Actualidad Internacional

El lado oscuro del oro chino

Sin utilizar la burda propaganda política del pasado, los chinos han dejado sutilmente que las medallas de oro hablen de la supuesta superioridad de su sistema, mientras el resto del mundo recibe una plata de consuelo.

Pero por cada metal dorado que se suma a la cosecha existen miles de historias oscuras que pocos se atreven a contar, y que hablan del olvido y los sueños enterrados de quienes entregaron su infancia a cambio de un poco de reconocimiento.

A los ganadores de Pekín les esperan un mejor nivel de vida y gruesas cuentas bancarias, pero esos que no llegaron a clasificarse a los Juegos sólo les aguarda el rechazo de la sociedad.

«Aquí con 20, 22 años ya eres un viejo en términos deportivos», comenta un ex atleta que afirma llamarse Xue Janbao. «Yo era bueno, pero no tan bueno como para integrar el equipo olímpico de gimnasia. Me dijeron que no me necesitaban. Y ahora no sé cómo vivir sin la escuela».

La escuela de que habla Xue son especies de factorías desperdigadas por la vastedad del país donde conviven cerca de 400,000 niños y jóvenes que forman la cantera principal de donde salen los futuros campeones.

Un grupo de expertos recorre el país en busca de talentos y con una población de 1,300 millones de personas hay suficiente material humano para descubrir cuerpos altos como el de Yao Ming, ágiles como el de Liu Xiang o fuertes como el de esas muchachas que han barrido con las pesas.

Bajo la presión social del «llamado de la patria» y con la zanahoria de grandes riquezas por delante, los padres entregan a los niños desde los 7 años y a veces pueden pasar años sin verlos.

Recientemente, la madre del campeón de canoa, Yang Wenjun, reveló que no veía a su hijo desde hacía tres años.

«Cada vez que pienso en él entrenando, me siento tan triste que el corazón se me quiere destrozar», comentó. «El dolor de no verlo es muy grande».

La madre sabe que Yang no puede salir del sistema, porque sería considerado una especie de traidor, pero al menos tiene 24 años. No hay que esforzarse mucho para imaginar la situación de los que apenas rebasan los 10.

Algunos observadores internacionales han señalado que no siempre los métodos de enseñanza en este tipo de escuelas especializadas son los más correctos y que, en ocasiones, los entrenadores se han valido de tácticas algo violentas.

Sun Kun, una talentosa tenista de mesa de 10 años enrolada en la Academia Deportiva de Pekín, tuvo el raro gesto de contarle a la prensa internacional que «me han pateado y golpeado cuando no entrenaba lo suficientemente duro. Lloraba y me dolía. Pero la próxima vez lo hacía mejor».

El intenso método de entrenamiento no deja de hacer estragos entre muchos de los miembros de las escuelas, e incluso en los deportistas ya establecidos en competencias internacionales.

Xu Cuijuan, un corredor de fondo y ciclista que tuvo cierto éxito a nivel provincial y nacional de 1993 al 2002 todavía no ha olvidado las largas jornadas de ejercicios que se convertían en una especie de tortura.

«Los entrenadores eran muy estrictos y nos pegaban de cuando en cuando», recordó. «Después de las prácticas no podía dormir o caminar debido a las ampollas y los dolores».

Tom Maher, el coach australiano del básquetbol femenino tuvo que batallar mucho para cambiar la mentalidad de sus superiores, aunque reconoce que por su propia naturaleza los atletas chinos son más trabajadores que los occidentales.

«La lógica es: si dos horas de entrenamiento son buenas, cuatro son mejores, si puedes con ocho, por qué no 12», afirmó Maher en una entrevista antes del inicio de los Juegos. «Entrenar más, hasta el cansancio, no necesariamente es mejor. En algunos casos, todo lo contrario».

La mejor jugadora de tenis de mesa de todos los tiempos en China, Deng Yaping, tuvo que retirarse a los 24 años, víctima de las lesiones que comenzaron a manifestarse desde que tenía apenas cinco años.

El ex campeón de maratón Ai Dongmei demandó a su entrenador el año pasado, acusándolo de someterlo a métodos de entrenamiento inhumanos que la han dejado con serios problemas de movimiento.

Los ejemplos son múltiples…

Más allá de lo correcto o no de los métodos de entrenamiento, existe un tema que las propias autoridades chinas reconocen como serio y es la vida de estos muchachos una vez que abandonan las escuelas.

Aunque el gobierno afirma que la educación es integral, lo cierto es que la mayoría de estas promesas terminan su ciclo deportivo sin los medios y herramientas para desarrollar una vida social plena.

Según datos de un diario chino especializado en deporte, el 80 por ciento de los deportistas nacionales no cuenta con una educación sólida y carece de vías para sustentarse una vez que sus días como atletas terminan.

«Mi vida era la escuela, el entrenamiento, y ahora no tengo nada», agrega Xue, quien ha venido desde su provincia a Pekín para trabajar como voluntario en la Villa de Prensa. «Lo hice para estar cerca del deporte que amo. Cuando esto acabe tendré que volver a mi casa, a una familia que apenas conocí. Una medalla pudo haberlo cambiado todo, pero no era lo suficientemente bueno».

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