Actualidad Internacional

Una Venezuela, dos exilios

Los venezolanos del exilio pusieron el grito en el cielo, y Rudy Giuliani escuchó el eco.

La semana pasada, la firma legal de la que es socio el precandidato republicano rescindió el contrato de asesoría que mantenía con Citgo Petroleum Corp., una compañía que es propiedad del gobierno de Hugo Chávez. En Miami se celebró la ruptura, percibida como el resultado de un vehemente cabildeo y protestas por parte de una organización local de expatriados.

Como éste, la comunidad venezolana se ha anotado varios goles desde el bastión del exilio que es Miami, donde se han forjado campañas en defensa de los derechos humanos de los presos políticos en Venezuela, y se ha impulsado el tema venezolano en las altas esferas de Washington.

Sin embargo, hoy cuando se conmemora el Día de la Independencia de la antigua capitanía general, la oda a Simón Bolívar no se hará al unísono en la estatua del Libertador frente a Bayside en el downtown de Miami, como era en el pasado.

La más prominente comunidad del exilio venezolano se está fragmentando por rencillas internas, particularmente dentro de los grupos opositores al régimen chavista, un proceso sigiloso que ha venido aislando los esfuerzos de representación y diluido las metas por el bienestar colectivo.

»Esto es parte de las mismas costumbres de hacer política en Venezuela; la gente quiere mantener su parcela de influencia», opinó Johann Peña, un ex comisario del Departamento de Inteligencia Policial (Disip) exiliado que conduce un programa de radio por la internet.

»Nos afecta porque no hay ese espíritu de cuerpo entre los exiliados, como sí lo hay entre los cubanos, que los ha favorecido en sus solicitudes ante el gobierno estadounidense», enfatizó.

En los enfrentamientos subyace una sed de protagonismo »que está anteponiendo los intereses particulares a los colectivos», me comentó José Antonio Colina, el ex teniente de la Guardia Nacional liberado de Krome tras dos años y medio de reclusión.

Miembros de la comunidad sostienen que la discordia deriva, en parte, del choque entre dos bandos de la vieja guardia, con sus instituciones establecidas desde tiempo atrás. La desunión se incrementó con la llegada de nuevos inmigrantes a partir del 2002 que importaron sus ideologías y las insuflaron en el debate local.

»Todo el mundo quiere llegar, fundar una nueva organización y olvidarse de las que existen desde hace 20 años», señaló Ernesto Ackerman, el presidente de Independent Venezuelan American Citizens (IVAC) y directivo de Venamher, una de las organizaciones con mayor trayectoria.

En contraste, algunos sectores manifiestan que las discrepancias son de forma y no de fondo.

»Las diferencias que puedan existir entre nosotros son adjetivas; lo sustantivo es la comunidad de esperanzas», observó Luis Pietro Oliveira, un directivo de la organización Venezuela Somos Todos. «No hay que magnificar el hecho».

La polémica ha dejado una estela de consecuencias. Ahora las concentraciones de venezolanos son dispersas y tienen poca convocatoria. No existe una estrategia unificada para promover la causa venezolana en Estados Unidos.

De cara a la incertidumbre que deja la llamada revolución socialista del siglo XXI para los venezolanos en su tierra, los expatriados en el sur de la Florida deben cobijarse bajo un mismo techo, con derecho a diferir unos de los otros, pero sin restarse.

A fin de cuentas, el alma llanera es una sola.

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