La villana empresa privada IV
El pleno empleo no existe en ninguna sociedad. Los países socialistas quisieron ideológicamente negar esta verdad y tercamente, durante sesenta años intentaron dar a su población empleo para todos y seguridad social con cobertura total. La caída del comunismo acabó con ese mito y la dura realidad que se reveló fue la de unos trabajadores subpagados, que subtrabajaban (ellos fingen que nos pagan y nosotros fingimos que trabajamos), que estaban parcialmente cubiertos por una seguridad social deficiente y cuyo nivel de vida era realmente de subsistencia, sin acceso a casi ninguna comodidad de las que gozaba cualquier obrero de un país industrializado. El modelo del estado del bienestar, ese que se aplicó en la Europa continental en la postguerra, está llegando a su fin por insostenible, tanto para los gobiernos como para las empresas, ya que cada vez menos trabajadores deben sostener una mayor masa de jubilados y unos beneficios sociales cada vez más costosos.
Las cargas sociales son un elemento que gravita seriamente sobre la sobrevivencia de las empresas. Un contrato laboral oneroso y leyes sociales de alta implicación financiera para las empresas, son una rémora que impide a las compañías crecer, que no las deja desarrollarse, ni les permite en consecuencia, emplear a más personas. Así tenemos que los jóvenes que se incorporan al mercado laboral, no encuentran empleo y no hay gobiernos ni leyes que vean por ellos. Las empresas han reaccionado a los obstáculos, buscando países en los que existan mejores condiciones salariales, laborales, impositivas y jurídicas, lo que ha provocado un éxodo hacia China e India. Esta estrategia, por supuesto ha agravado el problema del empleo en los países industrializados, pues se desplazan empleos establecidos y no crea nuevos puestos de trabajo ¿Es esto una práctica reprobable?
La empresa privada es una unidad de producción que debe ser altamente eficiente, debe generar utilidades a sus accionistas, que por cierto no son familias como en América Latina, sino que son miles o millones de accionistas, léase empleados medios, amas de casa, obreros, jubilados y pequeños ahorristas. Además las compañías hacen fuertes inversiones que dinamizan las economías del país receptor, generan empleo, pagan impuestos, desarrollan tecnología y cada vez más adquieren una mayor responsabilidad social con su comunidad y su entorno. Así de cara a la sociedad y los gobiernos, la empresa privada es la que fundamentalmente genera empleo, con lo cual mejora el nivel de vida de la sociedad en general, y paga impuestos con lo cual le permite cumplir al Estado con sus fines sociales.
Por ello es tan importante crear condiciones para que emprendedores asuman su riesgo al exponer su capital inicial en un proyecto que la sociedad acoja y apoye a través del mercado de capitales (compra de acciones), de la obtención de créditos bancarios a tasas y plazos que alienten la inversión, de bajos impuestos, de costos laborales razonables y competitivos y de beneficios sociales adecuados. Chile, Irlanda, Corea, China, India, etc., han prodigado a las empresas extranjeras estas facilidades y han hecho enormes inversiones en infraestructura (carreteras, puentes, silos, represas, puertos, aduanas) y sobre todo en educación, a fin de ofrecer mano de obra calificada, además de barata.
Las empresas deben asegurar su supervivencia, deben crecer, deben generar empleo, deben contribuir fiscalmente con la sociedad pagando impuestos y dar utilidades a sus accionistas, de manera que nada tiene de inmoral buscar el mejor escenario para cumplir con los fines sociales y crematísticos que la empresa se propone. Como dijo Churchil: “Algunos ven a la empresa privada como un blanco al cual disparar, otros, como una vaca para ordeñar, pero son pocos los que la ven como un percherón que arrastra el pesado carromato de la economía”
