Cultura

Carlota Corday, lo simbólico en la obra Arturo Michelenan

Los ojos lacrimosos del cuadro de  Carlota Corday, de 1889,  son el gesto de un alma.  Dolor reprimido, de un rostro cabizbajo, no por el pesar de su acción sino  por la plenitud de una vida   a punto de desvanecerse. De ahí el sentido existencial de la luz y la atmósfera  en este cuadro de Arturo Michelena (1863-1898). Contrastes de luces de diversas gamas cromáticas  dominan  las sombras, como expresión de las fuerzas de la vida, en un ambiente completamente ajeno   a la atmósfera de una prisión.  Las profundidades y tensiones visuales    crean diversos  climas,   transforman la prisión en un lugar de transición a otra  realidad.

Las   fuentes de luz que  penetran  por la puerta,  el resplandor desmaterializante que  entra por la ventana, guían el camino que llevarán a Carlota Corday a su muerte.  La       en  la espalda del pintor es tenue,  plena de opacidades, zona del cuadro donde  Michelena  materializa   las pinceladas más densas,  dominando   un clima    tanático evidenciado por el predominio de las penumbras. En esta zona   nos enfrentamos a diversas  calidades  pictóricas, que develan la técnica del  artista,   planteándose un   rechazo a la pincelada relamida y cargada.    Finalmente esta luz indirecta cae sobre el saco y  el descuidado pantalón   del carcelero  sentado desesperezadamente, aislado del drama que se desarrolla a su alrededor. El muro en esta área asume  autonomía plástica, la  roca  pierde pesadez y dureza, debido al tratamiento cromático.   Capas tenues,  plenas de energía y expresividad, liberan   al muro de la pesadez opresora. Parece señalarnos que la vida nos rodea e invade aun en su  extinción.  Esos instantes  son logrados    a través de las tenues capas de óleo, que evitan la densidad matérica.  Aun cuando plasma muros de roca y dolor, el artista transmite  expresividad  a las manchas que dominan la obra, que van de los ocres a los negros sin generar pesadez. Las pocas zonas de oscuridad del cuadro que parten de la silenciosa imagen del pintor-alter ego, son dominadas por manchas  apenas esbozadas, la transparencia lograda a través de lo   inacabado no  es un recurso casual,   es un de los rasgos  plástico de gran parte de su obra.

 Cuadro Carlota Cordary de Arturo MichelaLa angustia  que antecede a esta escena como preámbulo a la muerte, se percibe por el desorden de los objetos, materiales y utensilios  del pintor, el pincel en el suelo  junto al libro las vidas paralelas de Plutarco,   tirado y  abierto, señalando la presencia de un momento histórico. Amalgamándose  diversos tiempos en el cuadro, el pasado deja  su huella  a través de estos elementos,    domina  el  presente como continuidad, debido a la falta de movimiento de los cuerpos y la densificación de la atmósfera del algunas áreas que domina   la  prisión.

La pintura en este cuadro es un drama de temporalidades y densidades interiores.  Los personajes están encerrado sobre sí,  como lo evidencia el lenguaje gestual  que los caracteriza:   puños cerrados, manos  tomando objetos o simplemente encerradas sobre sí mismas, sin forzamientos, como meditando   sobre la fragilidad de la vida. Las manos abiertas pero amarradas de Carlota,  a pesar de estar  aprisionadas,  se alejan de la tensión interior de los personajes que la rodean. Entre estos gestos  resalta el del pintor de Michelena, quien en una de sus manos sostiene un cordel, opuesto   al amarre que aprisiona   las manos de Carlota, anunciando el fin de una vida.  También destacan en la  obra, otros  elementos asociados   al destino, como   la  tijera que sostiene el carcelero,  símbolo del fin de una vida. En la mitología griega,  Laquesis   cortaba el hilo de la vida cuando llegaba el fin de la existencia.  Llaves, cuerdas  y tijeras  crean un continuo   plástico,  que nos llevan al fin de un destino y a la entrada de un personaje a la historia.

Las miradas   son evasivas, abatidas, apáticas,   como se evidencia en el rostro de todos los personajes excepto  en el de Carlota Corday. La comisura de los labios del pintor caen, como los de ella, en un diálogo de tristezas, que contrasta con las    mejillas   caídas de los otro personajes como posible signo de  incomprensión  ante la escena  en que están  involucrados,  rasgos de la dimensión interior  que se contraponen a la fuerza interior de Carlota, firme, retadora del destino, esto es expresado simbólicamente tanto en la llaves del carcelero como en las tijeras que cortaron parte de su pelo. Carlota se convierte   en centro lunar del cuadro, como lo señala la palidez de su rostro, que se opone a luz solar que la rodea. En términos plásticos y simbólicos estamos ante dos principios opuestos, la  luz solar que  desmaterializa algunas áreas con su resplandor, y   la lunar   que se evidencia en la  palidez    que  caracteriza el rostro de Carlota Corday.

Morirá la musa lunar y resucitará, tal como lo está haciendo en este cuadro. Fuente de inspiración de  Michelena, quien se proyecta en  la obra a través del pintor como su álter ego.  La difusa luz solar que entra por la puerta    en la que se adentra a su destino,  genera una tensión  que destruye visualmente toda pesadez, generando climas de trascendencia a través de diversos recursos plásticos,  como  el predominio del azul,  que engañosamente pareciera emanar del humo desenfadado de la pipa del carcelero, materializando   lo impalpable,  transformando ese instante espiritual en un estado de  transición a  otro  nivel existencial a través de la embriaguez de vida, que transmite  ese baño de luz azulada  que contraste con el esplendor del blanco  solar. Elementos por los cuales el artista   va desmaterializando  áreas de este cuadro,  como el sombrero que cubre el rostro de Carlota, en  sus bordes   se mutan en  transparencia,   transformándose en aura sacra, recurso que se repite en las manos del pintor.

¿ Será esta la posición de Michelana ante  la acción creadora? El pintor  es capaz de develar lo ignorado por otros, de materializar y crear la otredad modificándola por sutiles vías, al  generar una conciencia estética que incidirá sobre la conciencia histórica. Pero más allá de este plano, se podría estar revelando también el sentido trascendente de  la pintura. Estamos ante   ante un artista que plasma el eterno presente de la pintura..

Los centros simbólicos del cuadro  se plasman en diversas situaciones.  El carcelero  es uno de estos centros,    emite  una luz rojiza  que hace contrapunto  con los diversas zonas rojas del lienzo que emanan del fósforo y su luz, con el sombrero   propio de la revolución y se continúan con el manto del carcelero que da la espalda a Carlota.  Esta rojez de sangre se opone  a la blancura lunar  de Carlota, y lucha contra  el esplendor solar apolíneo que  rodea a los personajes símbolos de la Revolución que la acompañan. Carlota como principio lunar  acepta  un destino prefijado, que  convierte la muerte en reconciliación con la vida, desde una perspectiva cíclica fundamentada en las diosas lunares. ¿De qué otra manera podría transmitirnos Michelena esa sensación de transición y ciclicidad entre la vida y a muerte, sino es través de la transparencia y desmaterialización de  los cuerpos, de las telas y   piedras ? Incluso los muros  y la puerta,  umbral por los que sale Carlota a la muerte,  apenas  están boceteados,    pinceladas ligeras  quitan solidez a la materia,  igual  ocurre con la puerta recién abierta,   elementos que son la entrada a la liberación  como   metáfora de la ciclicidad de una diosa lunar que será ejecuta por el principio solar.

Carlota Corday  no pareciera dirigirse a la guillotina: está   casi flotando   como un enigma a descifrar a través de las pinceladas  claras que dominan casi toda su figura, es sombra y realidad, pasado y futuro.

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