Economía

Inesperado caotico escenario

Todo andaba a las mil maravillas: la demanda petrolera pujante, agotándose las reservas tradicionales planetarias, el mundo aprisionado en la mano, sediento de la repartición de la Faja del Orinoco, las magnas reservas.

Todo el futuro dependía de la repartición de la Faja entre amigos, era una enorme arma geopolítica, nos montó en el tablero de ajedrez mundial, para gloria del Señor.

Al mismo tiempo todo el país dependía como nunca del comercio internacional, se destruyó la producción nacional, los alimentos en su mayoría se importaban usando empresas capitalistas extranjeras, porque los privados nacionales eran unos explotadores de la clase obrera.

Se aniquiló el empleo permanente asociado a empresas privadas, sustituyéndolo por el subsidio golillero por intermedio de las llamadas Misiones, una idea de Fidel, el rentismo galopante en su mayor y mejor esencia. La población dependía mayormente del subsidio, de las dádivas, la corrupción, no existía mayor producción local, se compraba casi todo al extranjero, pero no por pobres sino por ricos, qué desgracia. Se instaló un Facilismo Fenomenal.

Este modelo dependía solo de una exclusiva columna: el ingreso petrolero, que era prometedor bajo todos los escenarios, cada vez había menos cantidad de hidrocarburos convencionales disponibles para una sociedad mundial insaciable. Parecía un albur razonable, tenemos que admitirlo.

Pero, ¡oh sorpresa! La malignidad del capitalismo tendió su pierna y produjo una inesperada zancadilla. Si no hay recuperación a mediano plazo, como muchos expertos vaticinan, simplemente el y-que-modelo-de-socialismo-petrolero-siglo-XXI será absolutamente inviable, vendrá la hecatombe.

La gente y las empresas van a tener que volver a trabajar, a sembrar, a cosechar, a producir, a vender. Hasta que cada cual tenga su empleo fijo y pueda cancelar sus gastos de salud, educación y vivienda. Hay un fraile por ahí que vaticina con razón que tardaremos algunas décadas en la reconstrucción de la patria bonita.

Algunos dirán que se perdió una buena oportunidad para mejorar el nivel de vida de Venezuela, y no se pudo porque los militares y sus aliados prefirieron su beneficio personal antes que el colectivo, como aconteció durante la mayor parte de la época republicana, desde la Independencia, cuando los militares fueron más fuertes que las instituciones.

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