Gas: el nuevo paradigma
Además de noble, transparente y amigo del ambiente, el gas es bolivariano. Inmune a las restricciones ideológicas de corte centralista que gravan al petróleo, puede ser producido por los ciudadanos, abriendo camino al encuentro entre Estado y sociedad. El gas tiene amplio mercado, aledaño, creciente, asegurado en el largo plazo y libre del techo de producción de la (%=Link(«http://www.opec.org/»,»OPEP»)%), y abundan inversionistas interesados en el negocio. Desconoce la carga de culpabilidad que soporta el «excremento del diablo» por hacernos rentistas. Su precio, cercano al costo de producción, reduce el componente demoníaco de la renta, generando una merma del estatismo, el consiguiente fortalecimiento de la economía privada y por lo tanto de la sociedad civil.
Bolívar redivivo
El inspirador decreto del Libertador del 24 de octubre de 1829 1
establece en su artículo 1°: «Conforme a las leyes, las minas de cualquiera clase corresponden a la República, cuyo gobierno las concede en propiedad y posesión a los ciudadanos que las pidan, bajo las condiciones expresadas en las leyes y ordenanzas de minas, y de este decreto». El artículo 2° establece que los fondos obtenidos por títulos de propiedad y aranceles serán destinados a financiar cátedras de minería e industria. «Ningún ministro tesorero gastará este fondo, so pena de reponerlo a su costa». El Libertador intuyó la perversidad del dinero fácil en manos de los gobiernos, premonición del despilfarro puntofijista, generador de corrupción y miseria.
Cabe notar que en función del poder, nuestra vieja dirigencia tergiversó el designio de Bolívar, reduciendo el artículo 1° a la frase inicial y mochando todo lo referente a los derechos ciudadanos. Corresponde a la revolución bolivariana rescatar el concepto original restaurando el derecho de los venezolanos a la propiedad, actualizado a los términos de la economía moderna, o sea como accionista de las empresas operadoras.
Urgencia y alarma
Consideradas por los expertos como subestimadas, poseemos las mayores reservas probadas de gas de Sudamérica, superiores a la suma del resto de los países y similares a las de Estados Unidos. Por ser producto marginal de la explotación petrolera, en su mayor parte están asociadas al petróleo, lo que limita su disponibilidad al techo de producción establecido por la OPEP. Sin embargo las reservas de «gas libre» ya conocidas, y estimadas como una fracción de las probables, son suficientes para iniciar el desarrollo de una poderosa industria de gas licuado para la exportación, que por lo demás supliría el mercado interno no satisfecho por el gas asociado.
Por su parte, Arabia Saudita está realizando una vasta apertura gasífera a la inversión extranjera, principalmente norteamericana, sin deshonrar los compromisos con la OPEP. México a su vez, se prepara para una apertura semejante orientada al mercado norteamericano. Y por fin el caso tan aleccionador como alarmante de nuestra vecina Trinidad, que con reservas equivalentes al 15% de las nuestras, adyacentes a nuestro principal reservorio de gas libre, ha desarrollado una pujante industria gasífera de exportación en plena expansión (es el primer suplidor de gas licuado a Estados Unidos) que nutre su floreciente economía, en brutal contraste con la pobreza aledaña de Paria, consocia de la cuenca.
Menos Estado y más Nación
El desarrollo del gas exige inversiones superiores al petróleo, logrando mayor impacto económico. El componente nacional de 5.300 Km. de gasoductos, 2 plantas de licuado, instalaciones de exportación, tanqueros e inversiones afines extendidas a lo largo de nuestro territorio, más el eventual gasoducto transcaribe, producirán un efecto detonador en nuestra economía. Sin embargo, las inversiones requeridas no restarán fondos a educación o salud si un adecuado planteamiento de participación ciudadana reorientara el ahorro que actualmente se fuga generando desempleo y pobreza.
Se entiende que la visión holística de la revolución bolivariana extenderá el impulso económico de la apertura en ciernes al contexto social mediante la formación de capital nacional de amplia base, y la participación popular en la propiedad a través de los fondos de pensiones.