Economía

Consecuencias injustas

Los anuncios de un colapso eléctrico realizados a través de los medios de comunicación convencionales, las informaciones aterrorizadoras que circulan por la red de Internet parecieran el apocalipsis. Tanto hablar del colapso apocalíptico en el suministro de electricidad que surge la pregunta: ¿Qué se entenderá por colapso eléctrico? El colapso de una edificación de vivienda significa que toda ella, o al menos la mayor parte de ella, se derrumba y en consecuencia las personas pierden el sitio donde habitaban. Este no es el caso del sistema eléctrico nacional. No estamos hablando que la presa en Guri se desploma, o que de alguna manera lo harán las presas de Caruachi, Macagua, Santo Domingo y Uribante. Tampoco desaparecerán como consecuencia de un cataclismo las centrales termoeléctricas de Tacoa, Ramón Laguna, Planta Centro. Nada de eso ocurrirá; las plantas de generación continuarán operando, sólo pudiera ser que una buena parte de las centrales hidroeléctricas salgan temporalmente de operación mientras recuperan los niveles del embalse para una operación adecuada. Por otra parte, los programas de instalación de capacidades de generación termoeléctrica irán entrando progresivamente en operaciones para así satisfacer parcialmente el consumo de electricidad que habrá dejado al descubierto la ausencia de generación de las centrales hidroeléctricas. Una buena parte del país tendrá mayor racionamiento y por períodos más prolongados; pudiera inclusive presentarse fallas en el suministro en algunas regiones por períodos mayores que un día. Las consecuencias serán un menor desenvolvimiento del aparato económico, en general una mayor disminución de la actividad económica del país con el consiguiente empobrecimiento de más vastos sectores de la población, con pérdidas de puestos de trabajo formales por disminución de la actividad económica y aumento del trabajo informal, una menor cobertura de asistencia social para un número mayor de venezolanos. Lamentable resultado de la gestión de gobierno, que fue incapaz de prever y resolver oportunamente la situación, que desconoció todas las advertencias. El pitcher relevista, el ministro de electricidad, sin haber jugado el tiempo reglamentario, fue el único sancionado por la pérdida del juego. No lo fue el mánager del equipo, tampoco lo fueron ninguno de los pitchers que lanzaron por innings, ni tampoco los jugadores bien por falta de bateo bien por malas atrapadas y errores. Las tribunas, las gradas, la fanaticada tiene la culpa del juego perdido y en consecuencia deberán pagar más para el próximo juego, aun cuando el mismo lo haga esa partida de bates quebrados. El mánager seguirá siendo mánager y quizás con mayor salario. Los pitchers y jugadores continuarán con jugosos contratos, bonos, y ahora con mayor discrecionalidad, pues es imperioso ganar el próximo juego. Será ampliada la zona de strike para que sea más fácil el trabajo de los pitchers y además el equipo comprará las pelotas a su mejor criterio y sin supervisión para facilitar el trabajo de los bateadores. En el mundo serio y profesional ese equipo no calificaría siquiera para las ligas menores. Los juegos serían no más que una caimanera de amigos aficionados. Las tribunas,
las gradas, la fanaticada tienen la culpa del juego perdido y en consecuencia deberán pagar más para el próximo juego

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