Actualidad Internacional

Revelan detalles sobre masacre en Miami

Gerardo Regalado parecía un hombre desesperado después de que su esposa lo dejó hace dos semanas.

Regalado, de 38 años, acusó a los vecinos de haberla escondido. Bajó considerablemente de peso y les dijo a sus amigos que quería abandonar el pequeño apartamento en Miami que había compartido con la mujer, Liazán Molina, de 24 años.

«Me decía que se iba ir de allí, que estaba muy triste», dijo Damaris Santana, una vecina de la pareja. «Decía que no podía estar en esa casa».

Pero según las autoridades, el hombre que criaba palomas y curaba los perros de los vecinos encontró otra solución para su tristeza el domingo por la noche.

Armado con una pistola calibre .45, Regalado fue hasta el restaurante donde trabajaba Molina en Hialeah y la mató a tiros junto con tres compañeras de trabajo. Otras tres fueron heridas y siguen hospitalizadas en condición crítica, según funcionarios del Departamento de Policía de Hialeah.

Regalado abandonó el restaurante en el automóvil de la mujer y minutos después, a tres cuadras de distancia, se suicidó de un disparo en la cabeza en lo que ha sido la mayor masacre en la historia de Hialeah.

Conocidos de Regalado, y su medio hermano, el famoso pelotero cubano Orlando «El Duque» Hernández, no pueden creer lo ocurrido.

«A veces quiero buscar palabras y no las encuentro», dijo Hernández a El Nuevo Herald. «Mi familia ha sufrido, pero quiero, antes que todo, enviar mis condolencias a las familias que perdieron sus seres en esta tragedia. Nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie. Sólo Dios».

Las mujeres fallecidas son, además de Molina: Maysel Figueroa, de 32 años; Lavinia M. Fonseca, de 47; y Zaida Castillo, de 56. Todas de Hialeah.

Las heridas son Mayra de la Caridad, de 55 años, de Hialeah Gardens; Ivet Coronado Fernández, de 36, de Miami; y Yasmín Domínguez, de 38 años, prima de Molina. Las tres están internadas en el Centro de Traumas del Hospital Jackson Memorial.

Excepto Domínguez, todas las víctimas trabajaban en el restaurante Yoyito Café, en el 495 este de la calle 49.

Según las autoridades, el domingo alrededor de las 10:10 p.m., Domínguez esperaba en el estacionamiento del restaurante por Molina, quien había empezado a trabajar allí el sábado.

Entonces, llegó Regalado y le dio un tiro a Domínguez, al cabo de una discusión, dijo Carl Zogby, portavoz del Departamento de Policía de Hialeah.

Luego, Regalado entró a la cocina del restaurante y empezó a disparar. La primera en caer fue Molina. Las llamadas al 911 dan testimonio del caos que cundió en el restaurante.

«Un hombre mató a todas las empleadas», gritó una mujer. «Se están muriendo las empleadas».

«Ay, Dios mío», gimió una mujer en otra llamada, mientras al fondo se escuchaba un angustiado griterío. «Entró corriendo, mató a un empleado [. . .] Este hombre entró y mató a todo el mundo».

Al menos había dos hombres en el restaurante, pero Regalado concentró el fuego en las mujeres, dijo Zogby.

«Fue una masacre. De las cinco mujeres que estaban en la cocina, el atacante mató a cuatro», dijo un oficial de Hialeah que no quiso ser identificado. «La mujer que se salvó dentro de la cocina fue porque se metió debajo de una mesa. Ella al menos tenía un balazo en la espalda».

Por lo menos una mujer y un hombre, identificado como Armando González, se salvaron al esconderse en el almacén del restaurante, según las grabaciones del 911.

El lunes por la tarde, varios vecinos de Regalado y Molina los describieron como una pareja tranquila, a la que nunca se escuchaba discutir. Llevaban juntos seis años y se habían casado en el 2007, según vecinos y la policía.

«Las veces que los vi, los vi bien», dijo Danicela Flores, una vecina. «No se veía gente problemática».

Hacía alrededor de cuatro meses que vivían en una pequeña casa color marrón en la 48 Court del noroeste en Miami, al fondo de un dúplex.

Regalado, quien estaba desempleado, pasaba las horas cuidando de sus palomas, que mantenía en jaulas en el techo de su casa. Les ayudaba a los vecinos a arreglar las bicicletas de los niños y era conocido como el curador de los perros enfermos.

Poco se sabía de Molina, quien llegó de La Habana hace tres años para estar con Regalado.

«El se gastó un dinero para traerla de Cuba», dijo José Pérez, que no podía superar su incredulidad. «Mentira que fue ese chamaco. Se volvió loco».

Nadie pudo decir por qué rompió la pareja.

Regalado «nos decía que eran ‘cosas del matrimonio’ » y que Molina se fue a vivir con una prima, dijo Santana. Según los vecinos, el hombre había bajado de peso de 240 a 205 libras en las últimas dos semanas.

También Regalado les dijo a sus amigos que Molina lo había amenazado con una orden de restricción. Según la fiscalía del Condado de Miami-Dade, no hay órdenes de restricción pendientes en contra del fallecido.

Recientemente, Regalado había publicado mensajes en Facebook donde mostraba su pesar por haber dañado su relación con Molina y rogaba por una segunda oportunidad.

Hernández describió las acciones de su medio hermano como «un dolor en el alma».

Agregó que no tenía una relación especial con él y que llevaba un año sin verlo. Desde que se supo la noticia, Hernández se mantuvo cerca de la madre de ambos, María Julia Pedroso, quien vive en Coral Gables.

Nadie en la familia tenía una idea clara de los motivos que llevaron a Regalado a cometer los asesinatos. Sin embargo, para Hernández no pareció ser del todo una sorpresa.

«En el fondo, yo temía que algún día recibiera una noticia así», comentó Hernández.

Las reporteras de The Miami Herald Luisa Yanez, Nancy San Martín, Laura Morel y Diana Moskovitz contribuyeron a esta información.

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