Economía

La economía mundial y la superpoblación ante el reto de la biotecnología

A inicios del siglo XIX un religioso inglés, John Malthus entró en los
anales de la economía al plantear una idea muy interesante. Según él, la
oferta de alimentos crecía según una progresión aritmética, mientras que la
población lo hacía de una manera geométrica. Pongámoslo más claro para
quienes se olvidaron de estos conceptos (que se ven en la primaria): esto
significa que la población aumenta a un ritmo mucho más rápido que la
disponibilidad de recursos para mantenerla (comida).

Según Malthus, para poder igualarse ambos niveles, entonces cada cierto
tiempo sucedería «algo» que haría que la población disminuya drásticamente y
se equilibre con la disponibilidad de recursos y alimentos. Ese «algo»
puede ser una hambruna, una epidemia, una guerra, una emigración forzada,
etc.

A pesar de la crueldad de los planteamientos malthusianos, debemos admitir
que tenía parcialmente la razón. La inmigración europea que pobló a América
en los últimos 500 años se debió a la sobrepoblación que se produjo en el
viejo mundo para un espacio tan limitado que produjo guerras y epidemias
repetidas veces. Hasta el día de hoy, en Europa viven unos 730 millones de
habitantes, y si excluimos a la antigua URSS, hay unos 550 millones de
personas viviendo en aproximadamente 5 millones de kilómetros cuadrados,
parte de los cuales son de difícil habitabilidad por ser montañosos,
boscosos o muy fríos, lo cual nos da una densidad poblacional similar a la
existente en la India hace unos 30 ó 40 años, aunque el referido país
asiático alcanzó esa población en el siglo XX, ya con mejor tecnología,
además de que gran parte de su territorio es sumamente fértil.

Recordemos que hasta hace relativamente pocos años el transporte de
alimentos era difícil o imposible, puesto que no existía la refrigeración,
así que la mayor parte de lo que uno comía provenía de las inmediaciones del
sitio donde se consumía. Hoy la realidad ha cambiado, amén de la
incorporación de nuevas especies de vegetales y animales, así como nuevos
métodos para su producción («casas» con aire acondicionado y música para las
vacas, etc.) y la producción industrial es mejor.

Pero contrariamente a lo previsto por Malthus, la oferta de alimentos en la
actualidad supera ampliamente la demanda a nivel mundial (mal distribuidas,
por cierto), a pesar de ser la población de hoy varias veces mayor que la
del año 1800. O sea, parece que Malthus invirtió los términos.

Los beneficios de la genética

Quien lea los últimos avances de la ciencia, y en especial de la genética,
se enterará que ya existen los cultivos modificados genéticamente, pero no
sólo eso, sino que las perspectivas para el futuro son tan alentadoras que
en los próximos 50 años podríamos experimentar una revolución alimentaria
que hará lucir nuestra situación actual apenas como un pequeño avance
respecto a la edad de piedra.

No es solamente que dentro de algunos años en las propias comidas vendrán
las medicinas, sino que es de esperar también nuevas especies de vegetales
que crezcan con asombrosa rapidez (por ejemplo, el maíz, el trigo y el arroz
se cosecharían al mes o a los 15 días de sembrados, con mayor rendimiento
por planta), o nuevos animales de acelerada reproducción (como los conejos)
pero que produzcan tanta carne como un toro.

Ello liberaría mucho espacio del que se dedica actualmente a la siembra de
cereales para poder sembrar frutales, y también para que pueda dedicarse a
la ganadería, por lo que los patrones de consumo se alterarán.

Por cierto, debemos mencionar aquí que en estudios económicos hechos hace
varios años se determinó que cuando las personas aumentan su nivel social
crece el consumo de carnes, quesos y frutas, mientras que cuando se
empobrecen aumenta la demanda de granos y harinas.

Vistas así las cosas, de los 150 millones de kilómetros cuadrados de tierra
emergida que hay en este planeta, en menos de 10 millones utilizados
intensivamente se podría alimentar a la población del planeta por cien años
más, así que la supuesta necesidad de salir al espacio exterior a
colonizarlo «porque ya no cabemos aquí en la Tierra» dejará de ser cierta, y
la riqueza de las naciones cada vez menos dependerá de su superficie (tal
vez tengamos menos guerras). Acotemos que otros avances harían que vastas
extensiones desérticas (como el Sáhara, la península Arábiga, Nevada,
Atacama o Gobi) puedan ser fértiles y rentables a la vuelta de unas décadas.

Población, economía y sobreproducción

Pero ni la población ni los recursos están uniformemente distribuidos a lo
largo del mundo, y tampoco crecen a las mismas tasas interanuales en todas
partes. En Europa detuvo su crecimiento poblacional hace varias décadas (y
la Segunda Guerra Mundial acabó con buena parte de su gente); la China ya
casi no crece, igual que en Norteamérica, Australia y Japón. En cambio, en
el resto del mundo sigue creciendo a tasas altas. Y donde más crece es en
las naciones más pobres y donde todavía la mayor parte de la población se
dedica a labores agrícolas. Pero sólo podemos hablar de «sobrepoblación» en
los países pobres, como Bangladesh y Uganda, porque aunque Holanda está
densamente poblada, su nivel de vida anula esa sensación: paradojas de la
sociedad.

Nada es perfecto, y todo el lindo panorama pintado antes con las maravillas
de la ciencia es causa de preocupación en gran parte del mundo. Imaginemos
que los países de alto crecimiento poblacional relativamente más ricos y
mejor educados (Latinoamérica, los países árabes, sudeste asiático) podrán
adoptar las nuevas especies con rapidez, mientras que la gente más pobre
(especialmente muchos países del Africa subsahariana) quedará rezagada, y
ahí viene el problema.

En los años ochenta comenzó el declive del precio de las materias primas
(petróleo, aluminio, los productos agrícolas, carbón, etc.).

Particularmente nos interesan los productos agrícolas que son la base de la
subsistencia humana, aunque eso no es una verdad absoluta; la salud de la
población mundial no se vería afectada si hay restricciones al comercio del
café, del cacao y el té, pero centenares de millones de personas se
empobrecerían y padecerían hambre, algunos países entrarían en moratoria y
más de un banco transnacional quebraría (¡que viva el consumismo que
mantiene a toda esa gente!).

A pesar de las hambrunas que se presentaron en varios países (debemos
admitir que más que las razones económicas y ambientales privaron los
causantes de origen bélico), el mundo comenzó a tener excedentes en la
producción de alimentos, lo cual lleva sus precios a la baja. Y los precios
más bajos para los productos agrícolas conduce a la pobreza de los
agricultores. Es más, hay veces que a pesar de magníficas cosechas puede
haber hambre porque los productos no tienen salida (ya sea porque los
mercados están saturados, como en la época de la Gran Depresión, o ya sea
por algún bloqueo, como el que le impuso Stalin a los ucranianos).

Por lo tanto podemos prever que aquellos que se empobrezcan tendrán que
emigrar a las ciudades porque su trabajo ya no es rentable. Y en las
ciudades no pueden dedicarse a labores agrícolas por razones obvias, por lo
cual ya los países del tercer mundo deben ir pensando en una rápida
industrialización para poder evitar una gran crisis humana en las próximas
décadas.

Sin embargo, ya hay un grupo de naciones industrializadas que fabrican
ventajosamente en esa área, y creemos que está bien que algunos se dediquen
a la industria, pero que todos los países del mundo se dedican a lo mismo
entonces se armaría un gran caos (si todos fueran panaderos, ¿a quién se le
vendería el pan puesto que todos lo hacen?). La respuesta está en que
actualmente la mayor parte del comercio internacional se realiza entre los
países industrializados, y muchos de ellos tienen relaciones comerciales
marginales con los subdesarrollados. Y no olvidemos que la mayor parte de
la producción se destina al mercado interno (Estados Unidos es,
relativamente hablando, una economía semicerrada), por lo que ya deben
empezar a estimular el consumismo en sus países.

Si cerramos los ojos, el mar del futuro nos arrasará con sus olas, y ya
debemos comenzar a prepararnos, porque Malthus se tomará otras vacaciones
prolongadas.

Economista.

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