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La lucha continúa

Los vientos del 24 de enero de 1848, cuando una turba afecta al gobierno de entonces asaltó al Parlamento controlado por la Oposición, soplaron sobre la Asamblea Nacional (AN), también controlada por la Oposición, cuando el 5 de julio sesionaba por la celebración de los 206 años de la Declaración de la Independencia de Venezuela. Los llamados “colectivos armados”, que apoyan a  la dictadura ahora encabezada por Nicolás Maduro, invadieron el recinto parlamentario y agredieron físicamente a diputados y empleados de la AN. El infamen encargo se cumplió con la complicidad del Comando de la Guardia Nacional  que tiene la responsabilidad de garantizar la seguridad de la representación popular.

En esta ocasión, el atentado contra el Parlamento tuvo una nota de cinismo. En el desfile militar (la historiadora Inés Quintero recordó en su discurso de orden en la AN que fue la Junta Militar de 1949 la que introdujo el desfile  militar a la celebración del 5 de julio,  una fecha “esencialmente cívica y republicana”, que ya es  “tiempo de eliminar”),  realizado en la Avenida Los Próceres, que se trasmitía en cadena de radio y TV e impedía el conocimiento en vivo de lo que estaba pasando en la AN, el señor Maduro dijo, poco después de las 2 de la tarde, que se le informaba que “unos hechos extraños” de violencia  ocurrían en el Capitolio, que él condenaba y ordenaba investigar. La conducta farisaica de quien ocupa fraudulentamente el solio presidencial quedó en evidencia cuando el asedio y el secuestro de diputados y empleados de la AN se mantuvieron hasta pasadas las 7 de la noche, sin que algún cuerpo de  seguridad del Estado hubiese actuado, en las cinco horas transcurridas después de la declaración de Maduro, para neutralizar o dispersar a los “colectivos” apostados a las entradas del palacio legislativo.

La comunidad internacional reaccionó de inmediato, expresando su estupefacción y condena del insólito atropello, calificado por Monseñor Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, como “delincuencial y demencial”. La ONU, la OEA, la Unión Europea, la Unión Interparlamentaria Mundial, Mercosur, gobiernos democráticos, ex-presidentes y ex-jefes de gobierno, hicieron pronunciamientos similares. Tenía que alarmar que en pleno siglo XXI la barbarie pudiese ser protagonizada por quienes pareciera que todavía esperan traspasar la raya del homo sapiens.

Pretendiendo lavarse la cara ante la opinión internacional y bajar la presión de la protesta interna popular y el entusiasmo por el referendo consultivo del próximo domingo 16, la dictadura le ordenó al TSJ la decisión madrugadora del sábado pasado  de sacar de la cárcel militar de Ramo Verde a Leopoldo López y someterlo a prisión domiciliaria por el resto de la pena de casi 14 años que se le impuso.

Ilusión inútil.  El mundo ya conoce de sobras a la dictadura que rige los destinos del país, y la MUD, por su parte, al manifestar la satisfacción de todos porque Leopoldo  esté ahora reunido con su familia, ha ratificado que con “perseverancia y resistencia” va a continuar la lucha por el rescate, que se siente inminente, de la libertad y la democracia.

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