Economía

Ranchificando la política de vivienda

Definitivamente seguimos cuesta abajo. En el proceso de imposición de un régimen autocrático este gobierno ha derribado los esquemas que sostenían el Estado de Derecho, debilitando a las instituciones representativas de la sociedad y a la libre empresa, sometiendo a la población a oscuros callejones de épocas arcaicas. El retroceso es tan evidente y generalizado que sería interminable ilustrar con ejemplos los frentes, o los casos, donde la pérdida de valores, el atropello, o la desidia no actúen como caldo de cultivo.

            Para muestra un botón de lo que ocurre en los barrios donde el discurso populista y las ofertas no han logrado responder a las urgentes necesidades de sus residentes. La marcha hacia atrás aleja del sueño por un techo estable a las familias de los cinturones de miseria de las grandes urbes que les prometieron viviendas dignas e incorporarlas a la ciudad formal. La política de vivienda, si es que se puede calificar de “política” las acciones dispersas e improvisadas, establecidas por los ministros del ramo que son rotados casi anualmente, está en franco retroceso porque en lugar de responder con soluciones habitacionales dignas y erradicar los ranchos está consolidando la ranchificación en la periferia de las ciudades.

            Si existiera algún interés por resolver la agonía de los barrios se deberían unir esfuerzos ministeriales, municipales, comunales, a las propuestas de expertos para acabar con el cinturón de ranchos que rodea a Caracas y a otras ciudades venezolanas. Pero ocurre todo lo contrario: en una estrategia perversa el gobierno prefiere mantener sus feudos en los sectores marginales presumiendo la incondicionalidad de sus habitantes para sus intereses, no importa el alto costo que paguen diariamente, expuestos al hampa, a la carencia de servicios, y al sacrificado acceso a sus hogares.

            No se han estructurado planes con un enfoque integral para la rehabilitación de barrios en aquellos susceptibles de ser restaurados, ni un cronograma serio para reubicar las casas inestables de las zonas de alto riesgo. Se engavetaron más de 300 proyectos presentados por expertos, se propició la ocupación y la densificación de extensas áreas  potenciando el problema.

            Ahora, el Ministerio de Obras Públicas y Vivienda pretende dar un maquillaje a los barrios desde los “campamentos de construcción”, el último parapeto de su política de pañitos calientes con la cual piensa abordar la compleja realidad de la ciudad informal. Desde unos 60 “campamentos”, instalados en barrios caraqueños, se distribuyen insumos para la construcción producidos por las empresas intervenidas, que pronto estarán dotados de maquinarias, entre compactadoras, trompos, fabricadoras de bloques, soldadoras; y materiales como mallas electro-soldadas, herrería metálica, y pare de contar. Se fortalece así la cultura por el rancho, y se monta una nueva estructura para sustituir a contratistas tradicionales, a los profesionales y obreros de la construcción, y a empresas privadas en la producción de viviendas.

            La manía depredadora del gobierno lo lleva a incurrir en millonarios gastos para montar estructuras paralelas, desplazar la capacidad instalada y la experiencia de los expertos. Los “campamentos” contarán con el complemento de la Escuela del Constructor Popular, otro engendro para la formación irresponsable de recursos humanos al servicio de un área tan especializada. Con razón el gobierno sigue dando tumbos en materia habitacional.

            Hoy, maquillando barrios viejos nacerá el Barrio Nuevo o el Barrio Tricolor, como si los ingentes conflictos del barrio pudieran resolverse con un lema o un giro semántico. No es ranchificando la política de vivienda, no es reproduciendo la pobreza que se dignificará la vida de quienes viven en las zonas populares. Bastaría con preguntar a las familias si prefieren continuar exponiendo sus vidas en esos territorios sin ley ni amparo, o tener la oportunidad de acceder a urbanismos sustentables El futuro se construye con opciones para el ascenso y el crecimiento humano, no retrocediendo.

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