Economía

Economía política del Etanol

Lo del etanol provoca estridencias en el continente americano desde
cuando fue publicado el acuerdo Bush-Lula para su desarrollo conjunto y
el rechazo inmediato a este entendimiento por parte de Cuba y Venezuela,
con expresiones muy fuertes en contra provenientes de los presidentes de
ambos países. La polémica contiene además un aspecto curiosamente
paradójico, ya que quienes criticaron fueron hasta hace nada abanderados
del desarrollo de este biocombustible en sus propias geografías y
ofrecieron colaborar con otros gobiernos con el mismo propósito.

Venezuela tuvo que desdecirse en la reciente cumbre energética de
Margarita, apelando a una consigna ligera (etanol sin perjuicio a la
producción de alimentos), ofreciendo sin que fuera chiste comprar
200.000 barriles diarios del producto a Brasil y proclamando casi que
por decreto que la reunión fue un «éxito».

Es evidente que el virulento ataque inicial tuvo una motivación
profundamente política, y tradujo un revés ante el protagonismo
adquirido por Brasil, no solo en el tema estrictamente energético sino
en el plano de los reacomodos geopolíticos de la región, en particular
frente a los Estados Unidos y los lineamientos trazados por el eje
Caracas-Habana. El discurso de confrontación antiamericana, que ha sido
constante en la diplomacia, mediática y no, del gobierno venezolano
desde hace varios años, y del cubano desde tiempo inmemorial, queda
momentáneamente al menos descolocado por la apertura de canales de
cooperación en torno al desarrollo de este combustible por parte de los
EE.UU. y un número potencialmente elevado de países de América Latina y
el Caribe.

La cambiante posición venezolana sobre el tema resta nuevamente
credibilidad a su política exterior y sobre todo deja al descubierto un
contradictorio y pretencioso oportunismo. Si la oferta de importar
etanol brasileño lució como una improvisación del momento (como dueño de
casa halagando de palabra a sus invitados), el volumen de compras
(200.000 b/d) anunciado escapa de toda consideración realista, pues se
equipara o supera (¿quién sabe de verdad?) al consumo total de gasolina
de vehículos en el país, y no toma en consideración las adaptaciones
necesarias en el parque automotor para su utilización.

Más allá de estas cuestiones coyunturales, es bueno decir que el etanol
no es una panacea, ni tampoco una total novedad. Como fuente de energía,
es apenas un componente más del abanico de posibilidades que surgen como
atractivos económicos ante el encarecimiento del petróleo y de vías para
la diversificación de fuentes y seguridad energéticas, ante la
inestabilidad potencial en los suministros petroleros provenientes de
algunos países y lo que pudiera ser el «pico» en la capacidad mundial de
producción del hidrocarburo. No pasa de ser apenas una parte de ese
abanico. Por otro lado, se viene utilizando desde hace años en Brasil y
EE.UU., en forma relativamente exitosa, y en muy pequeña escala en otros
países, desde Europa hasta China.

La novedad radica en la escala de producción propuesta como alcanzable,
dado nada menos que la disposición a utilizarlo por parte de la economía
norteamericana, lo que supone el alineamiento tanto de ese gobierno como
de poderosos intereses económicos. Esta escala se presente en principio
como suficiente en magnitud para tener un impacto económico de
significación en las regiones o países que se involucren en el proyecto
como proveedores de la materia prima o del propio combustible, ya que
pondría en movimiento una considerable cantidad de factores de
producción en la agricultura, incluyendo suelos, maquinaria, mano de
obra, infraestructura, investigación, etc., con repercusión directa en
la población y con efectos durables en el tiempo, no sólo en términos de
ingreso sino de empleo permanente de recursos y personas, en países que
hoy encaran dificultades para un mayor desarrollo agrícola.

Este acuerdo, detrás del cual se encuentran los avances en materia
tecnológica en el área, logrados durante años, sobre todo en los últimos
cinco, desviste al etanol de ese aura de aspiración romántica, casi
perteneciente a la contracultura, que lo rodeó por mucho tiempo, y lo
coloca en el terreno de juego de los grandes intereses económicos y
geopolíticos, que abarcan desde gigantes de la agroindustria, como
Cargill entre otros, hasta las grandes petroleras, pasando por la
comunidad científica y llegando hasta los intereses ambientalistas,
gubernamentales y no, que aspiran reducir las emisiones contaminantes
generadas por la quema de combustibles fósiles.

Representa por lo demás un extraordinario aliciente para extender la
frontera agrícola, principalmente en caña de azúcar (aunque otras
materias competirán eventualmente con este cultivo), lo que involucra a
zonas agrícolas en latitudes tropicales y subtropicales, con
perspectivas de mayores ingresos para países grandes y pequeños (desde
islas del Caribe hasta por supuesto Brasil) así como para los
contingentes de mano de obra necesarios para su explotación. En este
contexto, y en la medida que se acentúe a mediano y largo plazo la
competencia entre usos alternativos para la tierra cultivable
disponible, la iniciativa puede impulsar a la larga una reforma agrícola
a nivel planetario. Las innovaciones tecnológicas que seguramente se
seguirán generando pueden crear condiciones propicias para el aumento
del ingreso de agricultores y campesinos en regiones y países muy
deprimidos económicamente, incluyendo tierras aptas para producir otros
rubros para el mismo propósito, con menos requerimientos de agua y
nutrientes.

Esta visión a gran escala deja prácticamente sin público a la previa
propuesta de Cuba-Venezuela de desarrollar el mismo combustible, bajo la
dirección de cada gobierno, con perspectivas interesantes para adquirir
una mayor influencia política, para la exportación de asesorías y
equipos, y para el comercio inter-estatal concomitante, aunque a una
escala probablemente apenas algo mayor que artesanal. Al quedarse así
colgados de la brocha, los gobernantes de ambos países optaron por
bombardear en forma inclemente la iniciativa americano-brasileña,
contradictoriamente manteniendo en apariencia las ofertas iniciales de
cooperación con países «amigos» y, en el caso venezolano, abandonando
finalmente («por ahora») la postura inicial.

¿Cómo afecta a Venezuela el proyecto del etanol? Básicamente, quizá, en
lo referente a la oportunidad perdida de elevar su influencia regional a
través de arreglos petroleros y de iniciar otras zonas de acción en el
campo a través de actividades conectadas con el etanol pero controladas
o dirigidas por su gobierno. Económicamente no parece una pérdida
importante, porque al menos en la región difícilmente el combustible
alternativo le quitará mercados al petróleo en el futuro previsible. Por
ello decimos al principio que la motivación de las críticas fue
esencialmente política.

Ahora, en la medida que vayan madurando las nuevas inversiones que
impulsará el lanzamiento de esta nueva industria, se producirá mucho más
maíz y sobre todo caña de azúcar, los agricultores de estos rubros
recibirán más ingresos, se extenderá la frontera agrícola, y se
generarán flujos nuevos de recursos beneficiando a campesinos y
capitalistas del campo en estos y otros cultivos. El etanol deja de esta
forma de ser un proyecto del socialismo del siglo 21 y pasa a ser un
proyecto con viabilidad económica, respaldado por el mayor consumidor
mundial de combustibles, con el cual se abren nuevas oportunidades
permanentes a la actividad agrícola en muchos países de la región, y
probablemente del mundo.

El proyecto es obviamente de largo aliento. Lo cual debe interpretarse
como que irá produciendo cambios poco a poco desde un principio. El más
importante de ellos será redistribuir recursos a favor de los
agricultores, tomados de una parte de la enorme cantidad que los
consumidores de combustible están dispuestos a pagar en todo el mundo.

Así de simple. Un pequeño cambio estratégico para los importadores de
petróleo, y una oportunidad muy significativa para los países con
superficie cosechable y ganas de trabajar en el campo. Veremos hasta
dónde llega cuando adquiera dimensión mundial operativa.

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