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Internet y una nueva forma de pensamiento

Internet puede ser, después del invento de la escritura, la mayor revolución cultural del hombre. Se trata de un conjunto descentralizado de redes para la gestión de información, integradas en una sola red lógica de alcance mundial. Su corazón es una vasta memoria virtual de consulta inmediata y de capacidad impensable, que cada segundo crece en un volumen que supera con facilidad lo que un hombre estudioso puede llegar a conocer en toda su vida. Una memoria sin límites, sin titubeos, sin lapsus, sin fatiga, sin la erosión de los años. A diferencia de la humana, es una memoria fría, sin los sesgos emocionales que distorsionan, en permanente período de crecimiento y, en consecuencia, siempre joven.

Así como el microscopio y el telescopio, extensiones poderosas del fenotipo humano, ampliaron nuestra visión y nos revelaron facetas desconocidas del Universo, internet se ha convertido en una extensión de la memoria personal y, con ello, en una herramienta del pensamiento y la inteligencia. Un sabelotodo integrado por miles de millones de neuronas de estado sólido trabajando en paralelo e interconectadas por puentes transitados a la velocidad de la luz. Es en internet, las sagradas escrituras del siglo XXI, donde ahora encontraremos todas las verdades reveladas. Reveladas por la inteligencia humana, debe entenderse. Y multitud de falsedades, también, y de basura (ese es su problema). Información rápida, pulpita, que no demanda esfuerzo, al alcance de todos los cerebros, superficial, pero suficiente para una vida intelectual interesante. Y si más se requiere, será posible ahondar en ella hasta profundidades insondables. En principio, nada lo prohíbe.

El gran valor de la memoria de internet reside en su peculiar estructura. Las unidades de conocimiento acumuladas en ella están ligadas por infinidad de flechas que apuntan en todas las direcciones. Vasos comunicantes que la integran de una manera asombrosa. Por eso dicen que la información está en todas partes y en ninguna. Esa arquitectura especial nos permite viajar directamente de un ítem a otro de manera casi instantánea, independientemente de que su parentesco sea muy débil. Sin esa concatenación, la información de internet sería una masa informe de datos, desarticulados, farragosa y de poca utilidad.

Se sospecha que el cerebro humano opera de manera similar: al tiempo que memoriza algo, crea un amplio conjunto de líneas relacionales que conectan el recuerdo de múltiples maneras con una parte de las memorias ya establecidas. Por eso basta pensar en un objeto para que el sistema interno subconsciente se deslice por atajos inverosímiles a través de la maraña de datos hasta llegar al recuerdo correspondiente. El tiempo de ejecución es tan corto que tenemos la sensación de que el proceso es instantáneo. Por eso un conferencista puede hablar continuamente y con ilación sin esfuerzo aparente.

Somos devoradores de información, una raza emergente de humanos, dotados de una nueva manera de pensar. Sólo dedicaremos nuestro esfuerzo mental a aquellos problemas inéditos, pues lo ya pensado se consulta en un instante. La inteligencia se irá auxiliando de las experiencias de otros, de muchos, de legiones de cerebros. Y en internet encontraremos multitud de respuestas, con la pretensión, alcanzable en pocos años, de encontrar allí toda la sabiduría.

Sin poseer inteligencia de la humana, neuronal, de estado líquido, internet es capaz de simularla. En potencia, puede contener todas las soluciones conocidas en el momento. Y también, no cabe duda, dispondrá de algoritmos inteligentes para la solución de problemas nuevos. El análisis y la inferencia se cambiarán muchas veces por una búsqueda eficiente: en lugar de hacer inferencias, viajaremos en un solo paso de las premisas a la conclusión.

Pero podría fomentarse la pereza intelectual. Se teme que las máquinas que simulan el pensamiento terminarán haciendo que nosotros dejemos de pensar. ¡Falso! El pensamiento se irá desplazando a los sitios donde realmente se lo necesita. Un profesor de matemáticas experimentado no piensa los problemas, los consulta en su banco de memoria, los recuerda, como un dios omnisapiente, y así economiza pensamiento, al tiempo que maximiza la velocidad de operación. El cerebro disfrutará de más tiempo de ocio creativo.

Los métodos de enseñanza y el material enseñado tendrán que cambiar, y lo tienen que hacer de manera drástica. Ya la meta no será la erudición, pues basta consultarle a la red: la Gorgona de mil cabezas responderá por nosotros. Sabremos lo que saben todos los sabios juntos. El énfasis se hará en la comprensión de los conceptos fundamentales, nada de hojarasca. El propósito esencial de la educación será adiestrar el pensamiento, la creatividad, el ingenio, las variadas formas de inferencia, las destrezas operativas, sin preocuparnos por el olvido. Formación en lugar de información.

Internet es políglota, al alcance de todos los humanos, sin distinción de lenguas, aunque se privilegia el inglés, la lengua nativa del nuevo oráculo. Por eso es fácil predecir que el idioma universal, el tan soñado esperanto, por circunstancias fortuitas, será el inglés. Y los equipos de trabajo, multidisciplinarios y multinacionales se integrarán alrededor del idioma de Shakespeare: ese será el aglutinante que evitará perdernos en los laberintos de una torre de Babel incomunicada.

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