Economía

Ecología del Petroestado

Recorriendo el bosque de pinos de Uverito, uno se pregunta por qué razón allí no hay gusanos ni biodiversidad, ni sistemas interactivos generadores de vida; por qué no existe colchón vegetal que retenga el agua de lluvia. ¡No puede escapar de la mente su símil con el ecosistema del petroestado estéril, de conducta autista, incapaz de retener el ahorro y generar riqueza!

(%=Image(8028058,»R»)%) En su libro La paradoja de la abundancia, Terry Lynn Karl caracteriza a aquellos países devenidos en petroleros antes de la consolidación institucional de su democracia como condenados a sufrir de autoritarismo, centralismo, ciclos de despilfarro y pobreza, inestabilidad política, populismo, y todos los pesares que nuestra vivencia diaria atesora. Es decir una economía en manos de un Estado divorciado de la sociedad civil, sin redes interactivas ni mercado de capitales, ni instrumentos para promover el ahorro y la inversión nacional. Por ausencia de colchón financiero, la economía queda sujeta a las crisis cíclicas del petróleo que impiden un desarrollo armónico. Es notable la coincidencia de tales constantes adaptadas a las distintas culturas en Venezuela, Ecuador, Nigeria, Indonesia o las teocracias hereditarias del Golfo Pérsico.

Por el contrario, en el bosque húmedo tropical, la red de sistemas biológicos complejos e interdependientes, inmune a las sequías cíclicas por retener el agua, potencia y multiplica la vida. Su gran capacidad regenerativa produce estabilidad, equilibrio y permanencia a través del tiempo.

Es la radiografía de una economía desarrollada, conformada por sistemas en red potenciadores de la creatividad individual y colectiva generadora de riqueza. Una compleja trama de compromisos entre el Estado regulador y el sector productivo asocia a los ciudadanos a la suerte de la economía a través de los sistemas de seguridad social y el mercado de capitales, de lo que resulta una sociedad integrada, estable y segura. La democracia es causa y consecuencia del tejido económico de interdependencias.

De Uverito al bosque tropical

Transformar nuestra pobre ecología de petroestado en un sistema interactivo generador de riqueza requiere una vuelta de campana al ingreso petrolero, partiendo de una ley de hidrocarburos que reconozca el derecho de propiedad de los venezolanos sobre el petróleo. Esto significaría reorientar el flujo de la regalía petrolera de abajo hacia arriba, a través de un sistema de fondos propiedad de todos los ciudadanos, cuyos administradores adquirirán acciones de empresas del Estado inscritas en el mercado, valorizando un inmenso activo hoy inerte. O sea que buena parte de la regalía regresará al fisco multiplicada, luego de fecundar el sistema de seguridad social, el mercado de capitales y las propias empresas. Los fondos de pensiones canalizarán al ahorro nacional hacia nuestras industrias competitivas y hacia otras inversiones compensadoras del riesgo petrolero, creando el colchón atenuador de los ciclos de despilfarro y miseria que sustentan el Petroestado.

Bienvenida la crisis

La caída del petróleo pudiera ser una bendición si nos indujera a tomar conciencia del potencial de la economía institucional, capaz de compensar con creces la baja. Inscribiendo en la bolsa (local y foránea) las acciones de las empresas del Estado podríamos activar valores equivalentes a más 100 millardos de dólares e inducir el regreso de otro tanto constituido por nuestro ahorro externo. La cuantía de las cifras minimizaría la significación de una baja petrolera, permitiendo la creación del colchón atenuador de las crisis. La democratización del capital estatal producirá una economía descentralizada, generadora de una auténtica democracia política participativa y protagónica.

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