Economía

Petrolero y Rochelero

El enredo antidialéctico del discurso oficial que aspira a predominar es
capaz de conducir a sus voceros hasta cualquier extremo retórico
necesario para «quedar bien». Como la gente común presiente, ese «quedar
bien» es el preludio autoconfesado de la farsa y la demostración
indirecta del verdadero vademécum que insufla la acción pública.

No es «hacer» con la acción de gobierno, sino «quedar» bien aunque la
acción de gobierno sea un desastre. Para ello es fundamental ajustar con
frecuencia la retórica y la fraseología, para contradecir con palabras
las verdades que por sí solos hablan los hechos. Después de todo, la
realidad es una cosa y lo que la gente percibe de la realidad puede ser
otra. Para quedar bien, si la naturaleza se opone siempre se pueden
poner al aire nuevas cuñas de propaganda y ajustar el discurso para que
la realidad percibida diga lo contrario a la gente. Así, no importa que
la producción de petróleo muestre una declinación indetenible mientras
no se admita oficialmente que ello es verdad; menos aún si se pone en
movimiento el aparato suasorio del Estado para afirmar lo contrario. Y
quedar bien sirve básicamente para seguir mandando.

Buscar periódicamente una frase distinta que sirva para seguir
articulando el discurso interminable de éxitos que siempre están por
venir, porque nunca llegan realmente, se ha convertido en una especie de
obsesión del montaje oficial. Frente a ello, palidece la relevancia de
un verdadero programa de desarrollo, y más aún la definición de lo que
pretende sustituir al viejo sistema. La buena frase que mantenga la
expectativa, que redibuje la realidad, que altere las percepciones, pero
sobre todo que permita mantener la iniciativa retórica y prolongar la
caprichosa faena de implantar lo que no sirve, ni como sistema ni como
proyecto.

Hay muchas frases vacías que suenan bien y son repetidas por ello.

Reiterar que lo importante es «lo social», es una de ellas. Es una
expresión que proclama lo prioritario, porque lo social suena distinto a
lo económico o a lo político. Lo social le da importancia a la gente, al
común, al humilde, al pobre. Por ello se habla de lo social: para quedar
bien. Mientras en realidad, «lo social» va siendo degradado por la
propia degradación de la política y de la economía. Con la bandera de lo
social puede enviarse al olvido el entierro de la democracia y la
derogación del cálculo económico.

No deja de sorprender que en circunstancias como las actuales en que se
produce 1/3 menos del petróleo que hace 8 años, en que la inversión en
la industria está colapsada, en que el endeudamiento masivo de PDVSA
deja entrever los abismales déficit que las cifras oficiales encubren,
en que se ve envuelta en escandalosos manejos, no deja de sorprender,
repito, que cuando la industria parece estar en el peor momento como
actividad productiva en varias décadas, se apele a la introducción de un
nuevo aforismo: «socialismo petrolero».

Dados los precedentes «comunicacionales» del régimen, es evidente que
con la invención de un nuevo socialismo se pretende volver a vestir la
vitrina vacía de logros sustantivos y sí llena de fracasos sustanciales.

Es como si la realidad de los problemas en carne de la gente fuese
interpretada como un asunto de decoración, que al ser renovada
desaparecen. Ahora hace falta cambiar la frase pivote, porque la V
República fue un fiasco, la república bolivariana fue un slogan, el
socialismo del siglo XXI algo con demasiada duración en el tiempo. Por
este mismo «token», el socialismo podría ser diamantífero, si en lugar
de oro negro tuviésemos yacimientos de esa piedra, o incluso
radioactivo, si las minas rebosaran con uranio. En algún momento, es
incluso probable que se le llame socialismo petrolero y gasífero, como
complemento necesario, aunque la escasez de gas muestre una perspectiva
creciente y mayor.

Algunos han sugerido, como para que lo note el gobierno, y no sin cierta
picardía, la etiqueta de capitalismo de Estado, como más exacta a lo que
está en la esencia de su desordenado accionar. Jamás lo aceptaría.

Porque el término es anatema. Cualquier otra cosa, menos capitalismo. La
lucha es contra el capitalismo, y no parece haber disponible por ahí
ninguna otra ideología «dura» con qué oponérsele sino la socialista, que
de paso contradice a la base primordial del capitalismo, que es la
propiedad privada. Y porque la palabra Estado es demasiado seria y
ordenada, cada vez más ausente del discurso oficial y hasta demasiado
comprometedora. Incluso, quizá, demasiado moderna. Preferible el de
República, al cual nadie se la ocurrido hasta ahora combinar con la
denominación de capitalista, y tiene algún tufo de atavismo, que puede
servir en lo adelante para lanzar la URSSA (Unión de Repúblicas
Socialistas Sur Americanas).

Así que el socialismo seguramente quedará incluido en la nueva propuesta
constitucional, con una proyección internacional y una clara postura
anti-imperialista. Etiquetas nuevas y viejas, válidas y vacuas,
combinadas en seguidilla rococó hasta el infinito, aunque para la gente
no signifique nada distinto a lo microscópicamente transitorio alcanzado
hasta ahora, y seguramente en progresión negativa hacia el futuro.

Esta perspectiva contradice todo lo que tiene que ver con el gobierno
del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Hace tiempo dejó de ser del
pueblo, porque el pueblo perdió buena parte de su representación. Hace
tiempo dejó de ser para el pueblo, porque el pueblo vuelve a ser
utilizado con fines superiores para los revolucionarios. Y es cada vez
más claro que está dejando de ser por el pueblo, porque la dirigencia se
ha elevado demasiado en las alturas del poder y la riqueza. Por todo
ello ni siquiera puede aceptar llamarse populista, que además suena
despectivo, y contradice su propia e inefable filosofía de no rendir
cuentas sino a sí mismo.

Cuando ataco el socialismo del régimen, tengo que presentar respetos a
los socialistas serios y demócratas del país y de afuera, que rechazan
el pretendido socialismo, ahora petrolero, de quienes dirigen el
gobierno. Discrepo del planteamiento socialista, desde el punto de vista
del liberalismo igualitario; pero al igual que ellos disiento del
programa autocrático y estatizante en lo económico que sigue
desarrollando la élite gobernante. Pero en verdad, no han podido
defender con eficacia, hasta ahora, su punto de vista en materia
política, y se han dejado arrebatar el principal instrumento que
encontraron en la democracia para su desarrollo político. Para ellos, el
socialismo petrolero es una despreciativa e irresponsable manera de
tratar a su planteamiento ideológico, mayor que la que puede representar
para quienes estamos en otra dimensión de lo ideológico. No sorprende,
por tanto, que sea creciente el rechazo del universo socialista a las
direcciones adelantadas por el gobierno de aquí.

Finalmente, a pesar de la utilidad que pueda tener la búsqueda de una
etiqueta politológica que identifique al proyecto chavista, respecto a
lo cual no creo que exista un término que lo conceptualice, que lo
atrape conceptualmente, porque en su raíz no existe una cosa tan
intelectual para ser reductible, prefiero, digo, a pesar de lo
antedicho, utilizar una expresión que he utilizado antes en varios
ocasiones y que refleja el inmenso desorden externo e interno, en medio
de la aparente gravedad conque se trata solamente a la realidad directa
del poder, con el objetivo de seguir «quedando bien». No es otro que la
rochela petrolera, o para ponerlo en términos menos impresuntuosos, el
petro-estado rochelero.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba