Ser profesional inmobiliario
En este agitado mundo del naciente siglo XXI son escasos los países que escapan a situaciones de conflictividad internas o externas. Las crisis de diferente cuño y origen, arropan a los pueblos, arrastrándolos a su circunstancia. No obstante, las dificultades no pueden ser más fuertes que el deseo del colectivo de superarse en sus respectivos frentes de acción, para sacar adelante a la familia y al país.
El avance de la humanidad siempre ha estado determinado por las fortalezas de sus hombres y mujeres que les ha permitido vencer escollos, prepararse y crecer para contribuir con sus aportes al desarrollo. Un país no se construye improvisando sino a partir del esfuerzo de sus mejores recursos humanos, especializados en cada área de desempeño. No se puede asumir un oficio como fuente de supervivencia, sino como una profesión que en el constante aprendizaje brinde al individuo las herramientas para ascender como persona, como profesional, y como factor de progreso.
Esa es la máxima en el corretaje inmobiliario, donde día a día nos esforzamos para ofrecer calidad en el servicio y garantizar la satisfacción del cliente, abriendo así posibilidades de referencias hacia nuevos negocios que es la mejor y más económica promoción para adquirir prestigio. Quienes se sienten motivados a abrazar la intermediación inmobiliaria como una profesión y el norte de su vida tienen la obligación moral de prepararse adecuadamente.
El profesional inmobiliario está hecho de excelente madera, porque une a la vocación de servicio, experiencia en consultoría y conocimiento del sector, la capacitación permanente, estableciendo una combinación equilibrada que lo distingue de aquellos aficionados que utilizan esta actividad para salir del paso. Es la improvisación la que deteriora una imagen ganada con muchos años de esfuerzos.
En nuestro medio la profesionalización es una exigencia por la relación directa con la familia y su aspiración de cobijarse bajo un techo seguro, o de ascender a una vivienda de mayor nivel, ambos sueños perfectamente válidos, que se logran a través de transacciones transparentes basadas en la seguridad y en la confianza, y en los lazos de interacción que se generan con el usuario en el proceso de búsqueda del inmueble.
Ser corredor inmobiliario involucra el desarrollo de muchas habilidades y conocimientos. Implica saber de macroeconomía, construcción, arquitectura, urbanismo, diseño de interiores, valuaciones; de derecho y leyes que regulan el sector; régimen de alquileres, administración de condominios, promoción y marketing, relaciones humanas, y lo más importante, de principios éticos, reglamentos y códigos que regulan deberes y derechos del corredor inmobiliario.
Desde hace 11 años la Cámara Inmobiliaria de Venezuela (CIV) ha venido cumpliendo sistemáticamente el Programa de Formación Profesional del Corredor Inmobiliario que tiene un reconocido prestigio nacional. A la instauración de los cursos le siguió la Certificación, que en cierta forma le permite al público en general contratar los servicios de intermediación con profesionales reconocidos y así evitar ser víctima de timadores de oficio.
En el país hay más de 700 profesionales certificados. La idea no es discriminar, sino mantener abiertas las puertas para que se sumen todos los corredores inmobiliarios de buena fe que adhieran a la vocación, el interés por la capacitación y la profesionalización. No en vano las grandes empresas inmobiliarias, franquicias mayormente, han creado por sus propios medios o a través de asociaciones estratégicas, cursos y talleres de formación en reconocimiento de la importancia de entrenar apropiadamente a sus franquiciados.
El próximo paso debe ser concretar acuerdos con las universidades nacionales, para otorgar categoría universitaria a la intermediación inmobiliaria. La meta es entonces continuar perseverando para construir un país con calidad. Ese debe ser el norte de todos los que queremos engrandecer a Venezuela.
Director General del Centro Inmobiliario Profesional (CEINPRO).
