Economía

La fuga de divisas, sobrevaluación, control, quema de dinero.

En las últimas semanas se produjeron rumores acerca de una inminente
devaluación o un control de cambios. Independientemente de que los medios
políticos le den un calificativo político a una realidad económica y
técnica, la existencia de tales rumores no hacen sino advertir y reconocer
que existe una gran sobrevaluación que debe ser corregida, porque ya está
siendo más rentable comprar o ahorrar en el exterior que en Venezuela, y
eso
está y estará afectando a la balanza de pagos cada vez más aceleradamente.

La renuencia de las autoridades a devaluar, -porque lo consideran más como
una pérdida de prestigio que como una necesidad-, hará que el banco
central
gaste cada día más reservas, y la supuesta «superioridad» que sentían
pronto
se convertirá en un mal recuerdo (en vez de decir «los especuladores
trataron de forzarnos a una devaluación, pero les ganamos» tendrán que
admitir que subsidiaron a esos compradores de dólares baratos, que son los
que realmente se beneficiarán).

Mientras tanto, las reservas internacionales, a pesar de los altos precios
del petróleo, ya no suben, en vez de seguir acumulándose, en vez de estar
creciendo paralelamente con las reservas del FIEM (Fondo de Inversión para
la Estabilidad Macroeconómica).

Pero reconozcamos también que, a pesar de que las reservas internacionales
del Banco Central de Venezuela (BCV) ya no suben, sino bajan, éstas siguen
estando en niveles altos que pueden alejar por unos meses la
maxidevaluación
(pero no creo que lleguemos a junio del 2002 sin haber «maxidevaluado»),
así
que el desastre no es inminente, y podemos prepararnos para él los más
previsivos.

La muerte anunciada

Algo que sorprende es que las autoridades monetarias y gubernamentales no
son brutas, y están conscientes de la situación, pero no se atreven ahora
a
hacer una devaluación relativamente moderada, sino que se niegan hasta que
tal vez se produzca una verdadera maxidevaluación, la misma que hace que
la
gente le tenga miedo a las devaluaciones en general.

Una muestra de lo que decimos, de la consciencia que hay en quienes más
influyen en la economía nacional, es la declaración del asesor económico
de
la Asamblea Nacional, Francisco Rodríguez, al diario El Nacional (domingo,
3
de junio de 2001). Publicamos un extracto de la nota de prensa donde se
le
hacía una entrevista:
«Un señuelo para propiciar la inversión más activa de los empresarios, al
menos en los cálculos oficiales, es el acuerdo entre el Gobierno y la
banca
para reducir las tasas de interés. Rodríguez, sin embargo, afirma que hay
una tensión entre el objetivo de bajar las tasas y el tipo de cambio. «Si
tienes una política cambiaria para controlar la tasa de depreciación del
bolívar, no puedes tener una política monetaria independiente, no puedes
bajar las tasas de interés».

Si el propósito del Gobierno es abaratar el costo del dinero, habrá una
presión adicional para que aumente la salida de capitales. «Se establece
una
comparación entre tasas internas y externas, y es más desfavorable ahorrar
en bolívares».»
Controles y quemas

Lo más triste que vemos es que al final, muy probablemente, se adoptará la
peor de todas las medidas económicas adoptadas en Venezuela en los últimos
20 años, que consiste en quemar divisas (recordar finales del gobierno de
Jaime Lusinchi, y primera mitad del segundo gobierno de Rafael Caldera),
que
por querer mantener estable el precio del dólar, gastaron las reservas
internacionales, o sea, subsidiaron la fuga de divisas a precios
preferenciales.

Una de las alternativas que se adoptaría después que el país se queda sin
reservas es el control de cambio, porque la otra es acudir al Fondo
Monetario Internacional (FMI), cosa que no creemos probable en un primer
momento. El control de cambios, en todas partes del mundo, y como se
demostró hasta la saciedad aquí en Venezuela, al principio es una medida
muy
popular (o mejor dicho, populista), pero que degenera en una grandísima
corrupción y desmoralización del gobierno de turno, aunque sea sano, santo
y
estricto el administrador del control de cambios. Para muestra, dos
botones
venezolanos: RECADI y OTAC.

Allí el gobierno si que perderá totalmente la credibilidad y nadie creerá
en
su ética, y esa situación se debe evitar, salvo que uno esté jugando al
fracaso del gobierno, o sea, de Venezuela entera.

Los estafadores de altas tasas de interés.

Recientemente, salió la noticia publicada en el semanario Quinto Día de
que
en la guariqueña ciudad de Calabozo, un matrimonio de empresarios
supuestamente estafó más de 10 mil millones de bolívares a inversionistas
de
esa zona, aceptando depósitos por los que prometían pagar el 10% mensual.

De verdad que no es la primera vez que sucede en Venezuela ni en el mundo,
y
creo que no será la primera vez. No importa que ese tipo de operaciones
estén prohibidos por las leyes y perseguidas por las autoridades, siempre
se
producen y siempre cae gente que se presume ser muy astuta.

Inclusive, a veces a uno le dan ganas de condenar no solamente a los
presuntos estafadores, sino también a los tontos que confiaron en ellos.

Pareciera que la crisis financiera de 1994, iniciada con el Banco Latino,
y
peor administrada por el gobierno de Rafael Caldera, no fue suficiente
lección para que agarráramos escarmiento. Los pseudo-empresarios que
pagaban altísimas tasas de interés en los estados Mérida y Bolívar, por
esa
misma época, tampoco fueron suficientes. La pirámide del dinero
controlada
a tiempo en el gobierno de Luis Herrera Campíns tampoco fue suficiente.

Que
si la Ley de Bancos y Otras Instituciones Financieras prohibe esos
negocios
tampoco es suficiente.

Hay una vieja conseja que reza que «todos los días sale un tonto a la
calle:
¡agárralo!». Y creo que también debe iniciarse un juicio a los que le
confiaron su dinero a esos pseudo-empresarios. Motivo: bolsas.

Me gustaría saber también, si hubieran cobrado y ganado esas tasas tan
altas, ¿los audaces «inversionistas» iban a compartir con nosotros el
producto de sus exuberantes ganancias?

La Iglesia rechaza la confesión on-line

La modernización y la nueva tecnología tiene sus límites. Por ejemplo,
por
más que uno mande abrazos y besos por teléfonos e internet, nunca será lo
mismo que hacerlo en persona; una mujer no puede llevar a su hijo en la
red
virtual, sino debe cargarlo muy adentro de su cuerpo, igual como la hacían
sus ancestras de hace 50 mil o 50 millones de años, e igual que todos los
mamíferos. También debemos considerar que las comunicaciones electrónicas
son capaces de ser interceptadas, y allí tenemos a la red Echelon, que
cuenta con imitadoras a pequeña escala en la mayoría de los países del
mundo.

Pues bien, precisamente en internet conseguimos en la página web
http://www.italy-news.net/ conseguimos la noticia que está a continuación:
«¿Confesión on-line?». «No, gracias». Así lo afirmó Mons. John P. Foley,
presidente del consejo pontificio de comunicaciones sociales. El prelado
sostuvo que para la Iglesia Internet es «un instrumento maravilloso de
evangelización y servicio pastoral» pues logra llegar «a sociedades que no
admiten la presencia de padres, monjas ni religiosos, y ofrece una
oportunidad para el diálogo». Se opone, en cambio, a la confesión en la
red
porque «esta deber realizarse siempre en el contexto sacramental del
encuentro personal».

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