Mitos y realidades sobre la agricultura
A nivel nacional, y hasta en libros de texto, se le da a la economía agrícola un tratamiento que casi la hace equivalente a la comercial y a la industrial, los cuales son necesarios para entender los asuntos del campo, pero no son lo mismo a pesar de la interrelación que hay entre ellos. Veamos algunos puntos sobre la actividad agrícola antes de pintarnos
paraísos o infiernos artificiales. Por supuesto que predominan los puntos
malos, porque por algo el campo está tan mal.
- 1.- La agricultura es una actividad incómoda y peligrosa. Según estudios
realizados en diversos países (no tengo la fuente a la mano porque la
escuché por radio), la agricultura es el tercer oficio más riesgoso para
la
vida, después de la minería y la construcción. Además, a la mayoría de la
gente le incomoda estar trabajando ensuciándose las manos con tierra,
animalitos, hormigas, cacas, los propios productos que después nos llevamos a la boca, etc., y tomando tanto sol.
2.- La rentabilidad no es alta, y a menudo, recapitalizan con otros
negocios. Hay muchos que se dedican a la agricultura por «hobby», para
decirlo de alguna forma, o como una actividad subsidiaria o primaria de la
principal. Por ejemplo, si estoy metido en el negocio textilero,
aceitero,
o de supermercados, muy probablemente me terminaré enredando en la
agricultura. En esos casos, así como otros que tienen otras áreas de
ocupación, hay otra actividad subsidiando a la agrícola, es decir, que si
dejamos ese negocio por sí solo, no es rentable. No obstante, esto no es
una verdad absoluta, y hay muchos que se enriquecieron o que formaron su
fortuna urbana en base a la agricultura y la ganadería. Cuando se reciben
subsidios gubernamentales, también es una recapitalización con fondos
provenientes de otras actividades, como del petróleo.
3.- Otras actividades son preferibles. La rentabilidad del campo, en caso
de ser alta, no es muy segura, y está sujeta a riesgos y oscilaciones,
tanto
económicos como de mercadeo y climáticos. Estas cosas no influyen tanto
para quien vive en la ciudad y/o a labores urbanas propiamente dichas, si
es
que le llegaran a afectarlos, como sería el caso de los maestros,
militares,
funcionarios públicos, abogados, especuladores bursátiles, secretarias,
etc.
Y si de negocios se tratara, la agricultura no es la única manera de
hacer
dinero, sino que hay miles de otras formas de ganar real, como ser
buhonero,
médico, vendedor de juguetes importados, corredor de seguros, obrero de
construcción, minero, fabricante de ropa, dueño de mercería, etc. Si
consideramos todas las actividades económicas, la agricultura es la más
antigua de todas, y no vamos a competir en el mundo cibernético y espacial
del tercer milenio después de Cristo con herramientas y actividades del
tercer milenio antes de Cristo.
4.- A nivel internacional, no podemos competir por falta de economías de
escala. Los productos del campo son los más sujetos a restricciones en el
comercio internacional, así que, en gran medida, el mercado de los productos
agrícolas es nacional, y muchas veces, local. Por ejemplo, por mejores
terrenos que tengamos en Venezuela, debemos producir comida para Venezuela,
y no para Latinoamérica ni el mundo. Si sobredimensionamos nuestra
producción, con la esperanza de abastecer al mundo entero porque tenemos
claras ventajas absolutas, nos pueden venir restricciones, como le sucedió a
Venezuela con el atún, así que lo más prudente es pensar en un mercado de 24
millones de personas y no en 500 ni en 1.500 millones de bocas, aunque
podamos abastecerlos en algún rubro. Sólo se salvan ciertos productos que,
por razones climáticas, se producen aquí, y donde tenemos un excedente que
tiene pocos obstáculos en los mercados internacionales, como el cacao y el
café. Dado que tenemos pocos habitantes para tantos terrenos aptos para la
agricultura, debemos ser prudentes al momento de hacer las inversiones,
porque nos podemos llevar un gran chasco por la falta de economías de
escala, especialmente si tratamos de competir con pequeñas plantaciones
locales, que maximizan los costos medios por unidad de producto, y podamos
terminar con que toda la gente que comenzó a trabajar en la agricultura
acabe abandonando esa actividad porque se habían arruinado. Recordemos
que las grandes potencias agrícolas en el mundo están basadas en plantaciones
de extensas superficies trabajadas intensivamente, con grandes inversiones de
capital. Apostar a usar las pequeñas haciendas (o fincas) y los conucos
como armas para penetrar los mercados internacionales es destinarnos al
fracaso.
5.- La seguridad jurídica y personal es baja. En las grandes ciudades
venezolanas la delincuencia está desbordada, y muchos pensarán que en el
campo la vida es más tranquila. Tal vez sea menos agitada, pero no debemos
pensar que está exenta de problemas ni debemos confundir «campo» con
«pueblo» (o aldea). En el campo son frecuentes los robos de cosechas y de
animales, la invasiones que conocemos por televisión, y las pequeñas
invasiones de vecinos, que un día penetran dos metros, y al mes cinco por
el
otro lado, y así siguen. Eso se da a cada rato, y también el que cosecha
en
terrenos vecinos, etc., etc. Hay veces que estos problemas terminan
llevándose la vida de alguien. Y eso que aquí no hemos mencionado ni nos
vamos a referir al tema de los secuestros fronterizos ni las invasiones
organizadas por los polítiqueros.
6.- Las generaciones de relevo son cada vez menores, y el campo se está
despoblando. Cuando las ciudades se van desarrollando, los campesinos se
dan cuenta que su vida es dura, y tratan que sus hijos lleven una vida mejor
enviándolos a áreas urbanas; la gran mayoría termina en los barrios
marginales, porque a pesar de todo, hay mucha diferencia con el nivel de
vida que llevaron en las áreas rurales, a dos o tres horas de camino a pie
para tomar los rústicos que por allí pasan ocasionalmente. Por otra parte,
los hijos de los campesinos ven televisión o escuchan la radio, y se dan
cuenta que la vida fuera de su entorno es más cómoda, así que en la primera
oportunidad, se fugan. Muchas veces, los propios padres incentivan esos
deseos, y ellos mismos se van después. Otras veces, por los bajos
incentivos económicos que brinda el campo, o diversificando sus inversiones,
ingresan en otros negocios, y como les va mejor, abandonan la actividad
agrícola y se dedican a otras de características urbanas, ya sea en
ciudades, en los pueblos, o en el mismo campo. Aquí tienen su origen muchos
prestamistas y financistas, así como industriales, urbanizadores y
profesionales universitarios.
Anécdotas
No sólo nos dedicamos a cuentos ocurridos en Venezuela, sino que también,
podemos trascender las fronteras, para contar una anécdota rural de otros
países. Tenemos que a lo largo de la historia y de la trayectoria de la
humanidad, han nacido personas con anormalidades que los diferencian del
resto de la gente. Tal vez se deba a que el homo sapiens sapiens es una
especie relativamente nueva sobre la tierra.
Pues bien, dado que también hay pensamientos y supersticiones a lo largo de
la historia, el comportamiento social ha sido diferente ante los que
tienen
diferencias con el resto. Por ejemplo, en muchas antiguas sociedades
paganas, sacrificaban a los niños nacidos anormalmente a los supuestos
dioses; otros los consideran como manifestaciones malignas, y les temen y
rechazan; otros, más irresponsables, se aprovechan de ellos, por ejemplo,
explotándolos laboral o sexualmente; hay veces que los lapidan; y así por el estilo.
El caso al que nos referiremos hoy sucedió en las cercanías del pueblo de
Los Silos, en la isla de Tenerife, Canarias, España, y nos fue contado por
la señora Luz o María (tiene papeles con ambos nombres, y supera los 80 años
de edad), que actualmente vive en Chacao, estado Miranda, quien dice que la
conoció hace más de 70 años. Se trata de María la vaca.
Su supuesto origen, según la versión de sus familiares, es que había un
joven de la familia que mantenía relaciones con una vaca (pecado condenado
gravemente en la Ley de Moisés); al percatarse que se quedó preñada, emigró
a la isla de Cuba, que entonces pertenecía a España, y le informó a su padre
que vigilara la vaca cuando naciera su cría. Llegó a la isla antillana, y
desde allá escribió preguntando por la vaca, y le informaron que parió una
niña, que llamaron María, conocida luego como «María la vaca», que la
criaron como a alguien más de la familia.
La señora Luz (o María) jura la veracidad de esta versión, y la conoció,
como también la conoció su coterráneo, el señor Felipe Lorenzo (de más de 70 años de edad), quien también vive en Chacao. Supuestamente, nuestro
personaje combinaba características físicas humanas con las de una vaca.
La ciencia niega la posibilidad de que dos especies tan distintas puedan
combinarse y dar híbridos. En lo personal, yo tampoco creo en esa historia, y tengo otra interpretación, pero así me contaron María (o Luz) y Felipe, y así lo repito.