Programas de gobierno regionales y locales
Estamos en vísperas de unas elecciones donde además de los poderes nacionales se elegirán los regionales y locales. Mientras escribíamos esto estaba fresquísimo uno solo de los programas de gobierno presidenciales,
así que le echaremos una ojeada rápida a la generalidad de los planes locales. Al mirar con mayor atención, todos los programas y las promesas se parecen.
No hay diferencias entre los ofrecimientos de un candidato a gobernador,
diputado a la Asamblea nacional o al Consejo legislativo regional, a pesar
de que los papeles de cada uno son diferentes, así como tampoco difieren
aunque vayan por toldas políticas e ideológicas diferentes (para ser
sinceros, salvo algunos, no todos, que respaldan al candidato-presidente,
cuyo programa se centra en su fidelidad al actual presidente).
A nivel de alcaldías y concejos municipales todos los candidatos de las
diferentes ideologías también proponen lo mismo. Inclusive, de llegar a
aplicarse fielmente cualquiera de los programas de gobierno locales el
fisco colapsaría y se fundarían una multitud de empresas públicas.
Ahora, si todos están conscientes de los mismos problemas, diagnostican lo
mismo y plantean las mismas soluciones, pues hay que preguntarse porqué no
se unen, y porqué la realidad es totalmente diferente de lo que quieren ya
que muchos de ellos están optando a la reelección.
Esto nos conduce a suponer que sí existe un ideal nacional colectivo, y que
las peleas políticas existentes no tienen mucho que ver con lo económico,
sino que son principalmente de carácter político, personal y hasta
psico-social.
Por cierto, lo económico-ideológico reinante en el ambiente no es lo mejor.
Por ejemplo, los candidatos a alcaldes y concejales prometen resolver los
problemas de desempleo, de inflación, de cierre de empresas, … y hasta de
lo que pasa dentro de los hogares, y también del color de las paredes, del
diseño del vestido de la reina de las fiestas patronales, de la minifalda
que usan las secretarias de Miraflores y de las comidas que deben servirse
hasta en la Casa Blanca de Washington. Lamentablemente, cuando llegan al
puesto se dan cuenta que su alcance es limitado, y luego vienen las
decepciones. Pero si lo admiten en plena campaña electoral, entonces son
antipáticos y nadie vota por ellos.
En otras palabras, estamos como en el cuento del viejo, el niño y el burro,
donde no se puede complacer a nadie. Por ahora, contrariamente a lo que
muchos desean, sólo pido que nadie cumpla con todas sus promesas.