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Tiempo para los moderados

Fiódor Dostoyevski en Memorias del subsuelo presenta a un hombre incoherente que actúa contra el sentido común en un momento turbulento de su vida. Menciono esta novela de gran significación literaria porque muestra el drama humano cuando no se es capaz de identificar lo que conviene y lo que perjudica. Es algo que solo los grandes narradores pueden exponer con las posibilidades que brinda la ficción literaria.

La novela de Dostoyevski permite describir las pasiones e incoherencias que mueven a los políticos opositores de la Venezuela presente que se empeñan en ir de fracaso en fracaso, bajo el manto de la contradicción permanente. Para ellos, el adversario a vencer no es Nicolás Maduro, sino el que tienen más cerca; no es el que está en la acera de enfrente, sino el compañero de ruta. El empeño está en no identificar los elementos de una política de largo aliento que permita la derrota del contrincante.

El adversario surge de la controversia ideológica, entre quienes ofrecen modelos de sociedades distintas. Lo que ocurre con el conflicto sobre la continuidad del gobierno interino no es consecuencia de la divergencia ideológica (si es que tuviésemos algún debate de ideas), sino de las ambiciones y egos personales. No hay mirada de largo alcance, sino una visión sobre lo inmediato y sobre lo personal.

Más allá de las opiniones que se ofrecen sobre el gobierno interino, hay un hecho que no puede soslayarse: fue producto de un acuerdo político (quienes lo niegan deben reconocer que ese acuerdo, al menos, fue tácito). Justificado o no lo que se hizo, lo cierto es que la oposición fundamentó su acción política sobre la base de ese pacto. El transcurso del tiempo fue resquebrajando la alianza con acusaciones recíprocas de corrupción (no aclaradas), de personalismo y exclusión. En lugar de apoyarse en las posibilidades que ofrece la política, lo que han hecho es desarrollar un modelo de antipolítica, digno de estudio en las universidades para explicar lo que no se debe hacer.

La historia de Venezuela no concluye el 5 de enero. No obstante, esta fecha será el inicio de una etapa de mayor debilidad de la oposición y de mayor consolidación del proyecto chavista-madurista. Las posiciones extremas y contradictorias que exhiben los dirigentes opositores constituyen la garantía de triunfo del socialismo.

De ahí la necesidad de buscar la voz de los moderados para encontrar el equilibrio y la posibilidad de construir una estrategia política viable que haga de Venezuela un espacio para quedarse; y para que el venezolano de la diáspora encuentre razones para regresar. De lo que se trata es de actuar inteligentemente y diseñar respuestas políticas para construir una estrategia con vocación de poder, siempre basados en la verdad.

La respuesta está, entonces, en la política. La historia humana comprueba que los períodos más altos y creativos fueron aquellos en que las sociedades tuvieron decisiones políticas más elevadas y concretas. El debate en la oposición mantiene un exagerado nivel de trivialidad. Una estrategia nacional no siempre es definible en fórmulas personales o grupales. Pero hay otros métodos de aproximación y de consenso, como establecer reglas claras, comunes, inconfundibles y consistentes que eviten la improvisación y el personalismo. No se trata de un asunto de hermenéutica jurídica, sino de acuerdos políticos basados en el valor de la palabra y en la consistencia del andar. La política no es asunto previsible; sin embargo, en la medida en que se base en acciones coherentes y creíbles, la sociedad venezolana podrá estar más segura de sí misma.

En Venezuela la gente ha perdido el interés en la política por las ofertas irrealizables y por los criterios excluyentes. ¿Qué sucedió para que las expectativas hayan desaparecido? ¿Por qué se ha perdido la confianza en la oferta de la oposición? Hay que reconocer que la responsabilidad de esta situación es compartida por los distintos sectores que representan una opción ante el modelo hegemónico. No hay espacio para apelar al síndrome del enemigo externo y deslizar las culpas a los otros. Es un asunto en el que todos están comprometidos. Y esta es un verdad clara y redonda.

El plan político de la oposición no puede diseñarse desde el subsuelo, sino desde la razón de la moderación. Los extremos son fuertes cuando no se ofrece nada en el medio. Los radicales truenan sus trompetas cuando los moderados no ejercen sus roles políticos. En el pasado, contamos con políticos de serena inteligencia que representaron posiciones equilibradas en momentos estelares de nuestra historia reciente. Ese rol lo jugó, entre otros, un estadista singular, por su inteligencia y probidad, que hoy vale la pena recordar: Gonzalo Barrios.

No se descuaderna la estrategia cuando se busca la posición moderada con la mira puesta en la grandeza del porvenir. No es lo que ocurre con el conflicto que nos regala la oposición para terminar el año y comenzar el nuevo sobre la conducción del llamado interinato. Con propuestas irrealizables, conductas excluyentes y pleitos grupales solo se garantiza un nuevo fracaso.

Es el tiempo para los moderados y para la política.

¡Feliz Año Nuevo!

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