Economía

Energía para la integración

En días pasados, Latinoamérica y el Caribe se convirtieron en el escenario de dos de las más importantes giras que hayan emprendido Presidentes Suramericanos en procura de la unidad regional. México, Honduras, Nicaragua, Jamaica y Panamá abrieron sus puertas para recibir al Presidente brasileño, Luis Ignacio Lula da Silva; en tanto que Argentina, Uruguay, Ecuador y Bolivia recibieron al Comandante Hugo Chávez Frías quien, a su vez, concluyó sus actividades siendo huésped de la III Cumbre Presidencial de PETROCARIBE.

Para la búsqueda de esa unidad, ambos mandatarios pusieron un especial énfasis en el establecimiento de acuerdos en el sector energético. En el caso de Lula, el centro de las conversaciones giró en torno a la expansión de la producción de agro-combustibles, mientras que el Jefe de Estado venezolano se abocó fundamentalmente a la promoción de tratados de seguridad energética (TES) y el desarrollo de obras de infraestructura destinadas a la interconexión y procesamiento de gas.

Todo parecería indicar que cada una de esas giras generó las condiciones para la generación de sus respectivas contragiras que, incluso, llevaron a afirmar a muchos analistas a afirmar que la región se había convertido en el escenario de un combate por el liderazgo entre el Presidente de Brasil y el de Venezuela. Nada más lejano de la realidad.

Si bien Brasil se autoabastece de petróleo, presenta un déficit equivalente a poco menos de la mitad de su consumo de gas, cuya cobertura exigiría un nivel de inversiones y de tiempo para su maduración que desvirtuaría la rentabilidad de los correspondientes proyectos. El caso venezolano es totalmente distinto. Venezuela, además de poseer una de las mayores reservas petroleras mundiales dispone, también, de una de las reservas gasíferas mas grandes del planeta.

Brasil lidera a nivel continental -y probablemente, mundial- la producción de etanol a partir de maíz y caña de azúcar. De la misma manera, si no es el líder, comparte el liderazgo en la producción de diversos productos agrícolas que lo han colocado como unos de los principales abastecedores mundiales de commodities, lo cual ha contribuido sustancialmente a que ocupe un papel protagónico en las negociaciones comerciales multilaterales. Por lo demás, al agregarse su desarrollo industrial, acompañado por la generación y el manejo de tecnologías de punta en determinados sectores, se valida su calificación como la séptima economía del mundo.

De igual manera, es un caso distinto al de nuestro país, cuya principal producción y fuente generadora de divisas radica, casi exclusivamente, en los sectores energéticos y mineros lo cual descarta, de hecho, la posibilidad de una rivalidad de liderazgo económico en la región entre los dos países. Por otra parte, las coincidencias políticas entre los Presidentes Lula y Chávez impiden que se establezca ese pseudocombate virtual que presumieron ver los analistas nacionales e internacionales cuando se refirieron a las coincidentes giras realizadas por ambos mandatarios.

Esas coincidencias se ponen claramente de manifiesto en el protagonismo que le han asignado ambos gobernantes a la integración en las respectivas políticas externas de los dos países y, en particular, a la materia energética como herramienta esencial de esas políticas. Y en ese tema sí se verificó el combate. El combate acometido conjuntamente por Brasil y Venezuela es para garantizar el abastecimiento justo y adecuado de energía para Latinoamérica y el Caribe, lo cual pone en evidencia el interés que motiva a ambos países de continuar sentando las bases de una sólida interrelación política y económica en la región.

Las dos giras, igualmente, pusieron en evidencia la complementariedad energética de los países, la cual fue proyectada hacia aquellas naciones huéspedes de los dos Jefes de Estado. Los hidrocarburos y los agro-combustibles convivirán simultáneamente por razones que no deben escapar a nuestra reflexión.

No será tarea de corto plazo sustituir el enclave tecnológico mundial, a través de la migración hacia el uso de un combustible cuya producción, además de limitada, conlleva implicaciones de alto impacto sobre el abastecimiento alimentario mundial, así como sobre la preservación y conservación del medio ambiente, materias prioritarias de las agendas nacionales e internacionales. Más que esperable, es necesaria una complementación en los usos de los mismos, en especial, para contribuir a la recuperación de los equilibrios alimenticio y ambiental ausentes, y desde hace tiempo, de la escena cotidiana mundial.

Las giras, antes que de competencia, fueron complementarias y, de allí, el éxito con que fueron coronadas. Los resultados alcanzados, además de esperanzadores, ratificaron la voluntad política que anima a los Gobiernos de Brasil y Venezuela en procura de la integración de los pueblos mediante hechos concretos, como lo son los acuerdos alcanzados, y no de retórica, como sí es testigo nuestra historia regional de desencuentros.

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