Economía

La fuga de capitales

AIPE- Hace 42 años, el general de Gaulle inició el proceso político que culminaría con la promulgación de una nueva constitución para Francia y que abriría el paso a la Quinta República francesa. En uno de sus primeros actos oficiales, el presidente de Gaulle condecoró al barón de Rothschild, banquero aristócrata que había sido acusado durante la Cuarta República de violar las normas de controles cambiarios que para entonces regían. En sus palabras a la audiencia presente en el palacio del Eliseo, al momento de condecorar al banquero con la Legión de Honor, de Gaulle agradeció a Rothschild haber «salvado su patrimonio para Francia», ya que de haber dejado su dinero en francos, las políticas socialistas de la Cuarta República lo hubieran devaluado y no estaría disponible para la recuperación de Francia.

Como parte de su reconstrucción del país, a partir de la nueva constitución, de Gaulle desechó la antigua moneda del país y creó el «nuevo franco» que se mantiene hasta este momento. Al mismo tiempo, Francia adoptó políticas para proteger a los inversionistas y para asegurar la viabilidad fiscal del Estado, lo que hizo posible que en pocos años esa nación europea recuperara su sitial como la cuarta economía más importante del planeta. En 1981, Francois Mitterrand, recién electo presidente del país galo, retomó las políticas populistas del socialismo antiguo y provocó una enorme estampida de inversionistas que culminó con la devaluación del franco y el establecimiento de controles cambiarios en 1982. A los dos años Mitterrand recapacitó, enmendó el rumbo y proclamó la política del «franco fuerte», basada en la generación de confianza y una sana política fiscal.

En América Latina, la mayor parte de los países son hoy importadores de capitales. Argentina, Brasil, Chile y Perú presentan grandes déficit en su cuenta corriente que son financiados con importantes ingresos de capitales por la vía de las inversiones extranjeras. Venezuela es el caso opuesto. En los últimos cien años no hemos tenido más de dos o tres años con déficit en cuenta corriente. Nuestra condición de país petrolero nos ha dado la ventaja de contar con una balanza comercial ampliamente superavitaria. Durante muchas décadas nuestras excelentes cifras en cuenta corriente venían acompañadas también de superávit en la cuenta capital, lo que producía una enorme acumulación de reservas, bajas tasas de interés, y mantenía la fortaleza del bolívar. Fueron las políticas socialistas implementadas a partir de 1974, conjuntamente con la errada política monetaria del Banco Central durante las décadas de los 70 y 80 las que provocaron la salida de capitales.

Hoy los venezolanos que tienen capacidad de ahorro no guardan su dinero en la banca local, lo hacen en el extranjero para proteger su patrimonio, al igual que una vez lo hizo el barón de Rothschild. Indudablemente que entre esos venezolanos se encuentran algunos que se beneficiaron de la corrupción imperante durante las postrimerías del siglo XX en nuestro país, pero ellos son una pequeña minoría. Hay que tener en cuenta que la salida de capitales en Venezuela la producen cientos de miles de ciudadanos actuando individualmente.

Sin la salida de capitales desde 1997, las reservas internacionales venezolanas superarían ya los 30.000 millones de dólares. Las tasas de interés hubieran colapsado y el bolívar probablemente no hubiese superado la barrera de los 500 bolívares por dólar. El sector privado debe meditar sobre los efectos que esto hubiera tenido sobre el sector productivo, pero el gobierno debería estar consciente que la fuga de capitales se ha producido por la misma razón por la que los capitales salieron de Francia en 1982: desconfianza en la mentalidad económica del presidente y en la habilidad de su equipo económico.

El presidente Chávez todavía está a tiempo de enmendar el camino como lo hizo Mitterrand. Así podría lograr que su Quinta República permanezca en el tiempo, como lo ha hecho la francesa, pero para lograrlo debe asumir la posición que hoy tienen José María Aznar, presidente del gobierno español, y Tony Blair, primer ministro inglés, con respecto al papel del Estado en la economía.

Estos dos líderes europeos escribieron recientemente: «El papel del gobierno ha cambiado. Las autoridades no deberían tratar de escoger a los ganadores o de ser más astutos que el mercado. No deberían interferir en las decisiones de índole comercial ni imponer estrictas reglas sociales y económicas. El papel moderno del gobierno en la actualidad consiste en crear las condiciones que permitan a las empresas generar empleos; proteger los sectores vulnerables de la sociedad y combatir la exclusión social; preparar a nuestros niños para las nuevas oportunidades del futuro; y ayudar a nuestras fuerzas laborales a adaptarse al cambio». Si el presidente Chávez comienza a expresarse en estos términos, en poco tiempo la economía venezolana sería de nuevo la más pujante de América Latina.

Luis Henrique Ball es dirigente empresarial venezolano.

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