Economía

Jaua, Nobel de Economía

Hagamos un gran esfuerzo. Un esfuerzo de cíclopes. Y partamos de que Chávez sabe gobernar, que tiene detectados los yacimientos de talento en Venezuela y de ellos espiga los cuadros mejor formados para componer su equipo. Hagamos como que Chávez quiere ˆy toleraˆ rodearse de la mejor gente. Una vez en eso, consideremos que los 140 cambios ministeriales que el Presidente ha hecho en la década de su hegemonía han estado orientados por la conveniencia de la nación y en procura de dar con los expertos que garantizarán un desempeño eficiente y probo.

Tragando grueso, como el que apura una palangana de aceite de ricino, movamos la cabeza en gesto afirmativo: sí, Chávez sólo consiente en su entorno varones de Plutarco.

Admitido esto, convengamos en que Elías Jaua llegó al Ministerio de Agricultura por su trayectoria profesional, su solvencia intelectual, su conocimiento del país y de la producción agropecuaria. En suma, por su seriedad. Y que cuando afirma que, tras un análisis de la inflación en Venezuela, el gabinete económico determinó que si la población regateara, ese flagelo disminuiría, lo hace con responsabilidad.

No nos detengamos en el ejercicio de imaginar un gabinete económico que, en el paroxismo de su sabiduría, llega a una conclusión como la antedicha.

¿Para qué nos someteríamos a la tortura de imaginarnos la asamblea de esa recua de jumentos si no podemos reírnos a carcajadas ya que sus desatinos son la desgracia del país? No lo pongamos en duda.

elías jaua ha sometido la situación a un minucioso examen que le permite dirigirse a la república para conminarla al regateo como solución a la inflación. Elías Jaua no está improvisando. No es un incapaz.

Su conclusión no revela una inverosímil estulticia ni da la impresión de estarse burlando de un país abrumado por los altos precios de los productos de primera necesidad. Dialoguemos con Elías Jaua como si su diagnóstico correspondiera al de un ministro de Agricultura en toda la extensión del título y de sus imperativos. Tomemos su propuesta como proveniente del esclarecimiento y la prudencia, para poder rebatirla con algún respeto.

Al despachar el azote de la inflación como producto de los ardides de los comerciantes, que elevan sus precios sin encontrar reservas en la clientela, Jaua retoma la vieja certeza de este Gobierno según la cual los comerciantes son intrínsecamente perversos (jamás amanecerán convertidos en hombres nuevos), bichos malvados que acaparan mercancías para crearle crisis al régimen, mentes retorcidas que todas las madrugadas llegan a los locales con un marcador para cambiar los precios, al alza, naturalmente, con prescindencia de lo que han pagado al productor y al distribuidor, sin ver lo que cobra el colega del frente y del costado, porque ellos son así. Ellos son capitalistas. Y el marcador es más rápido que la mente humana.

Bueno, ésa es la misma consideración que el Gobierno tiene de todo el sector privado. Los comerciantes no son exclusivos en esta percepción gubernamental, que tiene en los productores, los empresarios y los industriales a unos enemigos que es preciso arrasar.

De otro lado, el Gabinete Económico, en vez de sugerirle a Chávez que regatee millones de dólares a sus pedigüeños de planta (el pobre Evo, Correa, Kirchner y el acusado de violación sistemática por su propia hija adoptiva, Daniel Ortega), se vuelve a la población para pedirle que haga lo que el Estado no hace ante las más temibles sanguijuelas con las que ha lidiado en toda su historia.

Jaua sugiere a la ciudadanía que haga como Rodríguez Chacín, un lince en regatearle a la muerte, que todos los días, sobre todo los fines de semana, consigue tremendas gangas con su porfía.

La admonición de Jaua es una paradoja: por un lado, la revolución concibe al pueblo como una masa tan avispada que es capaz de dirigir «por sí misma» el Estado (¿no se trataba de eso la democracia participativa?, ¿de suspender innecesarias mediaciones, puesto que el pueblo, de manera directa, se daría el gobierno que aspira?). Ahora resulta que las masas son tan idiotas que necesitan que Jaua venga a sugerirles que, si se suman en millones a la gloriosa gesta del regateo, lograrán disminuir la inflación. ¿Qué sería de Venezuela sin estos candidatos al premio Nobel de Economía?

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