Economía

Razones de las quiebras bancarias

Antes que nada, diremos que es difícil para uno tratar este tema, porque si
fuera agradable uno hablaría de casos judiciales, cárceles, etc., pero en la
vida profesional de uno, este tema no se puede evadir. Y es más
desagradable si alguno de los implicados es conocido de uno. Pero echemos
adelante.

En Venezuela son muy sonoras las quiebras bancarias, y eso es obvio pues se
trata de dinero público. Mencionemos, hasta donde alcanza la memoria, los
bancos fracasados: primero fue el famoso Banco Nacional de Descuento (BND)
en 1979 (si mal no recuerdo), luego vino el Banco de los Trabajadores de
Venezuela (BTV) en 1982, y más tarde el BND otra vez y el Banco Comercio, y
hacia finales de los ochenta cayó Finandes, en el estado Trujillo, y de poca
repercusión nacional; éstas parece que tuvieron un trasfondo político,
además del financiero, pues todas giraban de una u otra forma alrededor de
Acción Democrática.

Luego vino, en 1991, la caída de Creceahorros, un cuento complicado y que,
según se rumorea, está salpicado de cuentos de estafas, mafias, traficantes,
lavadores, políticos y hasta asesinatos. Hasta aquí todas las quiebras eran
casos aislados y no guardaban relación con el entorno general del país y del
sector financiero. Por ser casos ralos, es de suponerse manejos indebidos
en cada uno de ellos.

Pero viene 1993 y la economía se deteriora mucho a causa de las crisis
política iniciada en 1992. Ya a finales de 1993 era un rumor fuerte la
caída de algunos bancos, especialmente del Banco Latino, hecho que se
concretó el 14 de Enero de 1994. En ese mismo mes, casi desapercibido por
su escasa importancia, volvía a caer el reflotado BTV. Esa fue la llamada
«primera ola».

En la «segunda ola» cayeron ocho, entre ellos el más antiguo del país, el
Banco Maracaibo. No era suficiente y llegaron la «tercera» y la «cuarta
ola», rematando los bancos Andino y Empresarial, amén de algunos reabiertos
y «recerrados».

Pero sigue sintiéndose en el país la inseguridad financiera, y la emergencia
financiera decretada en 1994 entre la primera y la segunda ola sigue
vigente, a pesar del cambio de constitución que se ha producido. Desde la
cuarta ola han cerrado sus puertas o se han vendido y/o fusionado otros
bancos.

Y precisamente en el marco de la misma emergencia financiera se produce la
quiebra de Cavendes, a bastante distancia temporal de la cuarta ola, pero
bajo la vigencia de la emergencia financiera.

Razones: economía, dueños y administradores

Las razones pueden ser variadas, y tal vez no haya dos casos idénticos,
aunque sean juntos. Sin embargo, el entorno económico y los dueños parecen
ser los factores más influyentes para determinar el éxito o fracaso de una
institución financiera. Por cierto, hay bancos que han cerrado sin afectar
a nadie, como el Standard Chartered, por lo que la solvencia e idoneidad de
los administradores es tan importante como el entorno económico.

En cuanto a los administradores se refiere, hay que mencionar que no siempre
se debe a la mala fe, sino también a la falta de pericia, porque después de
todo un banco es como una empresa más, pero con sus características
especiales: si quiebra una panadería, solamente su dueño y un puñado de
acreedores se verán afectados, pero si quiebra un banco, se ven afectados
todos los acreedores, entre ellos, los depositantes que colocaron su dinero
en efectivo allí con toda confianza, por lo que es un caso más delicado y
grave que el de una panadería.

Nos referimos a los dueños y administradores también porque mediante una
quiebra bancaria se puede recaudar más dinero y con más rapidez que el que
se obtendría trabajando dura y honestamente. Si consideramos que el capital
representa, en promedio, menos del 10% de los activos, los cuales pueden ser
en su mayoría dinero efectivo o de rápida liquidez, y que el rendimiento del
capital puede no ser muy alto, o incluso negativo, pues la tentación para
cometer fraude es muy grande, puesto que le permitiría al banquero (si viene
preparándose para ello con tiempo) hacerse de una fortuna que no podría
obtener legalmente sino en diez o veinte años.

La solvencia moral y personal

Por todas las razones expuestas debemos fijarnos en la solvencia moral del
banquero, e indagar en su vida personal. Por ello, resulta difícil aceptar
cuando la institución fracasada tenía un dueño rico de cuna, y que estaba al
frente de la misma por más de 20 ó 40 años (casos Banco Consolidado,
Cavendes, etc.), pero no nos extraña cuando tanto el banquero como la
institución son relativamente nuevos en el negocio (nuevos ricos,
ascendidos, herederos, etc.), además de exhibir un modo de vida que no deja
mucho que desear en lo moral o si tienen bajo nivel de preparación para la
actividad (caso Creceahorros, etc.).

Sin embargo, la recomendación que se le puede dar a los lectores de estas
líneas es que se fijen en la solvencia moral de los banqueros (sean los
dueños o los administradores), además de su pericia para el negocio bancario
y su adaptación a los nuevos tiempos. Los balances no lo dicen todo.

A las autoridades, habrán de profundizar en por qué los banqueros optan por
el fraude cuando la empresa está técnicamente mal, a pesar de que la
administración pudo haber sido honesta hasta antes de la estrechez
económica, y cómo se puede evitar.

Y por último, más que analistas financieros, hacen falta detectives, espías
y expertos en ética para saber cuál será el próximo en caer.

Comentarios sobre el desfile militar

No la tenemos agarrada con la Fuerza Armada, porque creemos que es la
institución que mejor puede trabajar en su campo específico, por lo que no
tiene competencia, además de estar muy bien preparadas. Sin embargo, y más
en el ánimo de crítica constructiva que destructiva, el locutor oficial del
desfile hizo algunos comentarios que, nos imaginamos preparados en un guión,
pero que no son correctos.

El primero se refería a una supuesta bienaventuranza bíblica, pero que nadie
ha encontrado allí. Tal vez deberían leer el Sermón de la Montaña de
nuestro señor Jesucristo antes de decidirse a hacer citas del evangelio.

El segundo se repitió innumerables veces, y es el de calificar al 5 de Julio
como la fecha de la «Declaración de la Independencia». Desde pequeño, según
me enseñaron en la escuela, y según veo en los almanaques cada año, el 19 de
Abril de 1810 es la «Declaración de la Independencia», mientras que el 5 de
Julio de 1811 es la «Firma del Acta de la Independencia».

Como debemos saber, el 19 de Abril de 1810, un Jueves Santo en la mañana, el
público se dirigió al Gobernador Vicente Emparan y le exigió un cabildo
abierto, donde se renunció al mando, y se instaló una junta «conservadora de
los derechos de Fernando VII». El 2 de marzo de 1811 se instaló el congreso
constituyente (durante los 40 años «puntofijistas» el Congreso y todos los
entes legislativos se instalaban esa fecha, excepto el primer año del
período constitucional, según la segunda enmienda a la Constitución de 1961)
que declaró formalmente la independencia el 5 de julio del mismo año,
firmándose esa acta en ese mismo día.

Por eso, la Firma del Acta de la Independencia es la formalización de la
declaración de la independencia que, de facto, ya se había dado el 19 de
Abril de 1810, aunque con otro nombre. Por supuesto que estas cosas no
fueron tan simples como se narran aquí, y el locutor, en este tema, no
estaba tan equivocado, pero pudo haberlo hecho mejor y más específico.

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