Economía

Energía contra la salud

Casi el 2% de las muertes que se producen en el planeta tienen relación con la contaminación, el mismo porcentaje que el que ocasionan enfermedades como el Sida o la malaria. Más de 2.400 millones de personas en todo el mundo ven dañada su salud porque carecen de acceso a energía limpia. Éstos son sólo algunos de los efectos que el uso y el abuso de energías contaminantes producen en las personas. La energía se vuelve contra los hombres.

La llegada de los combustibles fósiles hace 250 años, y su integración en la vida diaria, supuso cambios a todos los niveles, incluyendo el de la salud de los ciudadanos. Algunos problemas que amenazan a los países ricos derivan de un uso excesivo de energía. Existen millones de personas enfermas debido a la elevada contaminación que sufren las ciudades en las que viven. Según un estudio publicado en The Lancet, vivir a menos de 50 metros de una gran arteria urbana, o a menos de 100 de una autovía, duplica el riesgo de morir por un problema respiratorio o cardiovascular. De la misma forma, montar en bicicleta puede causar episodios cardiacos debido a la contaminación ambiental que hay en las ciudades.

Los efectos de las energías son también un problema en los países empobrecidos. Paul Wilkinson, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, explica que las conexiones con la salud se producen en todos los estadios de la generación de energía, su distribución y su uso. Por ello, también la falta de energía es un problema. Más de 1.600 millones de personas contraen enfermedades derivadas de la falta de refrigeración para sus alimentos.

A este hecho, habría que añadir los efectos derivados del cambio climático, que se ven agravados por el uso de estas energías poco limpias. El estudio dice que el calentamiento global del planeta podría impulsar una serie de problemas de salud. Las olas de calor extremas pueden aumentar la incidencia de enfermedades por consumo de agua contaminada y por picaduras de insectos.

Una primera solución pasa por el desarrollo de políticas internacionales encaminadas a reducir las emisiones de gases contaminantes, frenando así el efecto invernadero. Por ejemplo, y a nivel inmediato, una primera medida podría ser la regulación del tráfico, ya que éste es un sector clave en la emisión de gases de efecto invernadero. Según datos de España, el transporte consume el 36% de la energía final y es el sector económico donde el consumo crece más. Con relación a este fenómeno, las emisiones a causa del uso del coche han crecido en los últimos 10 años más de un 60% y convierte al sector en uno de los principales responsables del aumento de la contaminación.

El impulso a las energías renovables a largo plazo también es un factor importante, como señala el informe “éstas pueden satisfacer la demanda de energía de determinados países y contribuir a la disminución de la polución y a frenar el cambio climático”.

Existen también medidas que a nivel individual podemos tomar todos como ciudadanos. La primera de ellas pasa por tomar conciencia del problema. Como dice el estudio “la transición hacia el uso de una energía limpia es lo prioritario, pero insuficiente para lograr un desarrollo sostenible. Es necesario que las futuras generaciones sean capaces también de percibir estos problemas y logren introducir los cambios necesarios en situaciones críticas”. Pero, a nivel práctico, se pueden ya tomar acciones. La reducción del consumo de carne roja no sólo podría ayudar a nuestra salud, sino también a la salvación de nuestro planeta. La explicación es fácil: el sector ganadero genera el 22% del global de emisiones de efecto invernadero. El uso del transporte activo, andar o el uso de la bicicleta, o público, puede contribuir no sólo a mejorar nuestra salud sino a que vivamos en un ambiente más limpio y salvemos el mundo.

El uso de las energías fósiles y el cambio climático son dos agentes invariablemente unidos. Pero ahora hay que añadir un tercero: la salud. Las soluciones a estos tres grandes factores van unidas, ya que son partes de un mismo problema. Así, si el cambio climático no es capaz de asustarnos lo suficiente por considerarlo lejano, o si el precio del petróleo no nos anima a usar el transporte público, al menos hagámoslo por nuestra propia salud.

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