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8.000 millones de personas: ¿somos muchos? ¿esto es bueno o malo?

Con bombos y platillos, organismos como la Organización de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional y otros no menos prestigiosos, han dado la noticia, tratando los subtemas de la pobreza y la desigualdad.

En efecto, los seres humanos en nuestros actos, producimos o hacemos cosas malas y buenas. En este punto, el excelente estudioso e investigador sobre estos temas de población y recursos, Marian L. Tupy,[1] ataca duro al problema subyacente o de fondo. Así, cita este autor cita al empresario Elon Musk para quien uno de los riegos más bien es la baja tasa de natalidad y el vertiginoso descenso de la tasa de natalidad. (Ya hay países con déficit de población).

La polémica y el áspero debate sobre la sobrepoblación y la escasez de recursos tiene sus antecedentes en el siglo V a.C, cuando los confucianos y los griegos sostenían que era imprescindible controlar el vertiginoso crecimiento poblacional para imposibilitar que se produjera un exceso de población el cual no podría ser alimentado con los recursos existentes, y se provocasen hambrunas y guerras. Thomas Malthus coetáneo del gran economista David Ricardo, repuso de nuevo en el tapete el tema o problema encapsulado, en su libro Ensayo sobre el principio de la población escrito en 1798, bajo la influencia de Condorcet, un pensador utópico francés.  Desde aquel entonces, los políticos, reformadores sociales, intelectuales, antropólogos, etc, han venido enzarzándose sobre la conveniencia o no de una población en constante crecimiento.

Esta polémica motivó la política del gobierno comunista chino del hijo único (1980-2015)[2], al igual que las esterilizaciones masivas durante la emergencia en la India (1975-77).

De acuerdo a nuestro investigador, el meollo de la cuestión no son los límites y restricciones a corto plazo (nosotros lo añadimos), sino la capacidad e inteligencia para encontrar los mejores empleos a los recursos existentes.

Esto es, el tema tiene que ver con los precios reales (precios nominales deflactados con una tasa de inflación), los cuales no toman en cuenta los ingresos. Usualmente, aunque no permanentemente, los ingresos personales se incrementan más rápidamente que la inflación. Ello está ocasionado porque los individuos tienden a volverse más productivos a lo largo de su vida, y con el transcurrir del paso del tiempo.  Un ejemplo, al respecto, cuando los cajeros de los bancos sumaban manualmente las pacas de billetes y monedas, y ahora cuentan con máquinas de contar. En la agricultura gran fuente creadora de alimentos, tenemos brillantes ejemplos, con los tractores, cosechadoras, y abonos artificiales.

Dentro de este contexto, tenemos que entre 1900 y 2018 los precios de la carne de cerdo, arroz, cacao, trigo, maíz, café, cacao, cordero, y res bajaron un 98,4%; 97,6%; 97,1%: 96,7%; 96,1%; 93,8%; 78,6%; y 75,5%, respectivamente. Si bien los individuos no pueden comer caucho, aluminio, potasa, o algodón, los precios de estos insumos básicos son insumos fundamentales en los procesos productivos en donde participan, y por lo tanto influyen en el nivel general del costo de la vida. Sus precios en el tiempo bajaron en un 99,4%; 98,9%; 98,2%; y un 95,8% respectivamente. En el interín la población de Estados Unidos pasó de 23 millones a 328 millones.

No hay duda alguna de que podemos verificar la escasez relativa de recursos examinando los precios relativos. Esto es, si los precios suben, tenemos que los recursos son cada vez escasos, y si se reducen, más abundantes, por supuesto. A menudo, los medios de comunicación masivos a los que ahora se les suman las redes sociales, cuando exhíben noticias expresadas en precios “nominales”, todos sus titulares sobre precios y alimentos se encuentran en sus máximos históricos, en lugar de los precios relativos, que toman en cuenta a la inflación.

Es simplemente increíble como se ha encontrado una abundancia de recursos personales que se incrementó más de prisa que la población, en estos productos investigados por Marian L. Tupy. Entonces, podemos afirmar que en promedio cada persona generó más valor del que consumió.

Esto también se ha reflejado en la disminución de los niveles de pobreza mundial. De acuerdo a la base de datos del Banco Mundial, la pobreza extrema en 1981, se encontraba en un 43,6% de la población, para el año 2018 había descendido hasta un 8,9%. En América Latina y el Caribe, según la misma fuente la pobreza extrema pasó de un 15% en 1981 a un 4,3% en el año 2019.


[1] Véase su libro: Superabundance: The Story of Population Growth, Innovation, and Human Florishing, on An Infinitely Beautiful Planet.

[2] Es curioso cómo no hemos oído hablar de la sobrepoblación en Hong-Kong, una especie de peñón excolonia británica poblado por grandes cantidades de chinos, ni tampoco en Taiwán isla sede de la China Nacionalista, República democrática fundada por Chiang Kai Sek.

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