Editorial: La hora de la verdad
Cada día que pasa, cada hora que transcurre se incrementa en la mente de los
venezolanos la percepción , por lo demás grave, que en Venezuela no se puede
conocer la veracidad de los hechos. Valgan a este respecto estos dos
ejemplos. ¿Quiénes fueron los responsables de la masacre del 11 de abril? ¿Hubo golpe de Estado, vacío de poder o desobediencia militar ese mismo día?
Como respuesta a estos hechos encontramos, por un lado, que se obstaculiza la designación de una Comisión de la Verdad y, por el otro, se inculpa a los militares que no acataron la orden de aplicar, ese día fatal, el Plan Avila. Por eso se lleva
a cabo, en franco desacato a las decisiones del Tribunal Supremo, un Consejo
de Investigación medianten el cual se darán de baja a 300 oficiales cuyo
mayor crimen es no ser adeptos al proceso.
Es un hecho comprobable históricamente que la verdad no puede ser
secuestrada de manera permanente. Sin embargo, es una vergüenza nacional que
los venezolanos no hayan sido capaces de entenderse ni siquiera en la
elaboración de mecanismos objetivos para la determinación de la veracidad de
los hechos ocurridos el 11 de abril. A lo mejor lo logramos con la intervención de organismos internacionales como la OEA, las Naciones Unidas y el PNUD, pero, en todo caso, nos quedará el mal sabor de no haber tenido la voluntad, ni la capacidad necesaria para restablecer honestamente la verdad. Único mecanismo para que se logre la reconciliación nacional y se pueda augurar un futuro mejor para Venezuela.
