Economía

Creación y desviación de comercio. La integración subregional, regional y continental

A raíz de la propuesta del nuevo presidente norteamericano George W. Bush de
proponer un adelanto en el lapso del año 2005 para el 2003 en la integración
comercial continental conocida originalmente como Iniciativa de las
Américas, o ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas). Surgieron muchos
debates. Solamente en el caso de Venezuela hubo una reunión del Presidente
Hugo Chávez con su homólogo brasileño Fernando Henrique Cardoso, luego vino
la cumbre de presidentes del G-3 (Grupo de los Tres: México, Colombia y
Venezuela), estaba por iniciarse (al momento de escribir estas líneas) una
reunión de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), y en Quebec, Canadá, se
aprestan para realizar la Cumbre de las Américas. Así que el tema de la
integración está sobre el tapete y dará de qué hablar, y a ello se debe el
artículo de hoy.

Primero, veamos los organismos en discusión. La CAN, antes Pacto Andino,
fue fundada en la década de 1960, y Venezuela se integró a élla en 1973, en
el primer gobierno de Rafael Caldera. El G-3 es una creación más
artificial, porque no tiene continuidad geográfica, y su razón de ser fue la
afinidad que existía entre los presidentes Carlos Andrés Pérez, de
Venezuela, César Gaviria Trujillo, de Colombia, y Carlos Salinas de Gortari,
de México. El Mercosur (al cual el presidente Chávez pidió el ingreso de
Venezuela en su último viaje a Brasil) surgió en la misma época y el mismo
entorno que el G-3 y la Iniciativa para las Américas; el Mercosur integraba
a los países íberosuramericanos (disculpen el neologismo) no adscritos al
Pacto Andino, aunque después se asociaron Chile (que originalmente integró
el Pacto Andino) y Bolivia, que está ubicada en ambos grupos suramericanos.

El ALCA no tiene pretensiones subregionales, como la CAN o el Mercosur, ni
regionales, como el ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración), sino
continentales, y junto a los países iberoamericanos estarían también hasta
países «angloafroamericanos» (como Guyana, Barbados) y dos países que son
parte de los siete países más industrializados y más ricos del mundo, o sea,
Estados Unidos (el más de los más) y Canadá.

También en los últimos días se contó con la visita del líder chino Jiang
Zemín, con quien se firmaron varios acuerdos de carácter económico, y son de
fecha reciente las alianzas con Cuba, el reacercamiento a la OPEP
(Organización de Países Exportadores de Petróleo), un tiempo antes se
hicieron giras por Asia oriental y Europa, y ya se anuncian negocios con
Rusia. O sea, comercialmente hablando, Venezuela estaría diversificando
aceleradamente sus relaciones comerciales con muchas partes del mundo.

Creación y desviación de comercio

Con esta megaexpansión en las intenciones de integración comercial de
Venezuela, debemos recordar los conceptos de «creación» y «desviación» del
comercio exterior. Hablamos de creación cuando se inicia una relación
comercial donde no existía, o sea, totalmente nueva; lamentablemente, en
muchas ocasiones ocurre a expensas de la producción nacional, especialmente
cuando implica importaciones más que exportaciones (con la gran
sobrevaluación que vive Venezuela, éste será el caso más probable y común,
sin contar al petróleo, minerales y derivados, que sabemos que casi no
generan empleo).

En cambio, hay desviación cuando el origen o el destino del comercio cambia
por un cambio en las reglas de juego: si antes importábamos del país A,
ahora le rebajan los aranceles al país B hasta que sus productos se hagan
más baratos. Por supuesto, pueden haber otras razones y también se puede
dar en sentido contrario. Muy probablemente, para el otro país se trate de
creación y no de desviación, mientras que para la parte con quien se
transaba antes, habrá eliminación de comercio, así que hay que esperar que
se molestarán y tratarán de tomar represalias.

Lo escrito aquí en este artículo se asemeja mucho a lo que aparece en los
libros de texto de economía internacional que se leen en todo el mundo. No
obstante, su aplicación al caso venezolano es más actual que nunca, así que
la teoría es buena, y no como hacen algunos, que la desprecian a favor de la
práctica. Ahora que ver y analizar quién ganará y perderá en cada una de
las muchas áreas que tiene el comercio internacional.

Petróleo, economía y guerra

Desde hace casi 10 años, inmediatamente después de la Guerra del Golfo II,
muchos analistas, basados en información objetiva, previeron que no se
volvería a producir un conflicto bélico de gran escala, especialmente en el
ámbito árabe – israelí. Con la reunión inicial de Madrid, a finales de
1991, esa apreciación parecía más cierta, y casi irrefutable después de la
firma de los Acuerdos de Oslo entre Yaser Arafat e Yitzhak Rabin. El último
conflicto de gran magnitud había quedado muy atrás, en 1982, y con el final
de la primera Intifada en 1993, parecía que se constituiría un status quo
(más injusto que justo) que haría a la región más estable, así que la
situación predominante en el mercado petrolero en la década de 1990 fue a la
baja (sin despreciar las alzas de 1996, 1997, y desde 1999 hasta hoy, pero
lejos de los precios altos desde 1973 hasta 1985 (aún estamos distante).

Hubo momentos de tensión, como en 1996, pero nadie habló de un cambio
radical en las posiciones.

Sin embargo, todo cambió desde que el conocido criminal de guerra, el
general Ariel Sharon se convirtió en primer ministro de Israel por voluntad

popular, lo cual deja mucho que desear de parte del gran público votante.

Como sabemos, en Israel rige un gobierno «democrático» militarizado al
estilo del apartheid sudafricano, es decir, de un solo grupo étnico invasor
que oprime y margina al pueblo nativo. Ahora la posibilidad de una guerra
de gran escala regional está más cerca que en ningún momento desde 1982, y
eso puede tener sus efectos en los precios petroleros, así que en Venezuela
debemos estar alertas ante las jugadas que haga el general y criminal Sharon
y su gobierno. Aprendamos a ahorrar.

Anécdota

PARADO POR BOLSA

Actualmente el correo electrónico y el internet, los teléfonos fijos y
celulares, y los correos privados hacen que veamos los antiguos medios de
comunicación como algo anticuado. Pero no es solamente eso, sino que
también los costos relativos han bajado. Imaginemos solamente que las
noticias a ambos lados del Océano Atlántico tardaban meses en llegar. Hasta
dentro de un mismo país hay casos en que las novedades tardaron años, como
el caso de una población neogranadina que en 1826 estaba celebrando el hecho
de que un 19 de Abril de 1810 un grupo de caraqueños había declarado la
independencia. No hace mucho, y para narrar algo personal, mi padre tardó
un mes para enterarse de la muerte de su padre (mi abuelo), y mi madre tardó
dos meses en enterarse del fallecimiento del suyo.

Así, por décadas, la manera más rápida de comunicarse era el telegrama
(aunque había los inconvenientes idiomáticos), un servicio que sigue siendo
costoso, y que se cobra por palabras utilizadas. Surgió en el siglo XIX y
cambió el lenguaje con el objetivo de ahorrar en los envíos de mensajes; por
ejemplo, para decir «se dio» y evitar que cobraran dos palabras, se
acostumbraba a escribir «diose»; muchos monosílabos eran obviados, y el
idioma específico de este género literario (si es que se puede considerar
así) era diferente al común.

Se dieron muchos casos cómicos. Uno de ellos se produjo en Yaguaraparo con
el señor V.B. (obviamos su nombre completo para no herir sus sentimientos,
puesto que ya pasa de los 90 años, aunque casi toda la gente de esa
localidad conoce al señor y este cuento). Tenía una heladería, y una de sus
especialidades eran los «polos», que eran helados en paletas envueltos por
una bolsita. Un día se le acabaron las bolsas, y su proveedor tradicional
tardaba en venir, así que tuvo que paralizar sus actividades y enviarle un
telegrama en los siguientes términos (debe ir todo en mayúscula, porque en
el alfabeto Morse no existen la minúsculas):

FULANO DE TAL
PUERTO LA CRUZ

PARADO POR BOLSA

V.B.

YAGUARAPARO

Hace unos años, un común amigo le preguntó al señor V.B. si era verdad esa
historia, y él la desmintió, pero igual el cuento se sigue echando, aunque
no nos imaginamos que el referido ciudadano admita tal hecho.

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