Economía

La realidad económica de Internet

Los sueños de Silicon Valley nunca tuvieron mucho que ver con el impacto real de la economía de Internet. Las nuevas tecnologías hacen más que crear nuevas firmas y productos de consumo. Ellas cambian la forma en que las firmas hacen negocios a través de la economía. Los ahorros potenciales para las firmas que se aprovechan de Internet son significativos.

Internet hace más barato, remotamente, el diseño de productos; reduce la necesidad de inventarios vastos; provee de mejores medios para precisar, comunicar y servir a los clientes; baja los costos de entregar muchos servicios y entretenimiento; y ayuda a las compañías a eliminar capas de grasa burocrática. En Estados Unidos, por ejemplo, se cree que Internet, para 2006, le habría ahorrado a los americanos tanto como $200 billones anualmente. En una economía de alrededor de $10 trillones, este ahorro del 2 por ciento se traduce en una mejora de productividad anual del 0.4 por ciento. Y si no suena como mucho: en 10 años esa cifra acumulada incrementa el ingreso del hombre de la calle en 4 por ciento, alrededor de $1.600.

En los países en desarrollo, el potencial de ganancias en Internet no es tan optimista, aunque es posible que Internet hará saltar las ineficiencias en estos países y producirán ahorros mayores. En Brasil, ya Internet ha logrado avances cambiando radicalmente la forma en que los bancos hacen negocios, alentando más a los clientes para trabajar en línea.

Los beneficios de Internet no dependen de la supervivencia de ninguna de las compañías que aparentemente ha creado. La burbuja de puntocoms que fracasaron en torno al 2001 no fueron otra cosa que la primera ola de un asalto anfibio a la vieja economía. También fueron las primeras bajas. Pero lo que antes estaba en papel pasó a Internet. Caterpillar, por ejemplo, fabricantes de equipos de construcción pesados y tan vieja economía como es posible, pronosticó que su nuevo mercado electrónico basado en Internet le ahorraría a la firma $100 millones en 2001. La supervivencia de muchas puntocoms se logró asociándose y modernizando firmas de la vieja economía. La nueva y mejorada vieja economía fue siendo transformada por la nueva economía.

Los economistas pasan mucho tiempo estimando cuánto de la revolución de información tecnológica contribuye al crecimiento económico. Para el año 2000, las industrias de información tecnológica estadounidenses representaba el 10 por ciento del output total de la economía, contribuyendo con casi una tercera parte del crecimiento económico entre 1995 y 1999. Pero los números solos no capturan completamente la contribución económica de Internet o de la más amplia revolución informativa. Muchos de los beneficios de la alta tecnología son fáciles de intuir pero difíciles de cuantificar.

Simplemente dicho, no hay «mercados» para la conveniencia y personalización que permitan a los estadísticos valorizarlos de acuerdo con el output total del país. En el Producto Interno Bruto, por ejemplo, no figurarán las vidas salvadas por todo lo que las nuevas tecnologías están haciendo por la salud.

Silicon Valley se ha convertido en la Meca económica de los Estados Unidos. Los líderes gubernamentales y económicos del mundo han buscado ahí el elíxir mágico para embotellarlo y llevarlo de regreso a casa con la esperanza de replicar el milagro económico del valle. A veces ha funcionado: India, Israel, Finlandia, Suecia, Japón, Taiwan, Irlanda.

El éxito en alta tecnología tiene ingredientes básicos: una bien desarrollada infraestructura de comunicaciones; un cuerpo grande de trabajadores capacitados, producidos por universidades locales (India) o compañías multinacionales a la que se les ha dado una bienvenida de brazos abiertos (Irlanda, Israel); un ambiente que alienta la formación de nuevos negocios… Agregando estos ingredientes a un menú más general de seguridad sobre los derechos de propiedad y una política fiscal y monetaria coherente, tenemos la prescripción para el éxito económico en el siglo 21, al cual seguirán las inversiones foráneas, con ideas y talento administrativos.

¿Transformará radicalmente tal inversión la economía y cultura laboral de un país, tal como ha hecho Silicon Valley en Estados Unidos? Eso depende en mucho del tamaño del país. En India, por ejemplo, es como lanzar una piedrita al mar; lo que emplean las compañías no se siente tanto con más de un billón de habitantes, siendo el 50 por ciento iletrados. En un país pequeño como Irlanda, la alta tecnología produce ganancias que se sienten por toda la economía.

Hay consenso en cuanto a que, durante un tiempo, la revolución de la tecnología informativa empeorará la distribución del ingreso. La gente con habilidades de computación ganan 10 por ciento más que los que carecen de ellas. Pero esto tiende a caer gradualmente en naciones industrializadas y democráticas a medida en que la educación computarizada se riega a través de la población escolar y la fuerza laboral, con más profesionales letrados en computación llegando del exterior, con el incremento en PCs y acceso barato a Internet.

Pero es difícil ser optimista entre las crecientes brechas entre los ricos países occidentales y el mundo en desarrollo, donde la gente tiene suerte al tener teléfono e Internet. La multiplicación de teléfonos inalámbricos llevará tiempo y no ofrece garantías. Hay que recordar que una tercera parte de la población mundial ni siquiera tiene electricidad. Los países en desarrollo deberán tomar medidas agresivas. Pero acceder a Internet no es suficiente. Los gobiernos deberán hacer mayores esfuerzos en entrenamiento de computación, tanto en estudiantes como en la fuerza laboral.

Al principio de los años de Internet, se le celebraba como el único «espacio» del mundo libre de intervención gubernamental: sin impuestos, sin regulaciones, sin gobierno. ¿Que podía ser mejor? Pero los gobiernos no han estado tan felices. Los líderes autoritarios, comprensiblemente, ven a Internet como una amenaza, un vehículo para importar «ideas subversivas», además de pornografía y otros contenidos no bienvenidos. Preocupaciones similares han surgido en las sociedades democráticas, junto a preocupaciones de que mina el ingreso de impuestos, erosiona la privacidad y amenaza la protección legal de música, videos y otros contenidos basados en la Web.

Los gobiernos han comenzado a regular la Red. La Unión Europea ha impuesto nuevas protecciones de privacidad arrolladoras, en y fuera de línea. Los Estados Unidos hizo legal la ejecución de «firmas digitales», contratos firmados y sellados en Internet. Pero lo más contencioso es la censura gubernamental en Internet, práctica aplicada no sólo en China y Singapur sino que también en Francia cuando una corte le exigió a Yahoo bloquear a los usuarios franceses para que no accedieran a materiales nazis. Se teme que a la larga las regulaciones gubernamentales se harán más ambiciosas hasta interrumpir al comercio global en Internet.

Los temores son justificados pero hay que ponerlos en perspectiva. Nadie sabe realmente cuanto dinero genera en la actualidad el comercio extrafronteras de Internet. Pocas son las estadísticas oficiales disponibles para hacerle un seguimiento al e-commerce dentro de los países, no entre ellos. Y aún esta data muestra ciertas cifras de e-commerce: algo más de $20 billones en comercio al detal y quizás $100 billones en negocio-a-negocio en Estados Unidos (1999), año en que el producto interno bruto fue de $9 trillones.

La verdadera pregunta es si algún tipo de acción colectiva internacional será necesaria para asegurar que varias regulaciones nacionales no ahorquen artificialmente el comercio global de Internet en el futuro. Las oportunidades para el conflicto abundan. Es probable que en el tiempo surjan lentamente reglas internacionales, si no en la mayoría, por lo menos en algunas áreas. Mientras tanto, los esfuerzos de países individuales para protegerse de la Red no funcionarán. Simplemente porque la sobre-regulación de los países, sus firmas, y sus ciudadanos, serán «bypaseados» por la revolución de Internet, cosa que no será bienvenida por nadie.

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