Llegamos al fondo

Vamos a estar claros, no estamos mejor, ni vamos a mejorar, aunque lo digan Nicolás Maduro y unos cuantos funcionarios preocupados más por repetir lo que él diga que por decir la verdad a la ciudadanía. La realidad es que llegamos al fondo del barril, de ahí para atrás no hay nada, y hasta ahí cayó una economía desmotivada, asustada, desconfiada y peor conducida. No fue el castromadurismo el que recurrió al dólar como asidero de confiabilidad, fue el consumidor el que buscó refugio por su propia iniciativa.

Fue la revolución y los errores tan graves de Hugo Chávez y sus ministros, como Rafael Ramírez, que lo acompañaron y ahora rechazan responsabilidades, incluyendo ese auténtico prodigio que fue la destrucción de una de las industrias petroleras más modernas y poderosas del mundo.

Sin guía profesional, en manos de gente sin conocimientos, con su principal generador de ingresos en el suelo, la economía se vino al piso. No fueron las sanciones estadounidenses, que sólo agregaron algunos clavos de compromiso al ataúd. Pasamos de una economía de producir petróleo y muy poco, a una de no producir nada.

Ya no podemos caer más, ya estamos en el piso. Algunos tienen capitales que no pueden invertir adecuada y legalmente y tratan de asegurarlos dentro de los límites del país. Pagan poquito y se dan pequeños vueltos. Y se ha producido, en las narices del régimen revolucionario que se las tapó con un pañuelo de colores extranjeros, una creciente dolarización. Los que pueden, viven en dólares, los que no salen a las calles a reclamar.

Hemos crecido, pero no en comparación con las cifras anteriores al chavismo, sino en comparación con el desierto que la revolución socialista nos dejó –sin hablar de la corrupción desatada.

Vamos a recuperarnos, sí, pero necesariamente con ayuda extranjera y, además, con un Gobierno que entienda y piense las cosas de manera diferente.