Economía

Tarjeta amarilla

La industria bancaria venezolana está pasando por situaciones realmente paradógicas. Dentro de un entorno de destrucción del sector privado nacional, leemos balances publicados en la prensa donde se reportan las mejores rentabilidades de la historia. Cuando la gran mayoría de sus clientes se encuentran al borde de la bancarrota, la gran mayoría de los institutos bancarios rebosan las huchas de las utilidades. Pero, mientras descienden las carteras de créditos aumentan de manera desmesurada e imprudente las colocaciones en papeles del estado venezolano.

Los bancos del país, que son poseídos mayoritariamente por accionistas extranjeros, prefieren colocar los dineros que captan, en papeles emitidos por la nación venezolana en vez de tomarse el riesgo de prestárselos a sus clientes tradicionales.

Esos papeles que han sido emitidos groseramente en los últimos tiempos, tienen rendimientos elevados y hasta hoy, las obligaciones del estado venezolano han sido honradas.

Hace poco menos de diez años, nueve para ser exactos, que el sistema financiero nacional pasó por uno de los capítulos más tenebrosos de su historia. Desaparecieron varios bancos, otros recibieron un tratamiento privilegiado y fueron subsidiados y salvados para luego ser vendidos y otros quedaron marcados por dicho evento.

Argentina acaba de pasar, hace poco más de un año, por una situación realmente catastrófica pues gracias al famoso „corralito‰ los depositantes que creyeron en la falacia de los depósitos en moneda extranjera, gracias a un acto del príncipe, vieron como sus ahorros en dólares se transformaron, de la noche a la mañana en devaluados pesos y tuvieron que esperar largos días y semanas para recuperar lo que les pertenecía.

Nosotros no podremos ver una situación similar pues como consecuencia del político y aterrador control de cambios al cual está sometida la nación, no podemos llegar a la situación de que los bancos acepten depósitos en moneda extranjera, pero la situación que está planteada nos permito otear que los bancos que hoy reportan esas voluminosas utilidades que fundamentalmente provienen de sus desorbitadas inversiones en valores del sector público, puedan tener inconvenientes y demoras en la recolección de dichos fondos a su vencimiento y como consecuencia, disminuya su capacidad de honrar y devolver los depósitos de sus clientes.

Entonces veremos que los beneficiarios de las utilidades de hoy, es decir, los accionistas de los bancos, seguirán muy contentos pues intervinieron en una industria muy rentable y los depositantes, es decir, todo el país, sufrirá las consecuencias.

Entretanto, el estado, que debiera ser el supervisor de la actividad y el garante de la ciudadanía, será el moroso deudor de la industria bancaria venezolana.

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