entre Cuba, Venezuela y Bolivia, similar al designio de Mussolini, Hitler y Franco, está condenado. El mercantilismo y la autarquía son tesis que dejó atrás el capitalismo y el comercio internacional. No es quien controla el corazón de Europa quien domina el mundo. Son los mares. En la antigüedad y el Medioevo, el poder en Europa se concentró en el Mediterráneo. Grecia y Roma debieron su poder a su posición en ese mar. Los imperios de Holanda, Portugal, España e Inglaterra fueron resultado de su aventura oceánica. Estados Unidos y Japón se discutieron el dominio del Pacífico. El primero resultó victorioso, pues pudo controlar con sus recursos todos los océanos.

P.D.

Las elecciones en Colombia

No es mi intención aguarle la fiesta a nadie. La oposición en Venezuela está contenta. Álvaro Uribe ha sido reelecto. Sin embargo, de acuerdo con la opinión prevaleciente en diciembre del año pasado, luego de las elecciones parlamentarias, esa misma oposición, una elevada abstención debería invalidar las elecciones. En el caso colombiano, esa abstención fue del 57 por ciento. Mucho más que la mitad no fue a votar. El presidente Uribe obtuvo 7,2 millones de votos, de un total de 26,7 millones de votantes aptos para votar. Esos 7 millones y pico no son sino un 26,97 por ciento del total del electorado, cifra ésta muy por debajo de la obtenida por Chávez en cualquiera de los comicios a los que se ha sometido. Ésa ha sido siempre la historia de Colombia y la raíz de la violencia.

*Santiago Ochoa Antich es diplomático de carrera, politólogo, periodista y miembro de Debate Ciudadano. Fue Embajador de Venezuela en Austria, Canadá, Jamaica, Paraguay, San Vicente y las Granadinas, El Salvador y Barbados.

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