La lección de Arabia Saudita
El Presidente (%=Link(«http://www.georgewbush.com/ «,»Bush»)%) declaró que su amigo el rey de Arabia Saudita se comprometió a impedir que el precio del petróleo supere los 28 dólares, y que le parecía bien la banda establecida por la simpática (%=Link(«http://www.opec.org/»,»OPEP»)%), pues la seguridad del precio impulsaría las inversiones petroleras locales, disminuyendo la dependencia de proveedores foráneos. También anunció estudios orientados a disminuir las restricciones ambientales a la explotación del petróleo de Alaska, y un tratado energético integral entre Canadá, Estados Unidos y México. Estas idílicas declaraciones provenientes de un presidente petrolero, inclinado a favor del productor local, marcan un viraje estratégico en el juego de grandes ligas. Los enemigos de la OPEP son ahora sus amigos, no desean que baje el petróleo. Los sauditas se entienden ampliamente con nuestro primer cliente, de derecha a derecha. De supuestos actores pasamos a ser marginados espectadores. En juegos suma-cero, exceso de armonía arriba significa mal presagio abajo. Si de algo podemos estar seguros es que al final del día Venezuela la arrecha disminuirá nuevamente su participación en el mercado en favor de Arabia Saudita.
La clave secreta
Arabia Saudita (AS) mantiene ocioso un 20/25 % de su capacidad de producción, detalle que le permite manejar el mercado, cumplir compromisos políticos, vender seguridad y asumir de hecho la representación de la OPEP. Cada amenaza, ajuste o reacomodo del mercado activa el teléfono real que responde a cada actor lo que desea oír. Cada aclaratoria ofrece seguridad a su protector militar, tranquiliza a sus socios y vecinos, y arrima algún nuevo barril a su bolsa.
(Quien haya visitado países árabes y realizado compras en el mercado, puede entender el alcance cultural de la palabra de comerciante, donde el regateo y la negociación son parte esencial de la fluida y eterna operación)
Por su parte Venezuela, con las reservas más grandes del mundo (incluyendo la Faja) carece de margen de producción debido a una peculiar estrategia de «racionalización». Si nos comprometemos a producir 2.9 millones de barriles diarios (MMBD) ¿porqué diablos vamos a destinar ingentes sumas a mantener capacidad ociosa? ¿No es preferible utilizar esos reales en el Plan Bolívar 2000 y mitigar la pobreza?
Cómo perder mercado
Cuando se funda la OPEP en 1960, nuestra producción era similar a la actual (2.85 MMBD), pero significaba el 13% y el 33% de la oferta mundial y OPEP respectivamente, porcentajes que equivaldrían hoy a una producción de unos 9 MMBD. Eramos el mayor exportador mundial y continuamos siéndolo hasta 1970, cuando nos sobrepasó AS y se inicia el colapso de nuestra producción, llegando en1976 – fecha de la estatificación- a 2.3 MMBD, equivalentes al 4 % de la oferta mundial, porcentaje que se mantuvo casi inalterable hasta hoy . Durante la guerra del Golfo en 1991, AS, que producía 4 MMBD, asumió la mayor parte de la cuota de Kuwait e Irak e incrementó luego su producción hasta los 8 MMBD que produce hoy. Desde la creación de la OPEP (o sea basados en las mismas reglas de juego) AS cuadruplicó su producción mientras Venezuela la mantuvo constante, aun cuando sus reservas crecieron prodigiosamente.
Los ciudadanos son nuestra casa real
Mientras los sauditas manejan el negocio petrolero a pulso, según la sabia e inmutable estrategia del ojo del amo, donde el interés permanente de la Casa Real prevalece sobre las circunstancias políticas, y los resultados sobre los «principios», nosotros actuamos con pasión juvenil, esquemática e ingenuamente, desechando cualquier acumulación de sabiduría y experiencia que por casualidad sobreviviera a la periódica inmolación pública.
Venezuela puede lograr una similar eficiencia – homologada a nuestro sistema democrático – convocando a la inteligencia nacional para desarrollar a fondo y sin complejos nuestra vocación de país petrolero, impedir nuestra exclusión del tratado energético integral norteamericano (del cual somos naturales partícipes) y asociar a los ciudadanos al negocio como propietarios para crear una conciencia pública que incentive a los políticos para actuar en función de resultados, reflejados en el bolsillo de cada votante.
