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Uruguay: «Llegó la hora de hacernos cargo»

Acompañado por 4000 jinetes y un impresionante ritual republicano, asumió el nuevo gobierno en Uruguay. El presidente Luis Lacalle Pou se enfrenta al desafío de unir no solamente al país sino también a su heterogénea coalición. En su discurso de toma de mando destacó la seguridad interna, la reactivación y la reforma de la enseñanza como principales objetivos de sus reformas. El hecho de que uno de los partidos políticos tradicionales más viejos de Latinoamérica liderado por un político profesional se haga cargo del nuevo gobierno constituye una excepción en un continente en el que se observa la disolución de las estructuras partidarias tradicionales y la pérdida de prestigio de las instituciones democráticas.

El discurso de asunción del nuevo presidente del Uruguay frente a la Asamblea General (ambas Cámaras que componen del Poder Legislativo en el país) fue directo y sin adornos retóricos. El mensaje fue inequívoco. Acá llega un hombre con un plan claro, que desde el primer momento sostendrá firmemente las riendas. Con una voz de a ratos vibrante, Lacalle Pou apeló a la tradición de su país, al diálogo con todos los partidos y también a la necesidad de reformas profundas para armar a su país para los nuevos tiempos.

La toma de mando del nuevo presidente uruguayo el 1.º de marzo no fue solamente un espectáculo impresionante sino también un cambio de época política. Después de 15 años de gobierno del Frente Amplio, Luis Lacalle Pou y Beatriz Argimón dirigen una coalición de diversas fuerzas políticas. Argimón es la primera mujer elegida para el segundo cargo del Estado, en la historia del país.

Al finalizar su juramentación frente al Parlamento, el presidente saliente Tabaré Vázquez entregó la banda presidencial a Lacalle Pou frente al júbilo de numerosos partidarios presentes. En camino del Parlamento a la Ciudad Vieja, 4000 jinetes llegados desde todo el interior del país escoltaron a Lacalle Pou y Argimón. Este gesto inédito recuerda no solamente a la tradición gaucha, tan importante para la identidad nacional, sino que muestra claramente a quién el presidente debe agradecer en gran parte su ajustado triunfo del 24 de noviembre de 2019, es decir, al Uruguay profundo, que se sintió abandonado muchas veces por el gobierno anterior.

Una familia política

El éxito político no es una novedad para la familia del abogado Lacalle Pou, que con 46 años es el presidente más joven del Uruguay desde la finalización de la dictadura en 1985. El viejo Ford del año 1937 que trasportó al nuevo presidente a la ceremonia de toma de mando ya había prestado el mismo servicio en 1990 a su padre, el expresidente Luis Alberto Lacalle. El auto fue utilizado también por Luis Alberto de Herrera, bisabuelo del presidente actual y político relevante en la primera mitad del siglo pasado.

A pesar de las tradiciones, Lacalle Pou realizó una campaña electoral dinámica y moderna, lo que se reflejó en un manejo muy profesional en las redes sociales. El apasionado surfista usa el pelo algo largo y prefiere prescindir de la corbata. Lacalle es un buen comunicador y constructor de puentes. Así logró unir y conducir las fracciones a menudo enfrentadas del tradicional Partido Nacional, fundado en 1836. Las imágenes de Lacalle abrazando no solamente a sus ministros sino también a contrincantes políticos y numerosos espectadores, dicen mucho del estilo del nuevo presidente. Al mismo tiempo, Lacalle Pou no rehúye la confrontación política abierta en caso de necesidad. Estas dos facetas se expresaron claramente en su discurso inaugural. Por un lado, el nuevo jefe de Estado subrayó que no quería realizar un gobierno de la otra mitad después de los 15 años de Frente Amplio. Por otro, dejó claro que «estamos aquí para continuar lo que se hizo bien, para corregir lo que se hizo mal y, sobre todo, para hacer lo que no se supo o no se quiso hacer en estos años».

Coalición heterogénea

Lacalle Pou va a requerir de su capacidad de mediador para mantener unida su heterogénea y compleja coalición. Su coalición multicolor, como la bautizó hábilmente desde el punto de vista comunicacional, comprende un amplio espectro ideológico, desde lo liberal hasta lo conservador tradicional, y también tendencias populistas de derecha.

Un hecho inédito en Uruguay fue la unión de los históricamente antagonistas partidos tradicionales Nacional (PN) y Colorado (PC). Una campaña electoral orientada a la capacidad y a la cooperación, y ante todo la voluntad de enfrentar al Frente Amplio como adversario común, hicieron posible la superación del histórico antagonismo. Más complicada será la cooperación con el recientemente fundado movimiento Cabildo Abierto (CA) del exgeneral Guido Manini Ríos. Mediante una campaña con retórica de mano dura y con alusiones populistas y militaristas, Cabildo Abierto alcanzó casi 11,5 % de los votos emitidos en su primera presentación en octubre de 2019. Esto constituyó una sensación en el tradicional sistema partidario del Uruguay. Lacalle Pou lideró un corrimiento del Partido Nacional hacia el centro político. Ahora, el PN representa el socio más fuerte de la coalición con 30 de 99 diputados (y 10 de 30 senadores). Sin embargo, Lacalle necesita no solamente los votos del Partido Colorado (13 diputados y 4 senadores), sino especialmente los de Cabildo Abierto (11 diputados y 3 senadores) para alcanzar la mayoría parlamentaria. Dos pequeños partidos con un diputado cada uno completan la coalición de gobierno.

Seguridad, economía, educación

En concordancia con los énfasis durante su campaña electoral, Lacalle dejó claro en su discurso de asunción que la seguridad interna, la reactivación económica y la mejora del sistema educativo constituyen las áreas prioritarias en su agenda política.

El tema de la seguridad fue prevalente como ninguno en la campaña electoral, y es considerado por numerosos expertos como factor clave para el triunfo de Lacalle Pou. El contexto para este resultado fue el deterioro de la seguridad en el país. Según estadísticas oficiales, en los últimos cinco años la cifra de rapiñas creció un 53 % y la de los asesinatos un 46 %. Es preocupante que la mitad de los asesinatos se relacionen con bandas criminales y tráfico de drogas. Esto afectó especialmente la periferia de la capital, donde se encuentran los sectores socialmente vulnerables, a menudo desilusionados por el Frente Amplio que tradicionalmente tiene allí una base electoral significativa. La promesa de Tabaré Vázquez de combatir a la criminalidad había dado lugar a expectativas que no fueron cumplidas. El tratamiento de este tema por parte de Lacalle Pou durante la campaña electoral logró incluso aceptación de partidarios del Frente Amplio. La decisión del presidente de nombrar como ministro del Interior a su exrival dentro del partido, Jorge Larrañaga, político con un fuerte perfil respecto al tema seguridad, se valora como hábil movimiento estratégico.

Uruguay necesita urgentemente reformas estructurales que reduzcan el déficit estatal y consoliden el presupuesto nacional. De acuerdo con cifras oficiales, en 2019 el endeudamiento interno ascendió a 4,6 % y superó con eso el límite de 3 % admitido en el marco del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea. Desde 2014, el endeudamiento del Uruguay subió del 61 al 71 % del PIB. La inflación se mantuvo en los últimos años en el entorno de 7,5 %. Además de esto, el mercado laboral uruguayo muestra señales de debilitamiento. En 2019, la desocupación ascendió a 8,9 %, lo que constituye la cifra más negativa en los últimos doce años. Especialmente afectados por esto son los jóvenes menores de 24 años, entre los cuales la desocupación es de 27,7 %.

Por estas razones es enorme el desafío para Azucena Arbeleche, nueva ministra de Economía y Finanzas (una de las solamente dos mujeres integrantes del gabinete ministerial de 14 miembros). En el ámbito de la consolidación del presupuesto y la mejora del clima de inversión para empresas del exterior, seguramente habrá consensos en la coalición de gobierno. El margen de maniobra para la mencionada consolidación está limitado por el compromiso de prescindir de aumento de impuestos. La liberalización del sector energético (tradicionalmente en manos del Estado) y reformas laborales seguramente van a provocar resistencia de los sindicatos, que en Uruguay son muy fuertes.

Finalmente, Lacalle Pou prioriza la reforma del sistema educativo y declaró estado de emergencia por los altos índices de deserción escolar y el descenso en la capacidad de aprendizaje. Las pruebas PISA dieron resultados muy desilusionantes y no muestran progresos en los últimos 15 años. El aumento del presupuesto de la enseñanza (del 2,5 % del PIB en 2004 al 4,9 % en 2017) no se reflejaron en mejores resultados, sino en aumentos salariales y más contrataciones. Hasta ahora fracasaron todos los intentos de reforma profunda del sistema de educación pública. El poderoso sindicato de profesores de secundaria ADES ya anunció su rechazo a las reformas antes de que fueran discutidos los detalles de la reforma educativa.

Nuevos tonos en la política exterior

En relación con la política exterior del Uruguay se espera un cambio de orientación significativo comparado a los últimos 15 años. Durante la administración del Frente Amplio el gobierno mantuvo relaciones desde neutrales hasta de apoyo abierto a regímenes autoritarios de izquierda del eje bolivariano como Cuba, Venezuela y Nicaragua. Un viraje claro respecto a esta política fue una de las primeras señales de Lacalle Pou. El nuevo presidente dejó claro que no quería saludar durante su asunción a representantes de «dictaduras». De esta forma, en La Habana, Caracas y Managua no se recibieron las invitaciones del caso.

Una señal importante del discurso de toma de mando de Lacalle Pou fue la demanda de la rápida conclusión del tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. El presidente prometió trabajar dentro del Mercosur en pos de una mayor flexibilidad en las negociaciones por los Estados miembros.

Modelo democrático

A pesar de todos los desafíos mencionados, el acto de toma de mando del nuevo presidente mostró en forma impresionante cómo la democracia y las ansias de unidad son parte de la cultura política del Uruguay. La cantidad de pequeños gestos, así como el demostrativo aplauso mutuo entre Lacalle Pou y su antecesor Tabaré Vázquez durante el acto, le dieron particular dignidad al día. El mensaje es que en Uruguay comienza un nuevo período político que a pesar de los cambios se alineará armónica e inequívocamente en la tradición democrática del país. El hecho que uno de los partidos tradicionales más antiguos lidere el gobierno liderado por un político profesional y no por un outsider constituye un caso excepcional en un continente signado por la disolución de las estructuras partidarias tradicionales y un marcado desprestigio de las instituciones democráticas. De Luis Lacalle Pou depende ahora conducir al país por la senda de éxitos. Los mensajes de la toma de mando son en este sentido un comienzo prometedor.

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