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Gordon Brown ya saborea el poder

Tras años de espera, el ministro de Economía británico oficializó hoy su candidatura para suceder al primer ministro Tony Blair, quien reveló el jueves que dejará sus cargos el 27 de junio.

Su director de campaña, el ex ministro del Exterior Jack Straw, declaró que Brown “no sólo quiere una mejor (Gran Bretaña), sino que también quiere convertirla en un país mucho más justo”. Blair dijo el jueves que deja el cargo el 27 de junio.

En la campaña de seis semanas que ahora arranca para decidir quién será el futuro líder del Partido Laborista británico, Brown presentará a sus correligionarios las líneas maestras de su estrategia como primer ministro y se someterá a un “interrogatorio” del partido, explicó Straw.

Brown prevé presentar sus objetivos como primer ministro hoy en un discurso en el que hablará sobre la “visión y los valores” ante los simpatizantes del laborismo en Londres.

Según viejos rumores nunca desmentidos, Brown, que nació en Glasgow, Escocia, hace 56 años, espera ansiosamente ese momento desde que hizo un pacto con Tony Blair en 1994, en una cena en el restaurante londinense Granita tras la muerte repentina del líder del laborismo, John Smith.

Según esas versiones, Brown accedió a respaldar la candidatura de Blair para convertirse en líder del Partido Laborista, a condición de que Blair renunciara en un determinado momento a la jefatura, cediéndole el puesto.

Aunque ninguno de los dos hombres -cuya relación estuvo teñida de rivalidades y desavenencias- nunca confirmó ese pacto, lo cierto es que Brown, que era el candidato de mayor peso para liderar el partido, cedió el lugar a Blair.

Blair fue sometido a tan fuertes presiones el año pasado -de parte del clan de Brown y de un sector del laborismo que lo empezó a ver como un lastre, debido a la impopularidad de la guerra de Irak- que debió anunciar en septiembre del 2006 que dejaría el poder en un año.

Por eso, y aunque el premier británico se había comprometido a cumplir el tercer mandato para el que fue elegido, Brown se mudará dentro de unas semanas al número 10 de Downing Street.

Pero las cosas no se le presentan fáciles a Brown, que dirige el ministerio de Finanzas desde 1997 y que es elogiado casi unánimamente por el fuerte desempeño económico del país, que ha conocido el más largo período ininterrumpido de crecimiento económico de los últimos dos siglos.

Este austero escocés, hijo de un ministro protestante, asumirá las riendas de Gran Bretaña en momentos en que la popularidad del laborismo está en su nivel más bajo en un cuarto de siglo, como se comprobó en las elecciones locales de la semana pasada en el Reino Unido.

En Escocia, los independentistas ganaron los elecciones, mientras que en Inglaterra y Gales los conservadores confirmaron su delantera.

Además, la falta de carisma de Brown es fuente de constantes comentarios y bromas, aunque todos lo consideran un intelectual brillante.

Cuando tenía apenas 21 años, fue rector de la Universidad de Edimburgo, cargo que mantuvo hasta 1975. Luego fue profesor universitario, y desde 1983 se consagró por entero a la política, ingresando a la Cámara de los Comunes como diputado y efectuando una carrera vertiginosa dentro del laborismo.

Liberal en el plano económico, su decisión de proclamar la independencia del Banco de Inglaterra, que empezó a decidir las tasas de interés sin ninguna interferencia del gobierno -lo que dio confianza a los inversionistas- es una de las más aplaudidas de la década Blair.

Entre sus logros está también la tasa de inflación, que es la más moderada en 30 años, mientras las tasas de interés son las más bajas en 35 años y el desempleo es el más bajo desde hace 30 años.

Y aunque se cuidó siempre de no aumentar los impuestos sobre las ganancias, Brown también combatió las desigualdades sociales, invirtiendo masivamente en los servicios públicos (salud, educación). Logró así reconciliar el viejo y el nuevo laborismo.

Los analistas políticos prevén que, tras asumir la batuta del Reino Unido, Brown continuará aplicando esas políticas, y que tampoco habrá grandes cambios respecto a la política exterior de Tony Blair, con quien la diferencia es más de forma, que de fondo.

Por ejemplo, aunque la intervención en Irak fue decidida por Tony Blair, Brown la apoyó y sigue respaldando ese involucramiento en el país árabe, que es rechazada por una mayoría de británicos.

Brown -un euroescéptico, que ha mantenido a los británicos fuera de la zona euro- ha también llamado a continuar la guerra contra el terrorismo, asegurando que Londres continuará a priorizar la relación con Washington.

«Para Brown, la gran interrogante es quién será el próximo jefe de la Casa Blanca, y cómo evolucionará su relación con él», señaló Paul Williams, autor del libro «La política extranjera británica del New Labour, 1997-2005′.

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