Economía

El IVA y la inflación

El brote inflacionario iniciado a mediados de 2006 ha llevado en pocos
meses a que la tasa de inflación se haya casi duplicado en todos los
indicadores agregados disponibles, y que en el caso de los alimentos se
haya casi triplicado. Este constituye un ascenso significativo y de
imperiosa consideración por parte de las autoridades, que son
responsables de su ocurrencia.

Estas autoridades visiblemente han registrado el problema y han
reaccionado. Desde el presidente, que no ha vuelto a mencionar el tema
del precio de la gasolina, luego de anunciar su aumento hace unas
semanas, hasta los representantes operativos de la política económica.

En conjunto han tomado decisiones y anunciado otras para el futuro,
supuestamente con el objetivo de revertir el alza inflacionaria.

En general, ninguna de estas medidas va a tener incidencia efectiva
sobre el ritmo de incremento en los precios. Las de carácter monetario,
para recoger algo del exceso de oferta de dinero, son insignificantes
ante la magnitud del desequilibrio. La «reexpresión» monetaria, como
acertadamente la denominó el propio Presidente, es absolutamente neutra
en materia inflacionaria, a menos que sea mal instrumentada, en cuyo
caso afectará los precios al alza, y no a la baja. La normativa contra
el acaparamiento y la especulación refleja un diagnóstico subyacente
totalmente equivocado respecto a las causas del aumento en la inflación.

Supone que el gobierno puede controlar la oferta, cosa que no es cierta;
y, por el contrario, así como muchas otras medidas análogas tomadas en
años anteriores, constituye una nueva agresión al aparato productivo del
país, que restringe la oferta, en lugar de estimularla que es lo
necesario para reducir el desequilibrio de demanda.

Por último, la reducción de la tasa del Impuesto al Valor Agregado, ha
sido explicada por los dignatarios del Estado como otro instrumento de
lo que en realidad es un insustancial plan antiinflacionario. De hecho,
es tan contraproducente esta medida que sus efectos más adelante
convencerán a todos que este «plan» está ubicado en la parcela donde
yacen los más ridículos planes de combate a la inflación emprendidos en
el mundo.

Esta afirmación no encaja en los procesos mentales que ponen a la
intuición como fuente de conocimiento preciso en materia económica. De
hecho, puede parecer muy lógico que si en los precios de venta al
público (PVP) está presente un componente que es precisamente el IVA
cobrado por el gobierno, un recorte de este componente rebajará el PVP
que paga el consumidor. Cierto. Pero lo que viene subiendo es el «otro»
componente del PVP, es decir, el precio «propio» de los bienes y
servicios. Allí es donde está la inflación.

La rebaja del IVA es un arreglo superficial que ha resuelto el gobierno
para «compensar» el impacto de la inflación sobre el presupuesto
familiar. Al cobrar menos impuesto, el gobierno es como si devolviera
cerca de un 3% del PIB (unos Bs. 11 billones) al bolsillo de los
consumidores. Pero no es una medida «contra» la inflación, aunque su
efecto inmediato pueda ser popular. Y no es efectiva contra la inflación
porque no afecta sus causas, sino que por el contrario, las agrava.

Para explicar esta afirmación es útil poner primero un ejemplo.

Supongamos que el registro de aumento en el índice de precios al
consumidor (IPC) en el primer mes de vigencia de esta reducción de 3
puntos en la tasa del IVA sea de 0%. El gobierno puede decir que la
inflación fue de 0%, pero esto sería una mentira. Porque en realidad los
precios «propios» de bienes y servicios en tal caso habrían subido en
torno al 3%, sólo que este aumento fue compensado por el menor impuesto.

La inflación sigue, pero el consumidor fue compensado. El problema es
que la inflación seguiría alta, y en el caso del ejemplo, todavía
creciente.

En realidad, esta compensación tributaria al consumidor diseñada por las
autoridades fiscales para mitigar en el presupuesto familiar el aumento
en el costo de vida, tiene características de bumerán. Es decir, su
efecto de fondo es agravar el problema inflacionario.

Esto nos lleva al planteamiento inicial sobre el diagnóstico de las
causas de la inflación. Venezuela está en presencia de una típica
inflación producida por exceso de demanda de bienes y servicios y de
oferta monetaria, ambos de origen básicamente fiscal. El excesivo gasto
público ha recalentado la economía, colocando el consumo y la inversión
por encima de lo que el aparato productivo interno y la oferta
complementaria de importaciones están en capacidad de atender.

Paralelamente, se ha generado un exceso de oferta monetaria, de idéntica
raigambre, que incide sobre la inflación. Estos desequilibrios
continúan, e incluso se agravan mientras el gobierno mantenga su
política expansiva de gasto público, intente vanamente controlar a la
oferta, e incentive el gasto del consumidor con menores impuestos.

El resultado combinado de estas orientaciones del gobierno en materia
económica apunta hacia un alza, no a una rebaja, en la inflación. La
macroeconomía del régimen está llena de lagunas que no lo dejan ver con
realismo la entidad del problema. Las consecuencias se irán viendo en el
transcurso del año.

Uno les recomendaría a estas autoridades tomar medidas en sentido
contrario a las anunciadas. Haría falta restringir el gasto público,
enfriar la demanda pública y privada, y estimular la producción, para
decir lo más grueso. Pero este gobierno ha sido sordo a todo lo que no
encaja en sus esquemas mentales. Sin embargo, no es descartable que más
adelante, luego de registros económicos que probablemente serán
adversos, la fuerza de la realidad se imponga, aunque la revolución
tenga que sufrir. ¿Será esto mucho pedir?.

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