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Primero fueron Túnez y Egipto, ahora Yemen

«El pueblo quiere cambiar al presidente. No a la extensión presidencial. Treinta años es suficiente. Ben Alí se fue a los 20» cantaban en la Universidad de Sana’a de donde provenían unos 10 mil manifestantes que se reunieron a lo largo de la capital con otros seis mil.

El objeto de sus cánticos fue el presidente de Yemén, Ali Abdullah Saleh, un aliado clave de los Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo. La empobrecida nación pelea contra al-Qaeda, una rebelión en el norte y un movimiento secesionista en el sur.

«Basta de dilaciones, basta de corrupción, miren la brecha entre pobres y ricos» clamaba uno de los carteles que sostenían los manifestantes. Además reclamaban mejoras en la calidad de vida y una reforma política.

A diferencia de lo ocurrido en Egipto y Túnez, las protestas en Yemén no fueron reprimidas por la policía. En otro distrito de la ciudad se organizó por el contrario una manifestación en favor del gobierno que convoco a unos cientos de personas.

«Somos socios de esta nación y no dejaremos que nos excluyan. Miren lo que hicieron los tunecinos. El pueblo yemení es más fuerte» argumentaban entre gritos y melodías los opositores sumándose a la cadena de movilizaciones que comenzó luego de la Revolución de los Jazmines.

El país se encuentra atravesando un aumento del desempleo y una caída en las reservas de petróleo y agua. Un tercio de la población de 23 millones, sufre hambre, mientras casi la mitad vive con menos de dos dólares diarios.

El presidente ha intentado tomar medidas para apaciguar los reclamos sociales sin mucho éxito. La semana pasada propuso una reforma constitucional para limitar el mandato presidencial a dos períodos de cinco o siete años. Además se espera que esta semana anuncie aumentos de salarios para estatales y militares.

Las revueltas en Yemén son un ejemplo de hasta donde se ha expandido el ejemplo tunecino. La salida del presdiente Ben Ali tras tres décadas en el poder inspiró a los egipcios, deseosos de sacar del poder a Hosni Mubarak, en su cargo desde hace 23 años. En todos los casos, son regímenes más o menos aceptados por Occidente, convencidos de que su laicismo es un freno a los islamistas radicales que presionan por hacerse del poder.

Las protestas de los últimos días, sin embargo, han sido encabezadas por jóvenes estudiantes al grito de «más democracia». El tiempo dirá si estos llamados doblegan la presión de grupos que rápidamente se convertirían en enemigos del Occidente.

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