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¡Megalomanía polemológica y polítologa!

Muchos pensarán que es un juego de palabras sin sentido para llamar la atención e invitar a su lectura; y tienen razón, hoy día, cuando el espacio cibernético esta pleno de opiniones, audaces muchas veces, aunque otras traídas por los cabellos; cuando no hablar de la invasión rusa a Ucrania es una manifestación profana que llama a la atención de tirios y troyanos, de profanos e infieles, de sabios y eruditos, pero más de inicuos politólogos de pacotilla, que echan en cara sus versados cursos y enjundiosos criterios de lo que creen que saben por acción osmótica. En fin, sin mucho preámbulo entramos en el tema tratado en Venezuela, aunque en el exterior los troyanos confunden a los tirios, formándose una matriz de opinión difícil de cambiar.

Es obvio, que el tema actual de la invasión de Rusia a Ucrania es el centro de todo debate. Para muchos, una guerra anunciada, para otros, un disgusto polemológico, pero para la mayoría, un devenir bien pensado del líder Putin, que creyó haber conquistado el mundo polítológico, para emprender una guerra a su manera: “yo invado con bastante fuerza y me apodero del poder en Ucrania antes que este país se una al enemigo OTAN”. Está clara la intención, serían muchos los rusos muertos en manos de su enemigo, apareciendo Rusia como el débil de la acción. Solo así, pensando de esta manera se entiende que Putin haya empleado una estrategia polemológica del sacrificio, ya que en el estudio de la guerra, el peor ataque es el que se hace en localidades, donde siempre es fatal para el atacante. Hemos leído información de la muerte de no menos de 12.000 soldados rusos y de muchos que se han rendido al comprender su situación.

Lamentablemente para Putin, surgió un líder ucraniano fuera de su medida y pensar. Líder que pidió el auxilio de la OTAN como recurso de ayuda en la guerra, pero hubo mucha prudencia de este organismo, que no mordió el anzuelo ni piso el peine y los gobiernos de los países de la UE utilizaron una estrategia, que parecía peligrosa, como la de no aceptar el reto de unirse al amigo como fuerza, pero con toda la habilidad utilizan la geopolítica del buen vecino de no involucrarse pero aportan elementos en su ayuda. Sin dudas, los muertos rusos son los atacantes de Ucrania y no el resultado de intervenciones de extraños en un país que decidió defenderse de su agresor.

Como dijimos, entramos en el tema tratado en Venezuela; no por capricho didáctico ni político, muchos menos polítológico, sino con sentido censor de la criticidad relativa en nuestro país, cuando todo se relaciona con Maduro, Guaidó, alacranes y enchufados, hasta de colaboracionistas. Una sarta de sandeces que tildan de política, pero que no va más allá de una ignominiosa estupidez que mantiene al país en ascuas. Apareció Maduro respaldando a Putin (eso creen algunos) pero luego aparece reunido con alto nivel de USA y su regreso a la Negociación en México. ¡Hay que ver y leer la sarta de disloques en discursos opositores!

¿Es que no han entendido?, el problema de Venezuela no es Maduro, ni el régimen, es la necia politiquería opositora, manejada mayormente por “intelectuales; versados polemólogos y politólogos del teclado”, quienes creen que el juego político se detuvo cuando surgió la aversión: “fuera Maduro” y cuando se le calificó de usurpador, quien según el enunciado, debía renunciar. Vino entonces la debacle de los partidos de Oposición, quienes en comandita decidieron atacar a sus líderes, proponer otros, y lo peor, promover la abstención por presumir el fraude. Esta y la campaña externa apoyando la desidia, es la que quiere hacernos creer que la salida de Maduro por la fuerza es la solución. Recordemos la inocua solicitud de “aplicar el TIAR” o pedir a la FAN que se alce y saque a Maduro, voz escuchada por creyentes militares, quienes de buena fe sacrificaron su carrera y hasta su libertad por esta causa. No obstante y muy a pesar de otros; algunos venezolanos luchan calladamente porque la negociación surta el efecto deseado y termine la desidia opositora que tanto daño ha hecho a la causa.

  Son muchos los que celebran el fin de las medidas que tanto daño nos han hecho. Saben también que la economía del país está en recuperación y que la crisis petrolera, aunque no se puede estimar el tiempo que durará, es una oportunidad para que se recupere PDVSA y se elimine el mito de que es irrecuperable. Muchas veces, no se entienden los criterios económicos de algunos profesionales, además de politólogos, quienes quieren tapar el sol con un dedo y negar lo que está a la vista, manteniendo una actitud presagiadora fuera de contexto. Hay que insistir en que Venezuela debe recuperar su vocación democrática, perdida desde la megalomanía militarista de Chávez con sus secuaces. ¡Este futuro está a la vista!. 

Volviendo al título del artículo, no quisiéramos que creyeran que fue solamente un juego de palabras, no; la megalomanía siempre ha estado en la mente de presuntuosos gobernantes que creen que son las armas de guerra las que fundamentan la democracia y promueven la guerra de cualquiera naturaleza. Para ellos, no existe la Polemología y los científicos de esta área le siguen el juego antes que aclararles la realidad; ven la guerra tan alegremente como la vio Chávez y la propuso Maduro, pero la Oposición le siguió el juego con la propuesta de fuerza. Obviamente, la ignorancia es generalizada, y cuando invocamos la Polemología como la ciencia de la guerra, entendemos que esta es el resultado del desacuerdo político. Y que la guerra cuando se estudian los beneficios y los perjuicios que surgen entre la guerra y la paz, tenemos que enfrentar las amarguras que generan los acuerdos y desacuerdos necesarios en política de Estado, que muchos confunden con partidismo y desavenencias entre partidarios de uno u otro bando, como ha ocurrido tantas veces desde la muerte de Chávez, y luego la separación de la unidad de poderes públicos y los desacreditados procesos electorales. Situación caótica que hace valedero el decir de Clausewitz que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.

Sin dudas, la guerra como violencia irracional es el conflictos que más ha perdurado en el mundo, tal vez a la par de la historia del hombre, pero en Venezuela, uno de los pocos países que ha proscrito la guerra constitucionalmente, esta fue la bandera del chavismo con el “comandante supremo”, que lamentablemente calcinó la mente de sus principales líderes que todo lo vieron como parte de esa guerra.

Fue tesis reciente considerar que en Venezuela el tratamiento de los conflictos sociales y políticos, dada la incidencia psicosocial adversa generada de la baja preparación gerencial de los gobernantes, ha generado un clima de intolerancia que mantiene una alta tensión en las relaciones, tanto entre gobierno y gobernados, como entre los mismos gobernados, que al final, a más de poner en peligro la paz ciudadana, crea situaciones conflictivas graves, que más allá del calificativo de disturbios intolerantes, se les ha catalogado de actos de guerra cívico-militar sin ningún sentido ni razón, que al final, transmutan con efervescencia en acosos intolerantes similares a los actos bélicos y así se ve la política, especialmente como la dibujó en una oportunidad Jorge Rodríguez, para quien pareciera existir la paz solamente en los sepulcros, que adorna con su dantesca, sarcástica y malévola sonrisa.

Esperamos que haya sido entendida esta megalómana polemológica y politóloga opinión, cuyo fin es apartarnos del malévolo pensamiento de la guerra, que tanto ha sido pregonada. Valen las sabias palabras de Confucio: “no se pueden destruir las rocas lanzándole huevos”, pero si algo hay que tomar de la política para evitar la guerra es el diálogo y el acuerdo, aunque hayamos sembrado el veneno de la intolerancia, la enemistad y la venganza. No debemos olvidar que toda guerra conlleva siempre lágrimas, sufrimientos, muerte, pérdidas, sangre y heridas; que la guerra es implacable con todos, con los ancianos y los jóvenes, los cobardes y los valientes; y que no todos salen con vida en medio de la metralla, de las explosiones de bombas, minas, proyectiles y sepultado por los escombros de los edificios. Y lo peor de todos es entender, que todo conflicto bélico es una caja de Pandora, donde se pueden encontrar muchas sorpresas. Con victoria o con derrota todos pierden. En el pasado, toda victoria era compensada con un botín, pero en el presente, toda victoria involucra una pérdida compensatoria para reconstruir y beneficiar al derrotado; pero lo más grave es que después de la guerra vendrá un período de recuperación de la seguridad y la normalidad, que en democracia se traduce en elegir a los gobernantes y legisladores.

Así nos preguntamos, ¿vale la pena la guerra? Tienen la palabra los politólogos.

@Enriqueprietos

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