El Editorial

La ineficiencia viaja en metro

Trenes dañados y fuera de servicio en las horas de mayor demanda, aglomeración de usuarios, robos a granel, escaleras que no funcionan, aires acondicionados de adorno, máquinas dispensadoras de boletos inservibles, retrasos, fallas frecuentes… todo un rosario de desperfectos que han hecho del que fuera “la gran solución para Caracas” un caos de proporciones mayúsculas.

En cierto modo el metro capitalino, otrora espacio donde las normas de ciudadanía y el servicio eficiente eran cuestiones de rutina, es el ejemplo patente del desastre como el Gobierno maneja la Administración Pública. Ante fue el problema severo de energía eléctrica (que no se ha resuelto),  después el nauseabundo manejo corrupto y torpe de los contenedores de alimentos de Pdval, ahora el desastre del subterráneo que afecta a millones de personas que deben emplear el sistema para trasladarse a sus sitios de trabajo y sus viviendas.

El ministro de Transporte, Francisco Garcés, es unas infelices declaraciones la semana pasada, sugería que los usuarios insatisfechos buscasen “vías alternativas” al metro, señalamiento que le hubiese costado el cargo si este fuese un gobierno serio.

Los supuestos argumentos con los que el Gobierno busca escudar su grandísima incapacidad son absolutamente falaces: el aumento de la demanda no tiene por qué implicar la desmejora del servicio, sobre todo en un país como Venezuela que ha recibido ingentes cantidades de recursos por vía petrolera, suficientes como para acometer una potente mejora del metro; basta imaginarse los sistemas de Madrid, Buenos Aires, Nueva York, que lejos de desmejorar se han optimizado a pesar del aumento de la demanda.

Los actos de vandalismo contra vagones y estaciones aludidos por Garcés (pintas en los trenes, vidrios rotos) son una excusa tan risible que da pena que ese señor sea responsable de algo en el país.

El regaño de Chávez a Garcés en público, apenas regresar de su gira postrauma electoral, también mueve a la risa: “Garcés espero que nunca lleguemos a la situación que llegamos, hay que estar encima del problema, usted tiene que meterse en ese metro de madrugada, noche, día, pasando revista, control social”, declaración con la que el Gobierno acusa recibo del efecto devastador que el pésimo servicio ejercer sobre buena parte de su electorado natural.

¿Cómo llegamos hasta aquí? Pues igual que ha ocurrido en todas las demás áreas de la Administración Pública: removiendo a los técnicos capaces y eficientes por aprendices tarifados del régimen. Tarde o temprano, la mala gerencia revolucionaria termina operando contra ella misma.

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