Economía

Y dale con la generación distribuida

La terquedad con la que las autoridades de nuestro sector eléctrico insisten en mantener e intensificar el programa de instalación de plantas de generación distribuida, como una forma de afrontar la crisis del servicio eléctrico, es un claro indicador de que ni escuchan ni aprenden.

Se nos dice que van a continuar hasta instalar 1.000 MW, al menos en una primera etapa. Si se considera que cada proyecto, de los que han instalado hasta ahora, tiene 15 MW, la cuenta dice fácilmente que tendrán que instalar 66 proyectos de este tipo para cumplir con la meta. Hay que recordar nuevamente que el país requiere 1.000 MW por año, de modo que, consumado el esfuerzo y satisfecha la meta, se cubriría el crecimiento de la demanda en un año.

Para seguirlos aburriendo con los números, hay que destacar que en el boletín de julio del Centro Nacional de Gestión se confirma que en 2008 se han instalado 10 pequeñas centrales, para un total de 150 MW. A estos hay que sumar, al menos, el que se inauguró la semana pasada en Achaguas. Como quiera que se vea, es imposible que en lo que queda de año se instalen los 50 o más que faltan, considerando el ritmo que llevamos, lo que dice a las claras que por esta vía no se alcanza a la demanda.

Pero por encima de que lleguen a instalarlos o no, la crítica se hace porque estos proyectos no representan ninguna solución. Es obligado repetir las razones: 1-No tienen la escala adecuada. Son muy grandes para las poblaciones aisladas (En Venezuela no existe una población aislada, con una demanda mayor a 1 MW, que no tenga su propia planta) y son muy pequeños para las poblaciones interconectadas. En estas últimas se deben aplicar soluciones de escala regional o nacional; 2-Sus características operativas no cumplen los requerimientos. Sólo pueden operar unas pocas horas al día (de 6 a 8), su tasa de interrupciones forzadas es muy superior a la del sistema interconectado y su vida útil no llega a 10 años. Por lo que sólo pueden ayudar en las horas pico y por un período muy corto. A la vuelta de unos años ni recordaremos donde están estas centrales (cosa que ya sucedió con los 100 MW en pequeñas turbinas de gas de 5 MW que regaron por el país hace unos 5 años y hoy han desaparecido); 3-La utilización de combustible diesel plantea un problema logístico de gran magnitud. Unido al hecho de que se requieren instalaciones de almacenamiento de combustible en cada central y espacio para que maniobren las gandolas, el flujo de vehículos entre los centros de despacho de diesel y las centrales distribuidas hará colapsar tanto a dichos centros como a nuestra abandonada vialidad.

Un argumento adicional es la economía. El diesel es un combustible premium que sólo se usa para generar electricidad en casos muy específicos, jamás en un programa masivo. Para colmo nos confiesan que la inversión en la central de Achaguas fueron US$21 millones, lo que significa US$1.400 por cada KW instalado, es decir, una inversión mayor que en Tocoma. Con la diferencia de que en Tocoma se invierte un poco más de US$1.000 por KW para generar electricidad por 50 años sin gastar combustible, mientras aquí se necesita el combustible más caro del mundo y la inversión se agota en una década.

Todo indica que hay que volver de prisa y corriendo a aplicar soluciones convencionales: Proyectos de escala adecuada, con combustibles de bajo costo y reforzar las redes de transmisión y distribución. En cuanto a las poblaciones aisladas, la mejor solución es integrarlas al Sistema Interconectado. Pero a nuestras autoridades les cuesta entender. Será preciso obligarlos a repasar las lecciones que nos da el servicio eléctrico. Pero a este paso tendrán que repasar a oscuras.

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