Economía

La economía y la Enfermedad Holandesa

Los economistas esperamos el tradicional mensaje de fin de año del presidente del Banco Central de Venezuela para formarnos una visión técnica y clara de la evolución y las tendencias de la economía nacional. La economía creció notablemente por cuarto año consecutivo (8,4%), el desempleo y la pobreza disminuyeron, las reservas internacionales se mantienen altas y el precio de la cesta venezolana alcanzó $65.2, su nivel histórico más alto. El valor de la cesta se ha cuadruplicado desde 1999. Pero la inflación alcanzó 22,5%.

La bonanza petrolera ha sido el principal motor de la economía a través del gasto público y el consumo privado. El informe del Banco Central de Venezuela señala que el crecimiento de los cuatro últimos años ha sido más vigoroso en los sectores de bienes no transables (construcción, transporte, comercio, telecomunicaciones y servicios sociales, financieros y seguros), que en los sectores de bienes transables (agricultura, manufactura, petróleo y gas y minería, los cuales se han contraído o muestran rezagos. El BCV observa que “las actividades no transables exhibieron por cuarto año consecutivo una tasa de crecimiento superior a las transables, 12,3% y 5,8%, respectivamente.”

Se trata de un fenómeno que los tratadistas denominan Enfermedad Holandesa, conforme al cual la bonanza de un recurso natural origina una expansión extraordinaria de los sectores no transables a expensas de los sectores de bienes transables, los cuales se estancan o se contraen, principalmente, por la sobre-valuación de la moneda. Este fenómeno, propio de países exportadores de materias primas y recursos naturales, debe corregirse para que el crecimiento sea sustentable y armónico. El diagnóstico y cura de esta dolencia reside en la aplicación de políticas públicas que estimulen el ahorro, la inversión y la expansión de la producción de bienes transables. Sólo así será posible la creación de empleo, la reducción de la pobreza y el abatimiento de la inflación de manera estructural y permanente.

El Estado y el sector privado deben dialogar y cooperar para que la calidad del crecimiento se privilegie frente al crecimiento cuantitativo. Las políticas de redistribución se deben integrar orgánicamente a novedosas políticas de inversión y producción. La grande, mediana y pequeña industria, las micro-empresas, las cooperativas y las empresas de producción social deben unirse en un vasto esfuerzo coherente de productividad para corregir los desequilibrios y derrotar la Enfermedad Holandesa.

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